LECCIONES
DE VIDA
ELISABETH KÜBLER-ROSS Y DAVID KESSLER
QUINCUAGESIMOPRIMERA ENTREGA
5
/ LA LECCIÓN DE LA CULPABILIDAD (6)
DK
(3)
A la edad de quince
años, Ellen era demasiado joven para ser madre, pero no demasiado para quedarse
embarazada. Su familia no se esperaba algo así, ni siquiera le habían hablado
de aquel aspecto de la vida. Cuando Ellen ya no pudo esconder su estado, se lo
contó a sus padres. Llenos de vergüenza y culpa, la enviaron lejos para que
tuviera a su hija y la entregara en adopción. Ellen no quiso tomar ningún
calmante durante el parto porque quería ver a su bebé bien despierta. Antes de
llevarse a su preciosa hija, le permitieron verla, pero no abrazarla.
Unos cincuenta y cinco
años más tarde, Ellen tenía el corazón débil y una salud general delicada.
-Ha llegado el momento
de resolver mi vida -dijo-. La acepto tal cual ha sido, salvo en lo relacionado
con mi primera hija. Sé que debo perdonarme por haberla entregado en adopción.
Yo misma era una niña cuando ocurrió y no comprendía las consecuencias de mis
acciones, pero esta vergüenza me ha acompañado durante toda mi vida. He pensado
mucho en mi hija y me he sentido incompleta. Es probable que sea demasiado
tarde para encontrarla, e incluso egoísta, pues quizá ni siquiera sepa que es
adoptada. Aunque yo era joven y en aquel momento no supe actuar mejor, quiero
dejar este mundo con la sensación de que he hecho algo para superar mi
vergüenza, así que le he escrito una carta:
Cuando
leas esta carta, es probable que haya muerto. Mi vida ha sido buena, pero tú
siempre faltaste en ella. Me he pasado la mayor parte del tiempo sintiéndome
culpable, Podría haber resuelto este problema antes, y aunque no sé si te
habría encontrado, podría haber puesto las cosas más fáciles para que tú lo
hicieras si querías. Ahora que mi vida está llegando a su fin, me falta hacer
una cosa, y es dejarte este mensaje: Si consigues vivir la vida con plenitud a
pesar de lo injusta que a veces puede ser, al final de tus días te darás cuenta
de que ha merecido la pena. Sé que no es fácil conseguirlo. Yo me tropecé con
la injusticia cuando era muy joven, pero tú lo hiciste desde el primer momento.
Sin embargo, puedes descubrir el valor de la vida; no es perfecta, pero vale la
pena. Quiero decirte que fuiste una hija deseada y que yo nunca quise
abandonarte. En algunos aspectos nunca lo hice. Espero que tengas una vida
buena y llena de significado. Si el cielo existe, velaré por ti y te protegeré
en la muerte como nunca pude hacer en vida. Mi deseo más profundo es poder ir a
tu encuentro cuando llegue tu momento.
Los familiares de Ellen
encontraron la carta mientras limpiaban su habitación después de su muerte.
Retransmitieron su historia a través de la radio local para que la carta llegara
a las manos de la destinataria a la que iba dirigida. Unos meses más tarde, una
mujer se presentó para averiguar si era la hija de Ellen. Tras ciertas
comprobaciones se confirmó que lo era.
Al igual que en el caso
de Ellen la vergüenza que experimentamos en nuestra infancia hace que nos
sintamos más responsables de nuestras circunstancias de lo que en realidad
somos. Si abusaron de nosotros, sentimos que provocamos esos abusos. Si nos
sentimos avergonzados, creemos que merecíamos esa vergüenza. Si no recibimos
amor, pensamos que no somos dignos de recibirlo. Creemos que tenemos la culpa
de nuestros sentimientos negativos, pero lo cierto es que somos valiosos y merecemos
lo mejor. Quizá nos hayamos sentido culpables a veces debido a nuestras
acciones, pero esos sentimientos nos hacen ser buenas personas, porque las
malas personas no se sienten culpables por haber hecho daño a los demás.
Debemos ver lo mejor que hay en nosotros y recordar nuestra bondad.
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