SAN
JUAN DE LA CRUZ
CÁNTICO
ESPIRITUAL
OCTAVA ENTREGA
CANCIÓN
2ª
aquel
que yo más quiero
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Es a saber, más que a todas las cosas. Y entonces -hablando a lo perfecto- le
quiere más que a todas las cosas el alma, cuando no se le pone nada por delante
que la impida hacer y padecer por Él cualquier cosa. A este, pues, que ella más
quiere, envía por mensajeros a sus deseos con el recaudo de sus necesidades y
penas, diciendo:
decidle
que adolezco peno y muero.
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Tres maneras de necesidades representa aquí el alma, conviene a saber:
dolencia, pena y muerte; porque el alma que de veras ama, ordinariamente en el
sentimiento de la ausencia de Dios, padece de estas maneras dichas, según las
tres potencias de la alma, que son: entendimiento, voluntad y memoria. Acerca
del entendimiento adolece porque no ve a Dios, que es la salud del
entendimiento. Acerca de la voluntad pena porque carece de la posesión de Dios,
que es el descanso, refrigerio y deleite de la voluntad. Acerca de la memoria muere
porque, acordándose que carece de todos los bienes de el entendimiento, que es
ver a Dios, y de todos los deleites de la voluntad, que es poseerle, y que
también es muy posible carecer de Él para siempre, padece en esta memoria a
manera de muerte.
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Estas tres necesidades representó también Jeremías a Dios, diciendo: “Recordare
paupertatis meae, absynthii et fellis”; que quiere decir: “Acuérdate de mi
pobreza, y de el Asencio, y de la hiel” (Thren. 3,19). La pobreza se refiere al
entendimiento, porque a él pertenecen las riquezas de la sabiduría de Dios, en
la cual, como dice San Pablo, están encerrados todos los tesoros de Dios (Col. 2,3). El axengio, que es
yerba amarísima, se refiere a la voluntad porque a esta potencia pertenece la
dulzura de la posesión de Dios; de la cual careciendo, se queda con la
amargura, según el ángel dijo a San Juan en el Apocalipsi (10,9), diciendo: “Accipe
librum, et devora illum, et faciet amaricari ventrem tuum; que quiere decir: “Toma
y come el libro y hacerte ha amargura en el vientre”; tomando allí al vientre
por la voluntad. La hiel se refiere a la memoria, que significa la muerte del
alma, según da a entender Moisés en el Deuteronomio (32.33), hablando de los
condenados, diciendo: “Fel draconum vinum eorum, et venenum aspidum insanabile”;
esto es: “Hiel de dragones será el vino de ellos, y veneno de áspides
insanables”. Lo cual significa allí carecer de Dios que es muerte de la alma. Y
estas tres necesidades y penas están fundadas en las tres virtudes teologales,
que son: fe, caridad y esperanza, que se refieren a las tres dichas potencias:
entendimiento, voluntad y memoria.
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Y es de notar que el alma en el dicho verso no hace más que representar su
necesidad y pena al Amado; porque el que discretamente ama no cura de pedir lo
que le falta y desea, sino de representar su necesidad, para que el Amado haga
lo que fuere servido; como cuando la bendita Virgen dijo al amado Hijo en las
bodas de Caná de Galilea (Io. 2,3), no pidiéndole derechamente el vino, sino
diciendo: “No tienen vino”. Y las hermanas de Lázaro le enviaron, no a decir
que sanase a su hermano, sino a decir que “mirase que al que amaba estaba
enfermo” (Io. II,3). Y la causa por que sea mejor para el amante representar al
Amado su necesidad que pedille el cumplimiento de ella, es por tres cosas: la
primera, porque mejor sabe el Señor nuestras necesidades que nosotros mismos;
la segunda, porque el Amado más se compadece viendo la necesidad de su amante,
y se mueve viendo su resignación; la tercera, porque más seguridad lleva el alma
acerca del amor propio y propiedad en representar su falta, que en pedir lo que
a su parecer le falta. Ni más ni menos hace el alma en este presente verso,
representando sus tres necesidades, lo cual es tanto como pedirle el remedio de
ellas. Porque decir: “decidle que adolezco, peno y muero”, es como decir: pues
adolezco y Él solo es mi salud; y pues peno y Él solo es mi descanso, que me dé
mi descanso; y pues muero y Él solo es mi vida que me dé la vida.
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