RICARDO AROCENA
LOS SECRETOS DEL PODER
Reflexiones sobre el devenir
histórico, el discurso del poder, las teorías “conspirativas”, los complots, la
verdad, la post verdad y lo que nos dicen sobre magnicidios, atentados, guerras
e invasiones.
SEGUNDA
ENTREGA
ROMA
Decíamos
que conspiraciones han existido desde siempre. Por no creer en ellas en el año
44 A. C. a Julio César le fue mal, y eso que su mujer Calpurnia por un lado, y
por el otro un vidente ciego, le habían advertido el peligro de un trágico
final; este hasta le había comentado que pese a ser tradicionalmente fecha de
buenos augurios, tuviera cuidado durante los idus de marzo, es decir durante el
tercer mes del calendario juliano. Cuenta la leyenda que instantes antes de su
muerte ambos se cruzaron en una escalera y que divertido César le señaló que pese
a sus vaticinios aun seguía vivo, a lo que el ciego le respondió que los idus
no habían acabado aun.
Tenía
razón el no vidente. Poco después Julio César fue rodeado por los conspiradores
cuando pasaba por el Teatro Pompeyo y conducido a una habitación, adonde le fue
entregado un documento que exigía el retorno de la República. Mientras lo leía,
uno de los presentes, Tulio Cimber, tiró de su túnica mientras su cómplice Casca
se lanzaba con una daga sobre su cuello. César reaccionó, pero los presentes le
propinaron 23 puñaladas, aunque según el historiador Suetonio, solamente una,
la del tórax, resultó mortal.
El
cuerpo quedó abandonado a los pies de la estatua de Pompeyo hasta que
finalmente unos esclavos lo retiraron. César fue llevado para su casa en una
litera. Menos el asesinato, todo lo demás les salió mal a los conspiradores que
pretendían que la muerte pareciera no como una conjura sino como consecuencia
de una reacción circunstancial. Hasta habían planificado que el cuerpo fuera arrastrado
al Tiber, que los bienes de César fueran para el estado y por supuesto la
anulación de sus decisiones. Pero en el plano político tanto la conspiración
como el magnicidio en lugar de fortalecerla, menoscabó a la República, que fue
sustituida por un Principado, es decir una variante monárquica, que surge como
consecuencia de la lucha por el poder entre el sobrino nieto de César, Augusto
y Marco Antonio.
La
tragedia fue llevada al teatro por William Shakespeare, que reflexiona sobre la amistad, la
ambición, el poder, desde una mirada complaciente para con el ser humano. La obra, titulada con el nombre del asesinado,
inmortaliza el tenso momento del crimen. Veamos un fragmento.
“-Lucio:
De marzo corren 14 días
-Bruto:
Bien. Cuida de la puerta. Llama alguno. (vase Lucio) Desde que Casio censurara
a César no he pegado los ojos. Entre cumplir un acto tan terrible y mi primer
impulso, el intervalo es cuan fantasma de espantoso sueño. El alma y sus
potencias corporales en discusión están, y así podrá mi humano ser, como
abatido reino, cruel resolución. (Vuelve a entrar Lucio)
-Lucio:
Es el que llama vuestro hermano Casio que os quiere ver, señor.
-Bruto:
Di, ¿viene solo?
-Lucio:
Otros vienen con él.
-Bruto:
¿Tu los conoces?
Lucio.
No señor. Embozados todos vienen; y sus sombreros calados sobre el rostro para
que nadie conocerlos pueda por sus facciones.
-Bruto:
Pasen adelante (vase Lucio) Los conjurados son ¿Di, te sonroja, conspiración,
mostrar tu faz siniestra de noche, cuando el mal tan libre vaga? Dónde entonces
verás, al ser de día, caverna suficientemente oscura para ocultar tu cara
monstruosa? No la humana. No la busques. Tu rostro con sonrisas halagador
encubre, que es tentado. Tu natural semblante, ni el Enebro tan opaco será que
te guarezca.”
***
La
muerte de Calígula, coincide en muchos aspectos con la de Julio César. Ambos
fueron asesinados por el mismo número de senadores, a su vez fueron liderados
por un individuo llamado Casio (Casio Longino y Casio Querea), los dos fueron
víctimas de una conspiración para restaurar la República, y por último,
también, ambos asesinatos fueron llevados al teatro. Aunque en el caso de Calígula,
por el dramaturgo francés Albert Camus.
Comenta
en la Revista de estudios literarios María Araceli Laurence. (https://pendientedemigracion.ucm.es/info/especulo/numero47/caligula.htm
“Calígula es para Camus símbolo del absurdo en el ser humano y, también, de lo
absurdo del mundo. Dice Camus “era un tirano inteligente cuyos móviles parecían
a la vez singulares y profundos”. La obra tiene cuatro actos. La acción se
desarrolla en el palacio del emperador en Roma. En el acto primero, el
protagonista se transforma en un tirano cruel y despiadado, a partir de la
muerte de su hermana y amante, Drusila. El imperio comienza a padecer el terror
que imparte el emperador. En el acto segundo, la obra nos muestra cómo los
senadores planean una conspiración contra Calígula. Hace su aparición Escipión,
joven poeta y criado cuyo padre había sido asesinado por el soberano. Este personaje
siente, a la vez, rechazo y amor por el tirano. Los senadores son obligados a
adorar a Calígula como si fuese una divinidad. Helicón, su criado, le advierte
de las maniobras en su contra”.
El
arte, en este caso el arte teatral, tiene la
virtud de exponer en toda su dimensión los hechos, sin excluir los
enmarañados estados psicológicos de los personajes, por eso, para captar el
dramático momento del crimen, nada mejor que transcribir también en este caso,
un fragmento de la obra.
“ESCENA
14 (CALÍGULA gira sobre sí mismo, con expresión torva; se dirige hacia el
espejo).
CALÍGULA
¡Calígula! Tú también, tú también eres culpable. Así que, en el fondo, un poco
más, un poco menos… Pero ¿quién se atrevería a condenarme en este mundo sin
juez, en el que nadie es inocente? (Con profunda zozobra, pegándose al espejo).
Ya ves, Helicón no ha venido. La luna no será mía. Pero ¡qué amargo es estar en
posesión de la verdad y tener que llegar a la consumación! Porque me da miedo
la consumación. ¡Ruido de armas! La inocencia preparando su triunfo. ¡Ojalá
estuviera yo en su lugar! Tengo miedo. ¡Qué asco, después de haber despreciado
a los demás, sentir en el alma la misma cobardía! Pero tanto da. El miedo
tampoco dura. Me sumergiré en ese gran vacío en el que el corazón halla la paz.
(Retrocede un poco, regresa hacia el espejo. Parece más tranquilo. Sigue
hablando, pero con voz más queda y más concentrada).
CALÍGULA
Todo parece tan complicado. Y sin embargo es tan sencillo. Si hubiera
conseguido la luna, nada habría sido igual. Pero ¿dónde aplacar esta sed? ¿Qué
corazón, qué dios tendrían para mí la profundidad de un lago? (Se arrodilla y
llora). Nada hay, ni en este mundo ni en el otro, hecho a mi medida. Y eso que
sé, y tú también lo sabes (Alarga la mano hacia el espejo, llorando.), que
bastaría con que lo imposible existiera. ¡Lo imposible! En los límites del
mundo lo he buscado, en los confines de mí mismo. He tendido las manos
(Gritando.), tiendo las manos y te encuentro a ti, siempre a ti frente a mí, y
me inspiras un inmenso odio. No he seguido el camino adecuado, no me conduce a
nada. Mi libertad no es la buena. ¡Helicón! ¡Helicón! ¡Nada! ¡Nada de nada!
¡Ah, cómo pesa esta noche! Helicón no vendrá: ¡seremos culpables para siempre!
Esta noche pesa como el dolor humano. (Ruido de armas y cuchicheos entre
bastidores).
HELICÓN
(Apareciendo al fondo). ¡Guárdate, Cayo! ¡Guárdate! (Una mano invisible apuñala
a HELICÓN.) (CALÍGULA se incorpora, coge una banqueta y se acerca al espejo
jadeando. Se observa en él, simula un salto hacia adelante y, al ver reflejado
el movimiento simétrico de su doble, arroja la banqueta con todas sus fuerzas
contra el espejo, gritando).
CALÍGULA
¡A la historia, Calígula, a la historia! (El espejo se hace añicos y, en el
mismo instante, por todas partes, entran los conjurados armados. CALÍGULA les
planta cara, con una risa demente. EL VIEJO PATRICIO le hiere en la espalda,
QUEREAS en plena cara. La risa de CALÍGULA se convierte en hipo. Todos le
hieren. Con un último hipido, CALÍGULA, riendo y entre estertores, grita).
CALÍGULA
¡Todavía estoy vivo!”
***
La
historia registra que el 24 de enero del 41 un grupo de pretorianos comandados
por Casio Querea acuchilló a Calígula cuando le hablaba a un grupo de actores. Enterado
del suceso el Senado intenta reconstruir la República pero no lo logra ya que
los militares permanecieron leales a la figura del Emperador. De la crisis
emerge Claudio, el tío de Calígula, quien decide la ejecución de los asesinos,
con el beneplácito de la plebe.
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