MARCOS
DURAÑONA
LÍRICA
PARA PERDEDORES
(primera edición WEB elMontevideano Laboratorio de
Artes / 1017)
PRIMERA ENTREGA
POESÍA
ACORRALADA
La publicación de este poemario
iniciático de Marcos Durañona
(Uruguay, 1992) marca la irrupción de un joven en tránsito hacia la adultez
lírica y vital, a partir de un talento salvaje que empezó a ser desembuchado
desde que lo acorralaron no sólo los primeros llantos sino las precoces
pérdidas (golpes como del odio de Dios,
dramatizó blasfematoriamente Vallejo) que nos interpelan tarde o temprano como
tsunamis shakespeareanos destinados a que nos responsabilicemos de elegir el to be o la deserción sin remedio de la
batalla básica.
En
el último texto de este libro, titulado Libertador, el poeta resume con
menos angustia que atrevimiento, su última decisión:
La espera de la raíz es
de oro / pero se llega por el camino del horror / y entre el silencio que nace
tras las montañas. // A vísperas de doblarte las rodillas por Él.
Y si el lector no se
distrae, captará que se ha cumplido con el salto de garrocha prometido en Cigarra
de once años, el poema inaugural de Lírica para perdedores:
Once años atascados en mis cejas. Dando gritos a la nada. // Lento el tiempo
pero miento al viento que no pasa nada. / Cuando sudo
para escarbar en mis amplias fantasías te veo vivo pero lejos y de
arriba / como si yo fuera el muerto que habla. / Pero vi tu cara en
una cara persiguiéndome en la calle. / No le pidas que se calle al torbellino
de alegría.
Y tampoco puede
asombrar que los 53 puzzles reunidos en el libro consigan un parejísimo
rendimiento poético (y respondan, sin la menor duda, a una voz incanjeable) aunque los recursos utilizados para obtener el clic sean tan diferentes en cada uno de
los items y denuncien que acá se
utilizaron tallereos emperradamente desesperados (que por momentos se
emparentan con el tambaleo hiperlúcido y al mismo tiempo semiciego de las borracheras
bukowskianas) para que una torpe banda de apuntes emergidos de infelices
arcadas de desahogo se transformaran en golpes energizados para noquear a la
caoticidad del mundo.
Cerveza, por ejemplo, que fue garabateado realampagueantemente mientras el poeta
tocaba el timbre del cuartelito artiguista donde transcurren los talleres de
elMontevideano Laboratorio de Artes, pauta la vertiginosidad que irradian las
tempestuosidades psíquicas de Durañona:
Gato negro y gato blanco en la calle Lepanto. / Hoy voy a embestir la noche con las coronas de mis
manos. / No voy a usar palabras que no uso ni
mirar una luna que no es mía. / Hoy voy a bailar con la estrella que me quede más cerca / y rezar para ser usado en lo que quiero ser usado / para no ser tirado en la volqueta de la calle
Lepanto.
Lo que demuestra que este novísimo
plumífero no se conforma con menos del rompimiento de la piñata cósmica que nos
ayuda a glorificar la cruz y por lo
tanto está, literalmente, en el horno.
Porque lo suyo no es lucirse en las rondas de pajetas (Juan Pablo Pedemonte
dixit) sino agonizar lorquianamente para tratar de repartir el pan de la vita nova.
Hugo
Giovanetti Viola
Cuartel artiguista de la calle Lepanto / 2017.
I
Cigarra de once años
Once años atascados en mis cejas.
Dando gritos a la nada.
Lento el tiempo pero miento al viento
que no pasa nada.
Cuando sudo
para escarbar en mis amplias fantasías te veo vivo pero lejos y de
arriba
como si yo fuera el muerto que habla.
Pero vi tu cara en una cara
persiguiéndome en la calle.
No le pidas que se calle al torbellino
de alegría.
II
Manto de estrellas
Girando como rombo
ordené el silencio en el espacio
plateado.
Puse y pongo la eternidad sobre cada
antorcha
piedra sobre piedra ignorando su
polvo
bajo este manto de estrellas
te dormiste.
III
Tres cruces en la nuca
Turbia la noche vendida a mis
hermanos.
Locos los hombres que dan vuelta de
un golpe la luna en tu linda cara.
Vendaval enigmático. Solo has traído
triunfo eterno sobre nuestros muertos.
IV
Cerveza
Gato negro y gato blanco en la calle
Lepanto.
Hoy voy a embestir la noche con las
coronas de mis manos.
No voy a usar palabras que no uso ni
mirar una luna que no es mía.
Hoy voy a bailar con la estrella que
me quede más cerca
y rezar para ser usado en lo que
quiero ser usado
para no ser tirado en la volqueta de
la calle Lepanto.
V
Dos alces
En lo profundo del nudo se encuentran
dos alces desnudos.
Uno encima del otro. Cerca del rio y
los árboles.
Las tupidas lupas de las enramadas
se abrieron para que nos alcen las
estrellas.
Quieren que entremos al nudo con ellas. Pero
siempre desnudos.
VI
A Montevideo
Me he enterado que has vuelto
a esta ciudad de piedra dorada. Fortaleza
o callejón de matorral donde matamos indios.
Me he enterado que has vuelto
al jardín secreto y a la plaza con el sol apenas
quemándote los hombros.
Me he enterado que has vuelto.
A la patria del salitre y a la madre de las ratas.
VII
El plenilunio
La uva del sol que hace sombra a las tres
sillas agrietadas.
En el mismo lugar de la botella enterrada
sin mensaje ni barquito.
Pero entonces la luna cae del cielo
y en cinco horas eternas es tuya y te cambia el
alma.
El plenilunio te ama y no importa lo que hagas.
VIII
Decir que no
Veo la cara desde mi hermano traicionado.
El mundo no sería mi verdugo
con los pilares de la tierra en pie.
Pero nace de mí una pena con el nombre de hermano.
Uno no nacido y con tres cabezas al cielo más que
vos.
Pero te enseñó el nunca.
IX
El rayo
Para salir del abatimiento se debe ser conductor
del rayo.
En el momento que golpea se declara y se hace
consciente la postración.
Pero si el momento pasa y no fuiste capaz de
pararte y seguir cumpliendo
el as del rayo se guarda automáticamente bajo la
manga.
Y el mundo se detiene a la espera de tu elección.
X
Bajo el salitre
Frente a mi sombra de luna el viento golpea como un
colibrí.
El dulce dolor surge en mis entrañas pero la culpa
fría lo aplana.
Despojado ya de herrumbre donde me fumo la vida escupiendo
pulmón
voy a renacer bajo el salitre de mi propia casa.
Donde no soy blanco fácil para dioses.
Me quito la camisa de fuerza que una vez fue
chaleco antibala.
Perdí mi alma muy adentro mío.
El sol no brilla y el viento no sopla cuando me
escondo del amor.
Pero el salitre llega y como humo me filtro por las
chicas rejas de la libertad.
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