CARLOS
CASTANEDA
LAS
ENSEÑANZAS DE DON JUAN
(Una
forma yaqui de conocimiento)
VIGESIMOCUARTA ENTREGA
PRIMERA
PARTE
“LAS
ENSEÑANZAS”
III
(9)
Jueves,
23 de noviembre, 1961 (2)
Había en su voz una
reverencia perceptible; un estado de ánimo que yo nunca había notado
anteriormente.
-Empezaré por decirte
exactamente lo que me dijo mi benefactor cuando empezó a enseñarme acerca de
él. Aunque en ese entonces, igual que tú ahora, yo no tenía modo de entender.
“La yerba del diablo es para los que quieren poder. El humito es para los que
quieren observar y ver.” Y en mi opinión, el humito no tiene rival. Una vez que
un hombre entra en su campo, todos los otros poderes están a su disposición.
¡Es magnífico! Y por supuesto, requiere una vida entera. Años nada más para
familiarizarse con sus dos partes vitales: la pipa y la mezcla de fumar. La
pipa me la dio mi benefactor, y después de tantos años de acariciarla se ha
vuelto mía. Se ha hecho a mis manos. Pasarla a tus manos, por ejemplo, será una
verdadera faena para mí, y una gran hazaña para ti, ¡si salimos con bien! La
pipa sentirá la tensión de que alguien más la manosee, y si alguno de nosotros
comete un error no habrá manera de evitar que la pipa se parta sola por su
propia fuerza o se escape de nuestras manos para romperse, aunque se caiga en
un montón de paja. Si eso llega a suceder, será el fin de los dos. Sobre todo
el mío. El humito se volvería contra mí en formas increíbles.
-¿Cómo podría volverse
contra usted si es su aliado?
Mi pregunta pareció
alterar el curso de sus pensamientos. Pasó largo rato sin hablar.
-La dificultad de los
ingredientes -prosiguió de súbito- hace a la mezcla de fumar una de las
sustancias más peligrosas que conozco. Nadie puede prepararla sin que se la
enseñen. ¡Es veneno mortal para cualquiera que no sea el protegido del humito!
La pipa y la mezcla deben tratarse con extremo cuidado. Y el hombre que trata
de aprender debe prepararse llevando una vida dura, tranquila. Los efectos son
tan terribles que sólo un hombre fuerte puede soportar la más pequeña fumada.
Al principio todo es aterrador y confuso, pero cada fumada define más las
cosas. ¡Y de pronto el mundo se abre de nuevo! ¡Increíble! Cuando esto sucede,
el humito se ha hecho aliado de uno y le resolverá cualquier problema permitiéndole
entrar en mundos inconcebibles. Esta es la mayor propiedad del humito, su mayor
don. Y lleva a cabo su función sin dañar en lo más mínimo. ¡Yo llamo al humito
un verdadero aliado!
Como de costumbre,
estábamos sentados frente a su casa, donde el suelo de tierra está siempre
limpio y bien apisonado. Don Juan se levantó de pronto y entró en la casa. Tras
unos momentos regresó con un bulto angosto y volvió a sentarse.
-Esta es mi pipa -dijo.
Se inclinó hacia mí
para mostrarme una pipa que sacó de una funda de lienzo verde. Medía unos
veintidós o veinticinco centímetros. El tallo era de madera rojiza, sencillo,
sin ornamentación. El cuenco parecía también de madera, y era un poco
voluminoso en comparación con el delgado tallo. Tenía un acabado pulido y era
de color gris oscuro, casi del color del carbón.
Don Juan sostuvo la
pipa frente a mi cara. Pensé que me la estaba entregando. Alargué la mano para
tomarla, pero él la apartó rápidamente.
-Esta pipa me la dio mi
benefactor -dijo-. A su tiempo yo te la pasaré a ti. Pero primero debes
conocerla. Cada vez que vengas te la daré. Empieza por tocarla. Agárrala un
rato muy corto, al principio, hasta que tú y la pipa se acostumbren el uno al
otro. Luego métela en tu bolsa, o acaso en tu camisa. Y finalmente póntela en
la boca. Todo esto se hace poco a poco, despacio y con tiento. Cuando la
amistad está hecha, fumas en ella. Si sigues mi consejo y no te apuras, a lo
mejor el humito se hace también tu aliado preferido.
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