LOS
CANTOS DE MALDOROR
CIENTODECIMOCUARTA ENTREGA
(Barral Editores / Barcelona 1970)
CANTO QUINTO
1 (1)
Que el lector no se
disguste conmigo si mi prosa no tiene la suerte de agradarle. Por lo menos
afirmas que mis ideas son singulares. Eso que dices, hombre respetable, es
verdad, pero sólo una verdad parcial. ¡Y qué fuente inagotable de errores y de
engaños es toda verdad parcial! Las bandadas de estorninos (1) tienen un modo
muy característico de volar, que parece responder a una táctica uniforme y
metódica, como en una tropa disciplinada que obedece con exactitud a la voz de
un jefe único. Los estorninos obedecen a la voz del instinto, y este los lleva
siempre a aproximarse siempre al centro del pelotón, en tanto que la rapidez de
su vuelo los impulsa siempre fuera de él; de modo que aquella multitud de
pájaros reunidos por una tendencia común hacia el mismo punto imantado, al ir y
venir sin cesar, al circular y cruzarse en todos sentidos, forman como un
agitadísimo torbellino, cuya entera masa, sin seguir una dirección bien
determinada, parece efectuar un movimiento general de rotación sobre sí misma
que resulta de los movimientos de circulación propios de cada una de sus
partes, y en el cual el centro, tendiendo continuamente a expandirse, pero
siempre presionado y rechazado por la fuerza contraria de las líneas
circundantes que pesan sobre él, se encuentra permanentemente más apretado que
ninguna de esas líneas, las que lo están tanto más cuanto más cerca se hallan
del centro. A pesar de esa curiosa manera de remolinar, no dejan por eso los
estorninos de hender con rara velocidad el aire ambiente, ganando sensiblemente
a cada segundo un terreno precioso para poner término a sus fatigas y alcanzar
la meta de su peregrinación. Siguiendo este ejemplo, no hagas caso de la manera
extraña en que canto cada una de mis estrofas. Pero persuádete de que no por
eso los acentos fundamentales de la poesía dejan de conservar su intrínseco
derecho sobre mi inteligencia. No pido nada mejor que no generalizar hechos
excepcionales, y, sin embargo, mi carácter entra en el orden de las cosas
posibles. No hay duda de que entre los dos términos extremos de tu literatura,
tal como la entiendes, y la mía, existe una infinidad de formas intermedias, y
aunque sería fácil multiplicar las divisiones, no ofrecería ello ninguna
utilidad, existiendo en cambio el peligro de comunicar algo de estrecho y de falso a una concepción eminentemente
filosófica que deja de ser racional en cuanto ya no se la comprende tal como
fue imaginada, vale decir, con amplitud. Sabes aliar el entusiasmo con una
frialdad íntima, espectador del humor concentrado; en fin, para mí resultas
perfecto… ¡Sin embargo, no quieres comprenderme! Si tu salud no es buena, sigue
mi consejo (el mejor de mi haber lo pongo a tu disposición) y vete a dar un
paseo por el campo. Triste compensación, ¿qué me dices? Una vez que hayas tomado
aire ven nuevamente a buscarme: tus sentidos se habrán serenado. No llores más:
yo no quería angustiarte. ¿No es verdad, amigo mío, que en cierto modo mis
cantos han despertado tu simpatía? ¿Quién te impide, pues, salvar los otros
escalones?
Notas
(1) Toda la descripción
del vuelo del estornino está tomada casi literalmente de la “Enciclopedia” del
doctor Chenu, así como otra descripción de animales en este canto.
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