18/9/17

LA PEQUEÑA CRÓNICA DE ANA MAGDALENA BACH



SEXAGESIMOSEXTA ENTREGA


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Durante una boda, los chicos que estaban bajo la vigilancia del señor Krause se portaron tan mal que tuvo que reprenderlos severamente, y, al ver que esto no producía efecto, se decidió a repartir unos cuantos golpes; pero, como los chicos ofrecieron resistencia, los golpes fueron más fuertes de lo que se había propuesto. Cuanto esto llegó a oídos del Rector, se puso muy enojado. A pesar del buen carácter de Krause y de ser un hombre culto que se preparaba para ingresar en la Universidad, el Rector lo condenó a ser azotado públicamente, ante toda la escuela. Sebastián, al enterarse de la dureza e injusticia de esa sentencia, se quedó como si le hubiera caído un rayo y quería recabar para sí toda la responsabilidad de Krause. Dos veces intentó que fuese anulada aquella sentencia ignominiosa; pero el Rector no quiso rectificar la decisión que había tomado en un momento de cólera. El pobre Krause vino a casa para enterarse del resultado de las gestiones de Sebastián y, cuando este se lo comunicó, con cara sombría, el pobre se puso muy pálido y dijo:


-Entonces, señor Cantor, no me queda más solución que huir y dejar abandonada la escuela. No puedo soportar esta deshonra.


Y Sebastián tuvo que confesar que la única solución era la fuga, pues la sentencia no sólo había sido cruelmente vindicativa, sino que Ernesti llevaba su maldad hasta el punto de retener todos los objetos y los sueldos de Krause que todavía estaban en sus manos, los cuales no devolvió hasta recibir una orden terminante del Consejo.



Tales sucesos produjeron gran intranquilidad a Sebastián. No sólo se apenaba por Krause, sino que sentía la mortificación de que, en su cargo de Cantor, le había infligido una ofensa; y, a partir de esa época, ya no volvió a tener amistosa con el Rector. Y esto no era más que el principio. El puesto que dejó libre Gottfried Krause, se lo dieron a otro Krause, Juan Krause. Sebastián no tenía buena opinión de este joven y, un día que, regresando de una boda en compañía del Rector, hablaban de las cualidades de Krause para el puesto de director de coro, le dijo Sebastián que “era un perro de mala reputación”. Ernesti hubo de reconocerlo así, hasta cierto punto; pero añadió que, no obstante, como Krause era un músico capaz, quería nombrarle director de coro, y Sebastián, a quien todo aquel asunto le repugnaba, no replicó más. Así, al dejar Gottfried Krause el puesto libre, fue nombrado Juan Krause maestro del primer coro. Pero, como era de esperar, resultó inepto para el cargo, y Sebastián se vio obligado a rebajarlo a subdirector de coro, y nombró en su lugar al que hasta entonces había sido director del tercer coro, e inmediatamente, como era su deber, se lo comunicó al Rector, explicándole las razones que había tenido para tomar esa medida. Al principio, Ernesti no se opuso a ese cambio; pero Krause, que se sentía ofendido, se presentó al Rector, el cual le envió a ver al Cantor. Sebastián se enojó mucho en aquella entrevista y, en un momento de cólera, dijo a Krause, con muy poca habilidad, como yo me temía, que lo había hecho descender a subdirector para enseñarle al rector cómo debía proceder en tales asuntos, en los que se había metido sin tener derecho. Como era de prever, Krause fue con el cuento al Rector, el cual exigió una explicación as Sebastián. Y Sebastián, en quien se había cumulando la cólera, le repitió al Rector, sin suavizarlas, las mismas palabras.

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