ANNA RHOGIO
UNA PEQUE PENSADORA
Peque tiene diez años, es inquieta como
una ardilla, inteligentísima y la atraen, como la luz de un farol a una
mariposa nocturna, los misterios del universo.
Las ideas giran a mil por hora en
su cabeza y vive dialogando consigo misma, haciéndose preguntas continuamente:
¿y por qué esto? ¿y por qué lo otro? ¿y aquello?
Entonces, ahora la sorprendemos
hablando consigo misma mientras se hamaca en la placita y mira el cielo
añil y el camino verde de las hormigas que llevan hojitas en la espalda:
-Pobrecitas, dele y dele trabajar.
Che, Peque, ¿podrías decirme por qué la maestra nos enseñó palabras tan
impertinentes como aumentativo y diminutivo, si hay otras más simpáticas
que los peques recordaríamos con facilidad? Yo reformaría el
diccionario y las cambiaría por agrandativo y achicativvo. ¿No te parece
genial?
-Me parece.
Y se siente feliz porque
siempre tiene razón y nadie le lleva la contra.
-¿No es aburridor que las
personas respondan una pregunta con: en realidad...
-¡Aburridísimo!
-Por ejemplo ayer, le pregunté al
almacenero de la esquina: Don José, ¿tiene esos deliciosos
caramelos de miel? Ando con tos.
Me contestó:
-En realidad tuve, pero se
terminaron ayer. Los días otoñales llegaron muy fríos,
neblinosos, todo el mundo anda resfriado y tosiendo. Espero que
además no te duela la garganta.
-No me duele. Muchas gracias.
Deme unos de menta.
-¿Ya juntaste esas hermosas
crujientes y doradas, para el collage del Señor Otoño? -me preguntó mientras
llenaba una bolsita con los caramelos.
-No, don José, esos trabajos son para
la clase jardinera y la de primer año. ¡Y YO ESTOY EN QUINTOOO!- me fui media
entrompada y olvidé los caramelos en el mostrador.
-¡Qué macana! ¡Necesitábamos comer unos
cuantos!
La hamaca la trajo a la realidad
cantando su chirí-chiró-chirirí-chiriró, y los ruidos de su panza le
avisaron: ¡hora de almorzar!
-Vámonos, Peque. Tengo un hambre...
-En realidad, yo tengo dos.
-¡Que no se te contagie la estupidez
humana, por favor!
-En realidad, a veces sucede de tanto
escucharla, igual que cuando se te pega una musiquita. Dale, vamos.
Por ahí se enteró de que esas frases
hechas se llaman "muletillas" y se repiten por
vicio o para darle tiempo de pensar al que le falla la sesera
cuando habla. Una graciosa idea le iluminó el corazón: mirá si las palabras
rengas o chuecas tuvieran que caminar con
"muletillas", ¿dónde las comprarían? ¿En la farmacia?
-Hay que ser buena lectora para que nunca
te falten excelentes palabras e inteligentes pensamientos, así
jamás pronunciarás barbaridades.
-¿Te fijaste que hasta los
conductores de programas, periodistas, entrevistados, etc. dicen
"en realidad" con tanta frecuencia y frescura que me
dan escalofríos?
-Me fijé y si pudieran oírme les
gritaría: ¡CHEEE! ¡AMPLIÁ TU VOCABULARIO QUE ESTÁS EN TELEVISIÓN!
-¿Mamá habrá hecho milanesas con papas
fritas como prometió?
-¡Ojalá, Peque! Y si no, le retiraré el
saludo por varios días. ¿Sabés lo que sería soñar con milanesas y
que al llegar a casa sólo hubiera guiso de arroz?
-Sí, sé. Pero ese guiso es
riquísimo. Muchos hambrientos del mundo quisieran un plato.
-Sip.
-¡Llegué, ma! -gritó Peque cerrando la puerta
con un golpe y saboreándolas de antemano, al oler el apetitoso aroma a
frituras. -¿Hay milanesas?
-Hay.
En la cocina-comedor, la tele estaba
encendida y una bella muchacha caribeña, cantante ella, respondía
las preguntas de la locutora:
-En realidad...
Cambió de canal y en la telenovela, un
apuesto galán, porteño de mi flor, le declaraba su amor a la damita:
-¡Creeme, mi clavel del aire! ¡En
realidad te amo!
Volvió a cambiar.
Y allá lejos, cruzando el Atlántico, en
un juego de preguntas y respuestas, adornado con castañuelas, alguien también
respondía para ganar euros:
-En realidad...
Más al norte, en su
amado Londres, ¡LA REINA LO DECÍA EN UN DISCURSO!
Peque no escuchó nada más, se le nublaron
los ojos y vio todo rojo.
Apagó el televisor.
-Dame, ma, que estoy hambrienta.
-No llegaste a las doce en punto como
te pedí, nena. En realidad tendría que...
Ignoró el resto de la frase y se quedó
embobada mirando el humeante manjar en el plato, tapándose las
orejas, intentando prestar atención a su voz interior:
-¿Viste qué suerte? ¡Al
final, sí, había milanesas!
-Había.
-¡Comé de una vez que
me muero de hambre y olvidate del "en realidad"!
-¿Cómo olvidarlo si hasta mamá lo dice?
¿Cómo, si también lo dicen en inglés? ¡Y lo dirán en italiano, francés y chino!
¿Cómo olvidarlo si es una epidemia mundial?
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