HONORÉ
DE BALZAC
PAPÁ
GORIOT
Título del original: LE PÉRE GORIOT
Traducción : OSCAR
HERMES VILLORDO
Prólogo de MANUEL
PEYROU
SÉPTIMA ENTREGA
PAPÁ
GORIOT / UNA PENSIÓN BURGUESA (1)
La señora Vauquer, de
soltera Conflans, es una anciana que hace cuarenta años tiene establecida en
París una casa de huéspedes en la calle Nueva de Santa Genoveva, entre el
Barrio Latino y el arrabal de San Marcial. Esta pensión, conocida por el nombre
de la Casa Vauquer, admite igualmente a hombres y mujeres, jóvenes y viejos,
sin que nunca la maledicencia haya atacado las costumbres del respetable establecimiento.
Verdad es que desde hace treinta años nunca se había visto allí a una muchacha
y que, para que un joven viviese, su familia debía pasarle una pensión muy
escasa. Sin embargo, en 1819, época en que comienza este drama, ocupaba la casa
una pobre muchacha.
Por grande que sea el
descrédito en que ha caído la palabra drama por el modo abusivo e inicuo con
que ha sido prodigada durante estos tiempos de dolorosa literatura, es
necesario emplearla aquí: no porque esta historia sea dramática en el verdadero
sentido de la palabra, sino porque, una vez terminada la obra, tal vez se hayan
derramado algunas lágrimas intra muros y
extra. ¿Será comprendida fuera de
París? La duda está permitida. Las particularidades de este escenario, lleno de
observaciones y de colores locales, sólo pueden ser apreciadas entre las
colinas de Montmartre y las alturas de Montrouge, en aquel ilustre valle de
cascotes que constantemente están a punto de caer y de arroyos enturbiados por
el barro; valle lleno de sufrimientos reales, de alegrías generalmente falsas,
y tan terriblemente agitado que se necesita un no sé qué de exorbitante para
que se produzca allí una sensación que dure algo. Sin embargo, se encuentran en
ese lugar, aquí y allá, dolores que la aglomeración de los vicios y de las
virtudes hace grande y solemnes, y ante los cuales los egoísmos y los intereses
se detienen y se apiadan; pero esta impresión es como un fruto sabroso
ávidamente devorado. El carro de la civilización, semejante al del ídolo de
Jaggernat, apenas retrasado por un corazón menos fácil de triturar que los
otros, que detiene su rueda, lo despedaza y continúa su marcha gloriosa. Lo
mismo haréis vosotros, los que tenéis en vuestras blancas manos este libro,
vosotros que os hundís en un muelle sillón diciéndoos: “Tal vez esto me
distraiga.” Después de haber leído los secretos infortunios de papá Goriot,
comeréis con apetito, achacando vuestra insensibilidad al autor, tachándolo de
exagerado y acusándolo de poesía. ¡Ah!, sabedlo: este drama no es ni una ficción
ni una novela. All is true, todo es
verdad. Es tan verdadero que cada uno puede reconocer sus elementos en su
propia casa, tal vez en su propio corazón.
La casa donde se
explota la pensión pertenece a la señora Vauquer. Está situada en la parte baja
de la calle Nueva de Santa Genoveva, en el lugar en que el terreno desciende
hacia la calle de la Ballesta por una pendiente tan brusca y tan ruda que los
caballos rara vez suben o la bajan. Esta circunstancia favorece el silencio que
reina en aquellas calles comprendidas entre la cúpula del Vâl-de-Grace y la del
Panteón, dos monumentos que cambian las condiciones de la atmósfera extendiendo
por ella sus tonos amarillos y sombreándola con los severos tintes que
proyectan sus cúpulas. Allí el pavimento está seco, los arroyos no tienen barro
ni agua, la hierba crece a lo largo de los muros. El hombre más indiferente se
entristece, como todos los transeúntes; el ruido de un coche es un
acontecimiento; las casas son sombrías; las murallas huelen a cárcel. Un
parisiense extraviado no vería allí más que casas de huéspedes e instituciones,
miseria y aburrimiento, vejez que muere y juventud alegre obligada a trabajar.
Ningún barrio de París es más horrible y, digámoslo, más desconocido. La calle
Nueva de Santa Genoveva, sobre todo, es como un marco de bronce, el único que
conviene a este relato, para el cual nunca estará bien preparada la
inteligencia por más colores sombríos e ideas graves que la llenen; de esa
manera, de escalón en escalón, la claridad disminuye y el canto del conductor
se ahueca cuando el viajero desciende a las Catacumbas. ¡Comparación verdadera! ¿Quién decidirá qué
espectáculo es más horrible, si el de unos corazones disecados o el de unos
corazones vacíos?
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