LA PEQUEÑA CRÓNICA DE ANA MAGDALENA BACH
SEXAGESIMOSEXTA ENTREGA
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Durante una boda, los chicos que
estaban bajo la vigilancia del señor Krause se portaron tan mal que tuvo que
reprenderlos severamente, y, al ver que esto no producía efecto, se decidió a
repartir unos cuantos golpes; pero, como los chicos ofrecieron resistencia, los
golpes fueron más fuertes de lo que se había propuesto. Cuanto esto llegó a
oídos del Rector, se puso muy enojado. A pesar del buen carácter de Krause y de
ser un hombre culto que se preparaba para ingresar en la Universidad, el Rector
lo condenó a ser azotado públicamente, ante toda la escuela. Sebastián, al
enterarse de la dureza e injusticia de esa sentencia, se quedó como si le
hubiera caído un rayo y quería recabar para sí toda la responsabilidad de
Krause. Dos veces intentó que fuese anulada aquella sentencia ignominiosa; pero
el Rector no quiso rectificar la decisión que había tomado en un momento de
cólera. El pobre Krause vino a casa para enterarse del resultado de las
gestiones de Sebastián y, cuando este se lo comunicó, con cara sombría, el
pobre se puso muy pálido y dijo:
-Entonces, señor Cantor, no me queda
más solución que huir y dejar abandonada la escuela. No puedo soportar esta
deshonra.
Y Sebastián tuvo que confesar que la
única solución era la fuga, pues la sentencia no sólo había sido cruelmente
vindicativa, sino que Ernesti llevaba su maldad hasta el punto de retener todos
los objetos y los sueldos de Krause que todavía estaban en sus manos, los
cuales no devolvió hasta recibir una orden terminante del Consejo.
Tales sucesos produjeron gran
intranquilidad a Sebastián. No sólo se apenaba por Krause, sino que sentía la
mortificación de que, en su cargo de Cantor, le había infligido una ofensa; y,
a partir de esa época, ya no volvió a tener amistosa con el Rector. Y esto no
era más que el principio. El puesto que dejó libre Gottfried Krause, se lo
dieron a otro Krause, Juan Krause. Sebastián no tenía buena opinión de este
joven y, un día que, regresando de una boda en compañía del Rector, hablaban de
las cualidades de Krause para el puesto de director de coro, le dijo Sebastián
que “era un perro de mala reputación”. Ernesti hubo de reconocerlo así, hasta
cierto punto; pero añadió que, no obstante, como Krause era un músico capaz,
quería nombrarle director de coro, y Sebastián, a quien todo aquel asunto le repugnaba,
no replicó más. Así, al dejar Gottfried Krause el puesto libre, fue nombrado
Juan Krause maestro del primer coro. Pero, como era de esperar, resultó inepto
para el cargo, y Sebastián se vio obligado a rebajarlo a subdirector de coro, y
nombró en su lugar al que hasta entonces había sido director del tercer coro, e
inmediatamente, como era su deber, se lo comunicó al Rector, explicándole las
razones que había tenido para tomar esa medida. Al principio, Ernesti no se
opuso a ese cambio; pero Krause, que se sentía ofendido, se presentó al Rector,
el cual le envió a ver al Cantor. Sebastián se enojó mucho en aquella
entrevista y, en un momento de cólera, dijo a Krause, con muy poca habilidad,
como yo me temía, que lo había hecho descender a subdirector para enseñarle al
rector cómo debía proceder en tales asuntos, en los que se había metido sin
tener derecho. Como era de prever, Krause fue con el cuento al Rector, el cual
exigió una explicación as Sebastián. Y Sebastián, en quien se había cumulando
la cólera, le repitió al Rector, sin suavizarlas, las mismas palabras.
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