MISCHA MAISKY
EL CHELISTA EN SU LABERINTO
Por Alberto Servat
(5-9-2016)
Es el maestro del chelo. Y también un
iconoclasta, un rebelde que ama la vida sobre todas las cosas. Su desafiante
apariencia conjuga a la perfección con una amabilidad extrema. Así, Mischa
Maisky es un artista fuera de serie. Riguroso con la partitura pero
capaz de imprimir emoción en cada nota. Un maestro en la madurez de su carrera
y con una historia personal que bien podría servir de inspiración para más de
una película. Es el niño prodigio que creció en una familia de músicos. Y
también el perseguido que pasó algunos años de su juventud entre campos de
concentración y hospitales psiquiátricos hasta que pudo escapar de la Unión
Soviética. Es el virtuoso que ha tenido el honor de ser el alumno de dos
leyendas: Mstislav Rostropóvich y Gregory Piatigorsky. Viajero incansable a
quien han llamado "el chelista errante". Ha grabado innumerables
discos y compartido el escenario con Martha Argerich, Zubin Mehta, Gidon
Kremer, Leonard Bernstein, Daniel Borenboim y Giuseppe Sinopoli, por mencionar
a algunos de sus ilustres colegas.
También es un hombre de familia, un
padre entregado a sus hijos. Y, sobre todo, un artista que piensa siempre en su
público. "Quisiera tener más tiempo para dedicarme a muchas más cosas",
me dice por teléfono, desde su hogar en Bruselas. "Pero hay que resignarse
a que solo podemos hacer algunas de las cosas que nos gustan".
DEL PASADO AL
PRESENTE
La vida y carrera del maestro Maisky
(Letonia, 1948) tienen elementos suficientes para crear una leyenda. Una de
esas historias tan improbables que terminan siendo ciertas y que él mismo
alimenta con sus narraciones. "Comencé con el chelo cuando dejé de
fumar", escribió en la revista The Strand. "Tenía ocho años y anuncié
que quería tocar el chelo. Pero la edad para comenzar en Rusia eran siete así
que tuve dos meses en el verano para aprender lo suficiente para aplicar a la
escuela de música en Riga". Tras sus estudios en su ciudad natal hizo su
traslado al Conservatorio de Leningrado y luego al de Moscú. A los 14 años ya
se podía jactar de ser pupilo de Rostropóvich. El mismo que años después habría
de recomendarlo a Piatigorsky. De manera que Maisky se convirtió en el único
músico que ha sido alumno de los más grandes intérpretes de chelo del pasado.
Ambos fueron, sin duda, las más grandes influencias en su arte.
"Absolutamente, sin duda lo son", responde de inmediato. "Pero
he tenido muchas otras influencias más a lo largo de mi carrera. Porque siempre
he estado aprendiendo. Es un proceso que nunca termina. Mientras fui un
estudiante ellos fueron sin duda las personas más importantes para mí. Y
siempre me consideré muy afortunado por tenerlos como profesores. Ha sido un
privilegio".
Mischa Maisky proviene de una época
de talentos únicos. Pero hoy el panorama es otro. "No es un momento fácil
para el arte", dice el maestro. "Y la música clásica siempre es
afectada por los problemas externos, sobre todo por los económicos. Es la
primera en sufrir. Pero además de ello, el gran problema en la actualidad en mi
opinión es que hay muchos jóvenes músicos de gran nivel. Gente brillante pero
con otros valores. Muchos están obsesionados con el éxito y para conseguirlo
piensan que la perfección técnica es lo más importante y sacrifican la
expresión musical. Entonces la música pasa a un segundo plano y eso es un
completo error". No es una opinión caprichosa. Basta revisar los catálogos
de las principales disqueras dedicas a la música clásica para comprobarlo.
"Durante la formación el músico tiene que pensar hacia dónde quiere
llegar. Qué es lo que quiere encontrar a través de la música. Y tiene que
intentar saber qué buscaba el compositor con la música que escribió",
apunta Maisky.
EL INCONFORME
Un artista de su nivel siempre busca
que la interpretación sea la ideal. "Trato de estudiar la pieza que voy a
interpretar", continúa el maestro. "Pero no solamente la partitura
sino que investigo sobre el compositor, la época y condiciones en las que
escribió el tema, su vida en aquel momento. Trato de pensar en lo que él
trataba de expresar. Y es maravilloso porque uno encuentra muchas cosas en el
camino. Y tratar de llevar eso a públicos tan diferentes alrededor del mundo es
muy excitante". Pero la performance no solamente depende del músico,
explica, sino de una serie de circunstancias: "Para una buena actuación se
necesita la combinación de muchas cosas. En primer lugar estar cómodo. El
artista tiene que estar en buena condición, tanto física como emocionalmente.
Necesitas tener la mejor compañía, ya sea una orquesta de cámara o una
gran orquesta. Comunicación con el conductor de la orquesta. La acústica es
importantísima.
Y, por supuesto, la audiencia. La
correcta combinación de todo esto te permitirá una buena interpretación. Pero,
claro, como todos somos seres humanos es difícil que todo esto funcione a la
vez. No somos máquinas. Algunos estarán afectados por el jet lag o algún tipo
de malestar. El artista siempre trata de darle lo mejor al público y este debe
responder con generosidad emocional. Cuando un artista ofrece su corazón a la
audiencia, incluso cuando no está en su mejor momento, el público lo sabe y
agradece. Es un momento muy especial para mucha gente".
La discografía de Mischa
Maisky es otro prodigio de productividad. Sería difícil resumir su
carrera en este apartado, pero nos sorprende con sus precisiones al respecto.
"Mi ideal es grabar los conciertos en vivo", nos dice. "La
música es lo más importante y también el público. La energía del público es muy
importante para la ejecución musical. Es muy difícil crear ese ambiente en un
estudio de grabación. Por eso prefiero las grabaciones en vivo. Pero al mismo
tiempo la grabación de estudio es muy importante porque supone un estudio de
las partituras y estas grabaciones llegan a millones de personas. Es la manera
de llegar a esa cantidad de gente que probablemente no puede verte en
escena".
Mischa Maisky es un nombre que
siempre asociaremos al chelo. Nunca intentó tocar otro instrumento.
"Bueno, en el conservatorio traté de con el piano pero no era lo mío",
comenta divertido. "No lo hice tan bien. Me habría encantado ser un buen
pianista. Pero lamentablemente no tengo el talento para tocar todos los
instrumentos. No soy Stevie Wonder, él es único. Pero en mi caso la calidad es
más importante que la cantidad. Creo que hay gente que trata de hacer muchas
cosas al mismo tiempo y tienen éxito al hacerlo. Pero muchas veces hacer muchas
cosas te impiden ofrecer un trabajo de calidad". Impecable intérprete de
los maestros del pasado, Maisky tiene una cordial relación con los compositores
contemporáneos: "Trato de interpretar piezas contemporáneas. Lo he hecho
en muchos de mis conciertos. Pero debo confesar que no interpreto suficientes
composiciones actuales. No estoy orgulloso de ello y tal vez sea mi punto débil.
Pero lo que sucede es que trato de interpretar mi repertorio de la mejor manera
y allí está toda mi atención. Siempre lo digo, no importa qué música estés
interpretando pero tienes que hacerlo de la mejor manera posible. Y si tú
interpretas Bach, Mozart, Schubert, los grandes maestros clásicos, y no lo
haces bien nadie va a culpar al compositor. Pero si interpretas mal a un
compositor contemporáneo la idea será la contraria. Interpretar música
contemporánea implica una responsabilidad muy grande".
¿Maestro, le digo poco antes de despedirnos, qué
sigue para usted? "Después de mi gira latinoamericana siguen otros viajes.
Es muy complicado pero así ha sido mi vida. He viajado 45 veces a Japón y lo
seguiré haciendo. Y de otro lado, trato de encontrar el balance entre mi vida
profesional y personal".
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