ENCUENTRO
CON LA SOMBRA
(El poder del lado oscuro de la
naturaleza humana)
Carl
G. Jung / Joseph Campbell.
ll
/ Marie-Louise von Franz / Robert Bly / Ken Wilber / Nathaniel Branden / Sam
Keen / Larry Dossey / Rollo May
/ M. Scott Peck / James Hillman / John Bradshaw y otros.
Edición
a cargo de Connie Zweig y Jeremia Abrams.
CIENTOSEPTUAGESIMONOVENA
ENTREGA
DÉCIMA PARTE
RECUPERAR NUESTRO LADO OSCURO
MEDIANTE LA INTUICIÓN, EL ARTE Y EL RITUAL
41: ASUMIR LA RESPONSABILIDAD DE
NUESTRA PROPIA SOMBRA
Ken Wilber (5)
La
desaparición de los síntomas es algo que no debe preocuparnos ya que los
síntomas desaparecerán sin que nos preocupemos por ellos. Si intentamos
exagerar los opuestos sólo para desembarazarnos de un síntoma estaremos
condenados al fracaso. En otras palabras, no se trata de intentar exagerar un
síntoma sin entusiasmo y verificar ansiosamente si ya ha desaparecido. Si se
escucha diciendo “Bien, he intentado que el síntoma empeorase pero todavía no
ha desaparecido” es que no llegado siquiera a conectar con la sombra y se ha
limitado a pronunciar una especie de conjuro intentando aplacar a los dioses y
a los demonios. Nuestra propuesta, por el contrario, consiste en transformarlos
deliberada y completamente en esos demonios hasta tal punto que toda nuestra
atención consciente esté ocupada en producir y mantener nuestros propios
síntomas.
Pero
cuando tomo contacto con mis síntomas e intento identificarme deliberadamente
con ellos debo recordar que, si esos síntomas tienen un núcleo emocional, se
trata de una forma visible de la sombra que no sólo contiene la calidad opuesta
sino también el sentido contrario. Si, por ejemplo, me siento profundamente
afectado y ofendido “a causa” de lo que cierto individuo me ha dicho, lo
primero que debo hacer es darme cuenta es de que yo soy el artífice de lo que
me está ocurriendo, de que literalmente estoy torturándome a mí mismo. Sólo
después de asumir la responsabilidad de mis propias emociones estaré en
condiciones de invertir el sentido de la proyección y de ver que, aunque
inconscientemente abrigue buenas intenciones hacia esa persona, el sentimiento
de sentirme dañado oculta, precisamente, mi deseo de dañarle. Así pues, “me
siento herido por tal persona” debe traducirse como “tengo ganas de dañarla”.
Esto no significa que tenga que golpearle (aunque, desde luego, también pueda
descargar ese impulso aporreando una almohada) sino que para integrarla basta
con ser consciente de mi cólera. Mi síntoma, el dolor, no sólo refleja la
cualidad opuesta sino también el sentido opuesto. Por consiguiente, tendré que
asumir la responsabilidad tanto de mi cólera (que es la cualidad opuesta de mi
afecto consciente hacia el individuo en cuestión) como del hecho de que la
cólera parte de mí y se dirige hacia él (que es precisamente el sentido opuesto
al que yo soy consciente).
Así
pues, en el caso de la proyección de una emoción primero deberemos darnos cuenta de que lo que nosotros pensamos que
el exterior nos está haciendo es, en realidad, lo que nos estamos haciendo a
nosotros mismos, que literalmente nos estamos atormentando a nosotros mismos y,
a continuación, deberemos comprender que ese
es nuestro deseo solapado de atormentar a los demás. “Nuestro deseo de
atormentar a otros” puede ser, según los casos, el deseo de amarlos, de
odiarlos, de tocarlos, de ponerlos nerviosos, de poseerlos, de mirarlos, de
matarlos, de abrazarlos, de estrujarlos, de atraer su atención, de rechazarlos,
de dar, de someterlos, de jugar con ellos, de dominarlos, de engañarlos, de
ensalzarlos, etc.
El
segundo paso, la inversión, es
esencial. Si la emoción no se descarga completamente en la dirección correcta
no tardaremos en volver rápidamente al antiguo hábito de dirigirnos contra
nosotros mismos. Cada vez que establezcamos contacto con una emoción, como por
ejemplo el odio, cada vez que comencemos a dirigir el odio hacia nosotros
mismos, invirtamos su sentido. ¡Dirijámoslo hacia el exterior! La alternativa
es pellizcar o ser pellizcado, mirar o ser mirado, rechazar o ser rechazado.
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