25/9/17


ANNA RHOGIO

UNA PEQUE PENSADORA



Peque tiene diez años, es inquieta como una ardilla, inteligentísima y la atraen, como la luz de un farol a una mariposa nocturna, los misterios del universo.


Las ideas giran a  mil por hora en su cabeza y vive dialogando consigo misma, haciéndose preguntas continuamente: ¿y por qué esto? ¿y por qué  lo otro? ¿y aquello?


Entonces,  ahora la sorprendemos hablando consigo misma mientras se hamaca en la placita  y mira el cielo añil y el camino verde de las hormigas que llevan hojitas en la espalda:


-Pobrecitas, dele y dele trabajar. Che, Peque, ¿podrías decirme por qué la maestra nos enseñó palabras tan impertinentes como aumentativo y diminutivo, si hay otras más simpáticas  que  los  peques recordaríamos  con facilidad? Yo reformaría el diccionario y las cambiaría por agrandativo y achicativvo. ¿No te parece genial?


-Me parece. 


Y se siente feliz  porque  siempre tiene  razón y nadie  le lleva  la  contra.              


-¿No es  aburridor que las personas respondan una  pregunta con:  en realidad...


-¡Aburridísimo!


-Por ejemplo ayer, le pregunté al almacenero de la esquina: Don José, ¿tiene esos deliciosos caramelos de miel? Ando con tos.


Me contestó:


-En realidad  tuve, pero se terminaron ayer. Los días otoñales llegaron muy  fríos, neblinosos, todo el mundo anda resfriado y  tosiendo. Espero que además no te duela la garganta.


-No me duele. Muchas gracias. Deme  unos  de menta.


-¿Ya  juntaste esas  hermosas crujientes y doradas, para el collage del Señor Otoño? -me preguntó mientras llenaba una bolsita con los caramelos.


-No, don José, esos trabajos son para la clase jardinera y la de primer año. ¡Y YO ESTOY EN QUINTOOO!- me fui media entrompada y olvidé  los caramelos en el mostrador.


-¡Qué macana! ¡Necesitábamos comer unos cuantos!


La hamaca la trajo a la  realidad cantando su chirí-chiró-chirirí-chiriró, y los ruidos de su panza  le avisaron: ¡hora de almorzar!


-Vámonos, Peque. Tengo un hambre...


-En realidad, yo tengo dos.


-¡Que no se te contagie la estupidez humana, por favor!


-En realidad, a veces sucede de tanto escucharla, igual que cuando se te pega una musiquita. Dale, vamos.


Por ahí se enteró de que esas frases hechas se llaman  "muletillas" y  se repiten por vicio  o para darle tiempo de pensar al que  le falla la sesera cuando habla. Una graciosa idea le iluminó el corazón: mirá si las palabras rengas o chuecas  tuvieran que caminar con  "muletillas", ¿dónde las comprarían? ¿En la farmacia?


-Hay que ser buena lectora para que nunca te  falten excelentes palabras e inteligentes pensamientos, así jamás  pronunciarás barbaridades. 


-¿Te fijaste que hasta los conductores de programas, periodistas, entrevistados, etc.  dicen  "en realidad" con tanta frecuencia y  frescura  que me dan escalofríos?


-Me fijé y si pudieran oírme les gritaría: ¡CHEEE! ¡AMPLIÁ TU VOCABULARIO QUE ESTÁS EN TELEVISIÓN!


-¿Mamá habrá hecho milanesas con papas fritas como prometió?


-¡Ojalá, Peque! Y si no, le retiraré el saludo por varios días. ¿Sabés  lo que  sería soñar con milanesas y que  al llegar a casa sólo hubiera guiso de arroz?


-Sí, sé. Pero ese guiso es riquísimo. Muchos hambrientos del mundo quisieran un plato.


-Sip.


-¡Llegué, ma! -gritó Peque cerrando la puerta con un golpe y saboreándolas de antemano,  al oler el apetitoso aroma a frituras. -¿Hay  milanesas?


-Hay.


En la cocina-comedor, la tele estaba encendida y una bella  muchacha caribeña, cantante ella, respondía  las preguntas de la locutora:


-En realidad...


Cambió de canal y en la telenovela, un apuesto galán, porteño de mi flor, le declaraba su amor a la damita:


-¡Creeme, mi clavel del aire! ¡En realidad te amo!


Volvió a cambiar.


Y allá lejos, cruzando el Atlántico, en un juego de preguntas y respuestas, adornado con castañuelas, alguien también respondía para ganar euros:


-En realidad...


Más al norte, en su amado Londres, ¡LA REINA LO DECÍA EN UN DISCURSO!


Peque no escuchó nada más, se le nublaron los ojos y vio todo  rojo.


Apagó el televisor.


-Dame, ma, que estoy hambrienta.


-No llegaste a las doce en punto como te pedí, nena. En realidad tendría que...


Ignoró el resto de la frase y se quedó embobada mirando el humeante manjar en el plato, tapándose  las orejas, intentando prestar atención a su voz interior:


-¿Viste qué  suerte? ¡Al final,  sí, había  milanesas!


-Había.


-¡Comé de  una vez que  me  muero de hambre y olvidate del "en realidad"!



-¿Cómo olvidarlo si hasta mamá lo dice? ¿Cómo, si también lo dicen en inglés? ¡Y lo dirán en italiano, francés y chino! ¿Cómo olvidarlo si es una epidemia  mundial?

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