LECCIONES
DE VIDA
ELISABETH
KÜBLER-ROSS Y DAVID KESSLER
QUINCUAGESIMOQUINTA ENTREGA
7
/ LA LECCIÓN DEL TIEMPO (3)
En la cultura
occidental no se valora la edad. No tenemos en cuenta que las arrugas son una
parte de la vida y creemos que debemos prevenirlas, esconderlas, borrarlas. Sin
embargo, por mucho que echemos en falta la energía y el empuje de la juventud,
la mayoría de nosotros no querría volver sobre sus pasos, porque recordamos
perfectamente la confusión de aquellos años. Cuando alcanzamos la edad adulta,
tenemos una mejor comprensión de lo que es la vida y no tenemos tiempo para
banalidades externas. Sabemos quiénes somos y lo que nos hace felices. Una vez
aprendida esta lección, no la cambiaríamos por volver a vivir la juventud. Este
conocimiento y el recuerdo de que la juventud tiene muchas facetas, y no todas
ellas fáciles, nos aporta tranquilidad. La juventud es la edad de la inocencia,
pero también de la ignorancia. Es la edad de la belleza, pero también de una
dolorosa inseguridad. A menudo es la edad de la aventura, y con la misma
frecuencia de la estupidez. Para muchos, los sueños de juventud se convierten
en las lamentaciones de la vejez, no porque la vida haya terminado, sino porque
no se ha vivido lo suficiente. Saber envejecer con elegancia es experimentar
con plenitud todos los días y etapas de la vida. Cuando hemos vivido
verdaderamente nuestra vida, no queremos volver a experimentarla. Lo que
lamentamos es una vida que no ha sido vivida.
¿Cuántos años nos
gustaría vivir? Si nos dieran la oportunidad de vivir doscientos años o para
siempre, ¿cuántos de nosotros lo aceptaríamos? Cuando pensamos en esa
posibilidad comprendemos mejor el significado de la duración de nuestra vida.
No queremos vivir más allá de nuestro tiempo. Qué vacíos nos sentiríamos si
viviéramos en un mundo en el que las cosas hubieran sobrepasado nuestra
comprensión y todas las personas a las que amábamos hubieran fallecido.
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