EL ORGASMO FEMENINO EXPLICADO POR UNA MONJA MEDIEVAL
Por Virginia Mendoza
(8 / 3 / 2016)
Hildegard von Bingen fue pintora, poeta, compositora, científica,
doctora, monja, filósofa, mística, naturalista, profeta y, quizá, la primera
sexóloga de la historia. También está considerada precursora de la ópera, de la
ecología e inventó un idioma que podría ser la primera lengua artificial de la
historia.
Cuando la Primera
Cruzada estaba a punto de llegar a Jerusalén, una
niña lloró por primera vez en Bermersheim (Alemania). Hildegard
von Bingen nació en 1098 y se convirtió en un diezmo. Como décima hija
que fue, sus padres la entregaron a la Iglesia. La dejaron en el monasterio de
monjes de Disivodemberg, que albergaba una celda para mujeres
dirigida por Jutta von Spannheim, quien se convertiría en madre e
instructora de la pequeña Hidegard. Tenía ocho años y había comenzado a tener
visiones a los tres, pero no fue hasta pasados los cuarenta cuando empezó a
escuchar una voz que le decía que escribiera y dibujara todo aquello que
alcanzaran sus ojos y oídos.
Se convirtió en
abadesa tras la muerte de Jutta. Atemorizada por sus visiones y predicciones
convenció al papa para que le consintiese escribirlas, y fue así como empezó a
registrar tanto sus visiones, como libros de medicina (que
hoy consideraríamos superstición), remedios naturales, cosmogonía y teología.
Desde entonces empezó a relacionarse con las autoridades eclesiásticas y
políticas de su época y se convirtió en su consejera, algo impensable
tratándose de una mujer.
Hildegard von Bingen
y su legado son inabarcables. Tanto que, a pesar de su recuperación a raíz
de la esperada canonización (que no tuvo
lugar hasta 2012), su lado más peculiar ha sido eclipsado por sus
predicciones. De todo lo que hizo Hildegard a lo largo de su vida, lo más
desconcertante, surrealista y contradictorio, quizá sean sus consideraciones
sobre el orgasmo femenino que bien le podrían valer el título de primera
sexóloga de la historia.
Hildegard hablaba de sexo sin miedo: de una forma tan
clara como apasionada. Fue la primera en atreverse a asegurar que el
placer era cosa de dos y que la mujer también lo sentía. La primera
descripción del orgasmo femenino desde el punto de vista de una mujer fue la
suya. Tenía una idea muy peculiar de la sexualidad, teniendo en cuenta que era
monja y que vivía en el siglo XII. Para ella, el acto sexual era algo bello,
sublime y ardiente. En sus libros de medicina abordó la sexualididad y,
especialmente, en Causa et curae, donde dio más detalles:
Cuando la mujer se une al varón, el
calor del cerebro de esta, que tiene en sí el placer, le hace saborear a aquel
el placer en la unión y eyacular su semen. Y cuando el semen ha caído en su
lugar este fortísimo calor del cerebro lo atrae y lo retiene consigo, e
inmediatamente se contrae la riñonada de la mujer, y se cierran todos los
miembros que durante la menstruación están listos para abrirse, del mismo modo
que un hombre fuerte sostiene una cosa dentro de la mano
Como protofeminista,
Hildegard tenía una imagen muy propia de Eva y del pecado original. Para ella,
el único culpable fue Satán, envidioso de la capacidad de generar vida de la
mujer.
Ana Martos Rubio escribe
en ‘Historia medieval del sexo y del erotismo’: «Así como para
Agustín de Hipona la concupiscencia es el castigo de Dios, para Hildegarde, que
no se atrevió a llevarle la contraria y admitió la idea de que el pecado
original fue de lujuria, la culpa fue de Satán que sopló veneno sobre la
manzana antes de entregarla a Eva, envidiosa de su maternidad. Ese veneno fue,
precisamente, el placer y, su sabor, el deseo sexual». Y continua: «El deseo
sexual es el sabor de la manzana De Gustu Pomi, el título de la
obra de Hildegarde von Bingen en que describe el sabor de la condición humana,
el delicioso sabor que da paso a la ponzoña del vicio, el placentero y
embriagador sabor del pecado», escribe Ana Martos.
En ‘La medicina sexual en la historia. Avances y
controversias (Parte I)’, José Jara Rascón y Enrique
Lledó García escriben que Hildegard «expone en su obra Liber
compositionae medicinae (Libro de Medicina Compleja) la idea de
que «en su potencia generativa el varón posee 3 capacidades: el deseo sexual,
la potencia sexual (fortitudo) y el acto sexual (stadium)». Por si no ha
quedado claro a los lectores, esta santa abadesa, explica con mucho realismo:
«Primero la libido enciende la potencia, de manera que el acto sexual de la
pareja se produce por un íntimo deseo mutuo»
Sus poemas también
parecen estar cargados de cierto erotismo. En ‘O tu dulcissime amator’, un poema dedicado a las vírgenes, incluido en Symphonia,
dice:
Hemos nacido en el polvo,
¡ay!, ¡ay!, y en el pecado de Adán
Es muy duro resistir
lo que tiene el sabor de la manzana
Elévanos, Cristo salvador
Compartió todos sus conocimientos medicinales inspirada por
su propia salud maltrecha. En Causa et curae, además hace un
alegato a favor de la cerveza: «Por su parte, la
cerveza engorda las carnes y proporciona al hombre un color saludable de
rostro, gracias a la fuerza y buena savia de su cereal. En cambio el agua
debilita al hombre y, si está enfermo, a veces le produce livores alrededor de
los pulmones, ya que el agua es débil y no tiene vigor ni fuerza alguna. Pero
un hombre sano, si bebe a veces agua, no le será perjudicial». Tenía un
remedio para la resaca: mojar una perra en agua y, con esa agua, mojar la
frente de la persona afectada. Nadie puede ser espectacularmente intachable.
La salud de la
abadesa era tan débil que en varias ocasiones recibió la extrema unción. Solo
una de las veces que la dieron por muerta no despertó. Y lo hizo a una edad
impensable en una época en la que la muerte llegaba en torno a los cuarenta:
con 82 años murió rodeada de sus monjas.
Oliver Sacks habló de
migraña para explicar sus visiones y, la película Visión, refleja
esas muertes como si de catalepsia se tratase. Como si ella
misma hubiese hecho su propia película mil años después, los diálogos están
basados en frases textuales extraídas de sus tratados y cartas y la banda
sonora fue compuesta por ella misma.
El suicidio de una
monja embarazada se conviertió en el detonante para solicitar la escisión del
monasterio masculino en el que sus monjas se encontraban. Hildegard propuso
fundar uno solo para mujeres inspirada por una de sus visiones y lo consiguió.
Se enfrentó al rechazo y las amenazas de los más cercanos, pero entre los más
poderosos nadie le negaba nada. Así que consiguió fundar el monasterio que
quería, Rupertsberg, más cerca del Rhin. Hasta allí fue
con una veintena de monjas, algunas de las cuales se opusieron a su decisión.
Pero no solo consiguió fundar un monasterio: Eibingen fue el
segundo, que visitaba un par de veces por semana.
A Hildegard poco le
importó pertenecer a una orden de clausura. No solo se trasladó al monasterio y
viajaba para reunirse con políticos y clérigos, sino que con más de sesenta
años salió a predicar en las plazas.
Se ha convertido en
un mito entre el colectivo LGTBI por su supuesta homosexualidad y también en un
icono popular e inspirador para diversos artistas. Devendra Banhart le
dedicó el tema ‘Für Hildegard von Bingen’. Ken Follet inició
su documental ‘El viaje de Ken Follet hacia la Edad Media’ con
su historia y reconoció que Hildegard inspiró a
Caris, la protagonista de su libro ‘Un mundo sin fin‘. A
Hildegard se le han atribuido disciplinas que ni siquiera existían en el siglo
XII, como la antropología.
Hablar de Hildegard
von Bingen es hablar de escalofriantes visiones apocalípticas, de remedios
naturales para absolutamente todo (actualmente un tipo de medicina alternativa alemana parte
de sus escritos) y de la primera mujer que consiguió acceder a los pecados ajenos a
través de la confesión. Inventó un idioma, la Lingua Ignota, con
alfabeto propio, que está considerada la primera lengua artificial y posible
precursora del esperanto. Está considerada la pionera de la ópera y hay hasta
quien, yendo demasiado lejos, se ha atrevido a considerarla la primera estrella
de Rock de la historia.
Se codeó con reyes y
papas, denunció los devaneos de los clérigos y su voz fue tan valiosa como la
del resto de los hombres cuando las mujeres vivían en silencio, en la casa o en
el convento. Decir que se adelantó a su tiempo es, más que caer un lugar común,
no hacer justicia al personaje. Ella fue mucho más lejos de lo imaginable en el
siglo XII.
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