LEONARDO BOFF
“EL OBJETIVO DEL IMPERIO ES ELIMINAR
LIDERAZGOS PROGRESISTAS”
(Página 12 / 14-5-2017)
Washington Uranga
Con 78 años, el referente brasileño de
la Teología de la Liberación continúa más que activo, entusiasmado por las
ideas del papa Francisco. Su visión de la situación en Argentina y Brasil,
donde se quiere llevar el proyecto neoliberal hasta sus últimas consecuencias.
“La crisis es tan global que se nos
hace difícil hacer análisis”, afirma este hombre de pelo canoso y barba blanca que
habla pausadamente en español, sin poder disimular su acento portugués. Se lo
puede caracterizar como un filósofo muy crítico y agudo de la sociedad actual.
Se sigue considerando un teólogo porque esa fue su formación fundamental como
religioso franciscano, a pesar de que desde 1992 se apartó del sacerdocio
católico planteando discrepancias con la institución eclesiástica. Ha sido uno
de los iniciadores latinoamericanos de la Teología de la Liberación. Hoy es uno
de los mayores predicadores de la lucha ecológica y de la sustentabilidad.
También un firme defensor del papa Francisco, a quien considera junto al Dalai
Lama, uno de los más importantes líderes mundiales, “en un mundo en el que
carecemos de liderazgos políticos y populares”.
Leonardo Boff, ese es su nombre. Estuvo
en Buenos Aires para brindar una serie de conferencias en distintos ámbitos,
pero también para escuchar, dialogar, encontrarse con sus amigos políticos,
dirigentes sociales, religiosos. Hubo un tiempo para el diálogo con PáginaI12. A
sus 78 años Boff conserva una enorme vitalidad, derrocha entusiasmo en cada
afirmación, pero deja transparentar una enorme preocupación por el momento que
vive la humanidad.
“Hay cuarenta puntos de guerra en el
mundo, es una guerra mundial balcanizada”, dice. “No sabemos hacia dónde vamos,
nadie sabe hacia dónde vamos. Tengo la impresión de que estamos en un vuelo
ciego, de un avión sin piloto”, subraya.
Para Boff “estamos inmersos en una gran
crisis sistémica, que pone en duda un modo de vivir”. Vuelve sobre lo que
a su juicio es una cuestión central: la ecología. “La crisis ecológica es de
tal gravedad que no podemos dimensionar el daño que está causando y tampoco
alcanzar a ver la gravedad de la crisis que estamos enfrentando”, afirma. Y
repite, de distintas maneras, lo que también escribió en su último libro
publicado en Argentina (Sustentabilidad, Editorial Santa María, 2017): “La
estrategia de los poderosos consiste en salvar el sistema financiero, no en
salvar nuestra civilización y garantizar la vitalidad de la Tierra”.
Las referencias al papa y a su
encíclica Laudato Si son constantes a lo largo de la conversación. La mención
puede resultar sorprendente viniendo de un hombre que abandonó el ministerio
sacerdotal en la Iglesia Católica como consecuencia de la persecución a la que
fue sometido por la institución que le impidió expresarse, enseñar, ejercer su
condición de teólogo. Jozef Ratzinger, antes de ser Benedicto XVI y actuando
como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (ex Santo Oficio)
fue uno de sus implacables perseguidores. El libro titulado “Iglesia, carisma y
poder” (1981) encierra una de las más duras críticas que se haya conocido a la
Iglesia Católica como institución. En 1985 fue condenado a un año de silencio
por Ratzinger. En 1991 se le impuso censura eclesiástica previa a sus escritos
y ese mismo año Boff renunció a la dirección de la revista teológica
Vozes (Petrópolis, Brasil) una tribuna de la teología de la liberación.
Hoy Leonardo Boff resalta la figura del
Papa y de sus enseñanzas. Admite que tiene una relación fluida con Francisco a
quien le envió, apenas fue electo, una serie de ideas sobre la ecología y el
ambiente. Menciona también que en aquella oportunidad recibió respuestas de
Bergoglio a través de un amigo común: el entonces embajador argentino ante la
Santa Sede Eduardo Valdés. Boff no lo dice, pero quienes conocen sus escritos y
han profundizado en el documento papal sobre la ecología saben que muchas de
las ideas plasmadas por Francisco estaban ya en el pensamiento de este hombre
formado en las ideas de Francisco de Asís. “La encíclica Laudato Si no está
dirigida a los cristianos, sino a la humanidad y su pedido es salvar la tierra.
Es una respuesta de ecología integral, que abarca todos los órdenes de la vida.
No es una ecología boba, tonta. Con este documento el Papa se puso a la
vanguardia”, sostiene.
No elude las respuestas políticas. “No
es posible analizar Argentina o Brasil solo desde aquí. Tenemos que mirar
nuestras realidades en el marco de la crisis de la globalización, de la
planetarización”. Y refuerza la idea subrayando que “dependemos los unos de los
otros y cada país no puede salvarse por sí mismo, encontrar su propia salida”.
Cuando se refiere a Brasil abona la
idea del “golpe parlamentario” y, con desazón, sostiene que “no vemos ninguna
salida” porque los actuales gobernantes “quieren llevar el proyecto neoliberal
hasta sus últimas consecuencias”. La crisis, real o supuesta, de los llamados
“gobiernos progresistas” de la región también se incorpora al diálogo. “El
objetivo del imperio es eliminar los liderazgos progresistas y de izquierda de
raíz popular”, sostiene. “La estrategia para hacerlo es usar la represión, por
una parte, utilizar a la Justicia (Poder Judicial) con ese propósito y
deslegitimar la movilización popular como lucha política”. Sintetiza: “No hay
leyes, sino poderes en disputa”.
“La estrategia del imperio es: un
mundo, un imperio; cubrir todos los espacios y desestabilizar todos los
gobiernos de base popular, ya no a través de la fuerza militar, sino utilizando
a los parlamentos. Es lo que han hecho en América Latina”. Y sigue su
argumentación: “El Atlántico Sur estaba abierto. Es una zona de muchos recursos
en la que gobernaban las democracias de base popular. Había que intervenir para
ocupar los espacios y, además, para ponerle límite a la presencia de China en
la región, dado que China está entrando cada día más en América del Sur.
Estados Unidos tiene que frenar a China. Es un juego geopolítico”.
“Por eso digo que el problema de
Argentina y de Brasil y del resto de los países sudamericanos no se resuelve
solo desde aquí”. Como dato agrega que “los recursos de agua y petróleo de
Brasil están entre los más grandes del mundo y los están privatizando a precio
vil”. A esta altura del diálogo, Boff pone más y más énfasis en cada
afirmación. “Todo eso hace muy difícil una historia con solidaridad… y tenemos
democracias de muy baja intensidad”. Vuelve otra vez sobre la política: “Se
pretende el desprestigio de la política presentándola como el mundo de los
sucios, donde todos son corruptos”. ¿Cuál es la alternativa? “Los gestores, los
gerentes que actúan por fuera de la política. Y esto es muy peligroso, porque,
yo creo, no se resuelve nada sin pasar por el mundo de la política”.
“Nadie sabe hacia dónde vamos” reitera.
Y, a modo de anécdota refiere conversaciones que ha mantenido con militares
brasileños. “Algunos quieren que vuelvan los militares pero ellos mismos no
quieren afrontar la situación porque perciben la gravedad de la crisis”, dice
mientras sonríe con picardía.
Pone su esperanza en los movimientos
populares y en su capacidad de movilización. “Los movimientos sociales están
despertando y ocupando las calles”, señala. Pero vuelve a advertir que “no hay
líderes y eso hace difícil la construcción de alternativas. Quizás la crisis
facilite la emergencia de nuevas personas que asuman esos lugares de
liderazgos”.
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