19/9/17


HUGO GIOVANETTI VIOLA


HABEMUS CIELO



UNO: SOPA DE HORROR



DÉCIMA ENTREGA



37



Abel Rosso pudo entrar al cuarto de cuidados intermedios recién al otro día, y encontró al padre de Senel desprendiendo gargajos ininterrumpidamente y con un trapo en la mano.


-Tranquilo, doctor. No hables. Me permitieron visitarte un momento, nomás.


-¿Te contaron lo que pasó?


-Sí. Ya sé todo. No hables.


-¿Pero te contó Senel que después que escuché el okey del urólogo sentí que me empezaba a morir y al principio quería irme?


-Eso me lo explicás mejor cuando vuelvas a sala.


-Y además al principio sentí que no creía en Dios -corcoveó para arrancarse una flema el hombre muy ceroso. -Hasta que de repente me puse a rezar Avemarías y Padrenuestros y después me canté Piedra blanca sobre una piedra negra entera, y vi a mi primera novia y a Brenda y a los chiquilines.


Entonces volvió a atorarse y una nurse le hizo señas terminantes a Abel, aunque Rabí pudo agarrarle un brazo y jadear:


-Hasta que al final pedí ayuda tres veces y no me fue concedida. Y cuando ya estaba completamente abandonado aparecieron dos letras gigantes que decían FE.


-¿No te podés quedar calladito un momento, corazón? -se abrió paso otra enfermera con facciones de Barbie. -Mirá que todo eso que viste son nada más que las alucinaciones de la anestesia.


Entonces Abel gritó:


-Dejalo hablar, tarada. ¿No te das cuenta que nos está contando lo más importante que le pasó en la vida?


La muchacha retrocedió desorbitadamente y Rabí roncó:


-Y allí fue que me di cuenta que escaparse del mundo es un pecado mortal.


-Claro -cabeceó la otra enfermera. -Por eso fue que te hizo efecto el oxígeno. Pero no te calientes con los tarados. Hay mucha gente que te va creer, igual.


-Es que yo todavía estaba anestesiado porque en ningún momento sentí la máscara del bolseo en la cara. ¿Entendés? Y cuando pude juntar saliva se los dije bien claro: Lo que importa no es el dolor. Y el trucha quemada se puso contentísimo y me preguntó: ¿Ah, si? ¿Y qué es lo que te sirve, gordo?


-¿Y vos que le contestaste? -se apasionó la muchacha, mientras Rabí desparramaba más mocos en el trapo.


-Les dije que lo único que iba a salvar al mundo era el amor incondicional y como me di cuenta que el trucha me seguía tomando el pelo le grité: ¿Y vos arriba te cagás de la risa, enfermo? Entonces achicó.


-Te veo en sala, maestro -le sonrió el hombrecito de barba entrecana a la enfermera y cuando llegaron a la puerta murmuró: -No te olvides jamás que la vida está muy bien hecha, hermana.


Y ella se dejó besar trovadorescamente la mano mientras las otras lloraban de risa.




38




Brenda se había traído un colchón más largo que el de Michita y lo acomodó en el suelo, al lado de la cama con barrotes metálicos donde ahora el viejo esquelético ronroneaba sonriendo.


-¿Poli ya grabó discos?


-Tiene unos cuantos clips subidos a youtube, aunque tocando en vivo.


-Ta. Yo no entiendo nada de todo eso, pero igual no me expliques. ¿Vos sabés que tu hija no le apunta a nada ni a nadie, como los arqueros zen? Hace todo para todos.


-Es que a la única que no le tocó ser santa en la familia fue a mí.


-Perdoname por haberte contado lo de Jerónimo -se le borroneó mucho la vocecita al hombre que casi no abultaba la sábana apenas iluminada por algunas rendijas fluorescentes.


-Pero mirá que lo que me contaste fue mucho menos grave que todas las otras locuras que hizo el flaco en la vida con las mujeres. Desde que iba al liceo. Le venía la adoración y se le declaraba a cualquiera. Qué te pasa.


-Ay, Dios mío. Salí del cuarto, Brenda. Por favor.


-Ah, ya huelo. Pobrecito -se incorporó la mujer de resplandor felino. -Estás igual que Sancho.


-Nunca me había pasado. Andate, por favor.


-Shhhh -ordenó ella sentándose en la punta de la cama mientras se acomodaba el pelo con remansada naturalidad.


-Ahora me siento el sindónico.


-Lo que tenés que hacer ahora es dejar de quejarte y ayudarme a que te envuelva con la sábana, Pirín.


-Es que Pirín no se cagó. Fue el hombre.


Brenda aprovechó para reírse divertida y se fue arrastrando de espaldas hacia la pared y al final pudo agarrotarle las piernas y la cabeza al viejo muy hediondo.


-Ta -jadeó triunfantemente después de cargarlo enrollado y sentarse deslizándole las piernas por abajo como en la mismísima Pietà. -Ahora voy a pedirte que me ayudes de veras, pero vos no te asustes.


-¿De qué puedo asustarme?


-Necesito que me beses el corazón. Me está latiendo como si fuera a reventar.


-Yo te adoro, Shejiná.


Entonces Brenda soltó la cabeza del hombre-títere y la sostuvo con su rodilla mientras se desabotonaba el piyama.


-Besámelo, por Dios -rogó desnudando la comba escultural de su pecho izquierdo. -Lo tengo lastimado desde antes de nacer. Nunca me lo pudieron curar, hasta que me cansé de explicarles que no había que morderlo.


Y al apoyar la boca de Pirín en su pezón azul la avitraló una especie de gracia de amamantamiento.




39




A Rabí lo llevaron a sala apenas le disminuyeron las expectoraciones y encontró una magnolia en la mesa de luz.


-Esto te lo manda Brenda -explicó Michita. -Pero ahora Senel va a traerte una sorpresa más linda, todavía.


Y cuando el hombre-muchacho de ojeras resplandecientes apareció con una computadora el doctor estuvo a punto de desengancharse de la sonda y el suero al mismo tiempo.


-Poli -jadeó. -Carajo.


-Sí -advirtió el cura señalando el televisor. -Pero no se zarpen mucho porque a las nueve juegan los bolsos por la Libertadores.


Y mientras iba instalando la cámara del skype torció la mirada oceánica hacia el hombre encepado:


-¿Sabés que todavía no puedo imaginarme cómo nos veías a nosotros durante la asfixia, viejo?


-Era como si allí estuvieran nada más que los nombres de ustedes, amontonados en fila. Pero a la única persona que vi cuatro veces fue a Benedicto XVI, rezando. Y vos todavía eras un adolescente con alas de garza.


-¿Y yo no toco ningún pito en las visiones, che? -teatralizó una ofensa retórica la vieja que había sustituido el rouge color geranio de las noches anteriores por su bermellón emblemático. -Y encima tengo que quedarme una semana más aguantándote los ronquidos.


-Bueno, si no me pesco una infección yo calculo que el viernes ya pueden darme el alta.


Poli llamó a las ocho en punto gritando con ordinariez de barrabrava:


-Aguante, gordo Osobuco.


-¿Cómo andás, Misobaco? El infidente incurable de tu hermano ya nos batió que pinta una sorpresa.


-Pa. Qué cura discreto -payaseó una mueca trompuda la guitarrista que hubiese enamorado enloquecidamente a Gauguin. -Ahora en San Alejandro se corre la bola de que chantajea a medio Pocitos con boconear las confesiones más asquerosas en el Montevideo Shopping.


Y de repente se puso a arpegiar el Lladre y después que cantó aterciopeladamente la letra reinventada por su tío Michita tuvo que levantarse para secarle la cara al doctor.


-Perdoné a Dios, papá. Y lo lamento por mi hermano el teólogo pero en mi caso no había otra solución.


La llamada se cortó enseguida de esa frase y el hombre-muchacho parecido a Rimbaud apoyó una mano mucho más firme que mansa sobre el rulerío endémicamente atallarinado de su padre.


-Esto ya justifica cualquier cáncer -suspiró el hombre derramando una paz tan azul como la de Michita.


Y la vieja tuvo que volver a pararse con el pañuelo.




40




Dos semanas después Brenda llamó por teléfono a Abel Rosso y le dijo que ahora aceptaba contestarle el reportaje para el blog de elMontevideano Laboratorio de Artes, aunque ya había perdido las preguntas.


-Okey -resopló aliviadamente el loco de Lepanto: -Demoraste seis años pero a Casiopea siguen entrándole a lo bobo. Y ahora que empezamos a hacer celu-reportajes en vivo la nota va a tener más gancho que nunca.


-Y yo me animé a volver a verme, además. Después de dieciséis años. Y no me da vergüenza confesar que la película me gustó mucho más que antes.


-Es que en este país todavía no se hizo ninguna otra cosa con ese vuelo, cara Simonetta nostra.


-Y hoy cuando vi la escena de la playa sentí como si alguien estuviera besándome las palpitaciones locas. Sonará medio cursi, pero yo me entiendo.


-Entonces capaz que aceptás acompañarnos en algún otro proyecto. Tenemos unos cuantos cortometrajes agatillados y los guiones que más me interesan los escribí todos para vos. Actúa la Vespucci o nadie.


-¿Sabés que estoy angustiadísima por Michita y Pirín? -eludió el tema la todavía actriz que brillaba como un velero emproado hacia el atardecer: -Yo no sé cuánto tiempo más puede vivir tu tío en ese apartamento.


-Ah, pero con ese tema va a ser muy difícil que den el brazo a torcer.


-Michita no va a aguantar, Abel. Y mirá que desde que volvió del sanatorio bajo horas a ayudarla todos los santos días.


Y en ese momento la hizo saltar la musiquita del aparato perverso y enseguida de leer el mensaje jadeó:


-Pa, acaban de avisarme que Pirín se pegó un porrazo en el baño y ya está llegando el SUAT. Después vuelvo a llamarte.


-Dale. Y cuidá esa fe que te cayó del cielo.


Ella estuvo unos segundos contemplando las fotos de la repisa donde la familia deshecha seguía reverberando con vocación de eternidad, hasta que manoteó las llaves como si tuviera que salir a pegar un salto de garrocha.


-Acaban de subirlo en una camilla -señaló el móvil de la emergencia Michita, abrazándose a sí misma: -Me parece que esta vez se fracturó la cadera.


-Eso se opera bien.


-Sí. Claro que se opera.


-Puede ir con él si quiere, señora -se le acercó una médica diminuta que tenía una mirada turquesa asustantemente hermosa.


-Ah -murmuró la vieja. -Mirá que antes que lo subieran mi esposito me dijo que Pirín te manda un beso en donde vos ya sabés. Y que el único quebrado es el hombre.


Y mientras la ambulancia se perdía de vista en la esquina Brenda se persignó.

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