WALTER BORDONI
LAS CANCIONES SON VERDAD
por Jorge Costigliolo
(Montevideo Portal / 25 - 9 - 2014)
Desde hace más de 25 años, Walter
Bordoni viene cinchando en pequeños y medianos escenarios, dando la batalla de
la canción. A veces solo con la guitarra, otras con la complicidad de la banda,
más o menos rockero, más o menos tanguero, siempre fiel a una épica urbana que
es, al mismo tiempo, local y universal, se las ha arreglado, con paciencia de
buey, para sobrevivir en un medio que sabe ser hostil y que bien conoce de
medianías.
A su lista de trabajos, solo o en
colaboración, se suma ahora Talismanes y espejismos (Bizarro,
2014), un disco + DVD, buena excusa para mostrar el resultado de su paso por el
ciclo Autores en Vivo, organizado por Agadu. Pero además, hace cuestión de
meses, Bordoni publicó Penúltima apuesta (Yaugurú,
2014), un compendio de cuentos de su puño y letra, en el que el músico se
revela como compositor y pasa la prueba.
Con un disco nuevo de canciones inéditas que vendrá “a mediano plazo”,
una gira por el interior con sus compinches Jorge Galemire y Fernando Ulivi,
ganadora de los Fondos Concursables, Bordoni, joven casi jubilado, dice que
“tiene todo el tiempo del mundo”, y lo aprovecha bien.
En los últimos tiempos ha crecido tu
imagen pública, tu reconocimiento. ¿Por qué creés que pasó? ¿Tus canciones son
mejores que antes, la gente te descubrió tarde, la industria encontró una nueva
veta...?
Es difícil de saber. Tuve una primera
etapa cuasi amateur, que abarca dos discos. En el 97 salió Aguafuertes montevideanas, un disco compartido con
Gastón Rodríguez, y ahí hubo como un pico, no digo de superpopularidad, que tampoco
la tengo ahora, pero sí de reconocimiento. El álbum siguiente, Barrio virtual, lo saqué en 2002, y al día de hoy hay
gente que me dice ‘pah, no tenía ni idea de este disco’. Fue un período muy
especial del país también. Creo que también tiene que ver con el tipo de
canción que yo hago, que nunca ha tenido períodos de boom, pero sí una gran
permanencia. Pienso en tipos como el Darno, Dino, Cabrera, que han permanecido
décadas, y cada tanto la canción de autor, o de songwritters, tiene un empuje
un poco mayor. Cuando eso ocurre uno tiene que estar haciendo cosas, y en
general pega como un saltito.
Se me ocurre una hipótesis y es que
antes de la dictadura convivían los cantautores con las demás expresiones, pero
el formato banda del rock uruguayo de los 80 los sepultó, y ahora, en estos
últimos diez años, están empezando a reaparecer...
Yo ubico más bien períodos. A finales de los 80 y principios de los 90,
más allá de un pequeño boom que hubo del rock uruguayo postdictadura, hubo un
ciclo de recitales, muy permanentes, en La Barraca, por ejemplo, donde cantaban
Laura Canoura, Darnauchans, Cabrera, Mateo, Galemire, Jaime -ya más arriba-, y
en ese momento es cuando empiezan a hacer los Solís. Ahí me parece que hay un
pico. En el 90 hacen un Solís Darnauchans y Cabrera, en el 91 hace uno el Darno
solo, y Cabrera uno solo, Jaime Roos ya estaba más despegado... Después vino el
auge de la neocumbia o el pop latino y la otra camada del rock uruguayo, más de
estadio, con el Pilsen Rock y todo eso. Me parece que esas corrientes tienen
grandes booms, y por debajo, o el costado, está esta otra movida, que siempre
está, y cuando lo otro pasa de estar en un primerísimo plano, esta vuelve a
tomar un poquito más de protagonismo.
¿Y por qué creés que pasa eso? ¿Una
generación se cansa de la arenga y empieza a buscar otros contenidos, el
público madura...?
Sí, puede ser. Lo que pasa es que lo que tiene la moda es que pasa de
moda, y este tipo de canción tiene una permanencia mayor. Siempre recuerdo una
frase de Leonard Cohen, que dijo que el que se casa con el espíritu de la época
va a ser viudo en la próxima. Cohen, que es un tipo muy reconocido en Europa,
en Estados Unidos, y no es masivo. Hace discos nuevos y siempre tiene un
público, con altos, con bajos, como todo, pero está.
Nombrás a Cohen, que es un tipo de 80
años, y después hay referentes como Dylan, Tom Petty, Neil Young, que tienen
entre 60 y 70... ¿Ya no existen los ídolos de los jóvenes que tengan su edad?
Porque, por otro lado, a mayor edad, parecería que hay menos transgresión...
No tengo una explicación. Sí me da la impresión de que lo que pasó en
los 60 con los Beatles y alrededor de ellos, con respecto a que los ídolos de
pibes de 16 años eran tipos de 22, es una cosa excepcional. Me da la impresión,
no soy un estudioso. Pero nunca me planteé el transgredir como una meta. A
veces la mayor transgresión es ser uno mismo. Ser fiel a uno mismo, más allá de
las modas. Cada tanto pasa que viene alguno y te dice: ‘Che, por qué no hacés
una cosa más bailable, o más folklórico’, depende de cómo venga la onda. Nunca
me preocupé por eso. Hace poco saqué un libro, y el otro día hablaba con otro
escritor sobre que hay una verdad revelada de los editores que dicen que el
cuento no vende, lo que vende es la novela. Y los mismos tipos discuten sobre
si Borges es el mayor escritor de todo el siglo XX, o si solo es el mejor
escritor de habla hispana, ¡y nunca publicó una novela! Si te vas a dejar
llevar por esas cosas, estás frito. Y con las canciones pasa lo mismo. No tengo
muchas canciones que hayan sido súper radiadas, pero hay tres o cuatro que
(las) pasan. Mi canción más conocida, “Aguafuertes montevideanas”, se sigue
pasando desde el 96. El otro día fui a la televisión y me pidieron que la
cantara. Yo tenía pensado cantar otra.
Nunca se te pasó por la cabeza
transgredir, pero cuando agarraste la guitarra por primera vez, ¿qué te
impulsaba, qué estabas buscando?
En ese sentido sí hay transgresión. Creo que hubo una cosa visceral.
Desde antes de tener memoria yo cantaba cualquier cosa. Después empecé a tocar
el piano, la guitarra, y siempre fue algo que quise hacer. Y de alguna manera
siempre supe que iba a hacer eso. La primera transgresión es cuando decís en tu
casa que, además de tocar la guitarrita en los cumpleaños, te querés dedicar a
eso. Ahí ya estás chocando.
¿Estás jubilado?
No exactamente. Estoy prejubilado. Agarré un incentivo económico y dejé
de laburar en el banco hace tres años. Y me cambió. Estoy loco de la vida,
porque puedo hacer muchas más cosas. Tengo todo el tiempo para eso, y puedo
agarrar cualquier cosa que surja sin depender de tomarme una licencia, o un día
libre. No tengo horarios, nada. Pero lo tengo muy claro: el hecho de laburar en
otra cosa no puede ser una excusa para no desarrollar una carrera artística. Si
realmente estás convencido de lo que hacés y tenés la pasión, lo vas a hacer
igual. De los 25 años que tengo de carrera profesional, veintipico los hice
laburando de otra cosa. Y el artista era el mismo, y podía grabar un disco,
actuar y trabajar de otra cosa. Yo vivo para la música. Mi profesión es esa.
Después tenía un laburo, donde cumplía un horario, ganaba un salario y mi
familia y yo vivíamos de eso. Pero la cuestión vital, lo que me hace vivir, es
la música.
¿Creés que te pone trabas el vivir de
la música a la hora de ser vos mismo? Saber que de que esa canción que estás
haciendo suene en la radio depende pagar las cuentas...
Esa es la otra pata de vivir de la música. Creo que, salvo casos muy
contados que viven de sus canciones y sus discos, hay muchos compañeros que no
siempre pueden hacer lo que quieren. Nunca tuve que pasar por esa etapa, pero
hubiera sido muy doloroso tener que decir ‘voy a armar una cosa para tocar
temas de Sabina o Fito Páez en los boliches’, o tocar en una orquesta para
casamientos, que es un laburo tan digno como cualquiera, pero desde el punto de
vista artístico es bravo. Yo, cuando tuve un trabajo asalariado, tuve toda la
libertad. De repente me faltaba tiempo. Pero creo que todos los caminos son
válidos, y cada uno se revuelve como puede. Por suerte, hace unos años pude
equilibrarme como para dejar el trabajo, y ahora estoy dedicado a la música. Y
a escribir.
¿El libro surge en este último período?
Sí. La mayoría de los textos es de
los últimos cinco años. Penúltima apuesta, el cuento
que da nombre al libro, tuvo su primera versión hace más de 20 años. Pero tuvo
varias reescrituras. Todos los cuentos fueron reescritos para que convivieran
en el libro durante este último tiempo.
¿Sos de los tipos que no pueden dejar
de escribir?
En general siempre estoy escribiendo algo. Muchas veces eso que estoy
escribiendo es sólo para mí. Pero nunca tiro nada, y siempre estoy craneando
algo.
Pero si tenés algo para escribir, no
podés dejar de hacerlo...
No, si veo que hay algo, no puedo parar.
Cuando terminaste el libro, ¿te
encontraste con el mismo Walter Bordoni que compone, que canta canciones?
El libro es diferente, por distintas cosas. Evidentemente hay atmósferas
y cosas en común. El poder trabajar una historia en un cuento te permite más
desarrollo que una canción, por más narrativa que sea. Tengo muchas canciones
que son narrativas. Incluso en el libro hay un cuento, la noche de nadie, que
es la misma historia que está en una canción, que se llama igual, y que está en
mi segundo disco. Yo tengo muchas canciones que hablan de Montevideo, calles,
bares, épocas, sucesos históricos... El libro, por un berretín que me dio, no
está situado en ningún lugar geográfico reconocible, por más que el aire sea el
de una ciudad, o el de un barrio de Montevideo. Los nombres de los barrios, de
las calles, de los cuadros de fútbol son inventados.
Tu propio Santa María...
Sí, sí. Sin llegar a ese grado de elaboración. Quizás el lector, o el
escucha de mis discos, pueda decir ‘claramente, es el mismo tipo’, y capaz que
a otro no le parece. Me cuesta tomar distancia en ese sentido.
También sacaste un DVD. ¿Te reconociste
en esas imágenes? Siempre te escuchás, pero nunca podés ver realmente lo que
sos en vivo.
Encontré gestos, detalles. Pero quedé muy contento con el producto. De
cualquier manera, me parece que el centro sigue estando en las canciones.
Cuando le planteé al sello editar esto les dije que mi idea era que saliera
también el disco de audio. Creo que, si tiene un atractivo, está en las
canciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario