14/9/17

SANDINO NÚÑEZ

HUMANIDAD 2.0: EL CAPITALISMO ALCANZA SU CONCEPTO


TERCERA ENTREGA


I (3)


Si la definición de ideología se asociaba habitualmente con la frase marxiana de “no lo saben pero lo hacen”, hoy habría que completar esa frase: “no lo saben pero lo hacen, porque lo saben hacer (y por eso lo siguen haciendo)”. O el cristiano “(Perdónalos Señor) no saben lo que hacen”, en no saben lo que hacen, pero saben hacerlo. Ahora el problema no es el misterio de qué es o qué significa o qué sentido tiene eso que hacemos (y que no sabemos, negativamente), sino la certeza (positiva) del propio saber-hacer (neutro), el saber técnico de nuestras prácticas sensorio-motrices expresable como un campo de conocimiento operacional objetivado (tecnología). La neutralidad de la técnica se ha vuelto directamente positiva —y ahí se consagra plenamente la abstracción tecnológica. El saber hacer técnico ahora se maneja y se potencia como un saber saber hacer tecnológico: la neutralidad de la interfaz y de las acomodaciones enactivas ya no se abstrae en la construcción de un mundo objetivo sino que se objetiva y se prolonga ella misma, explícitamente, como un sistema de conocimiento práctico directamente accesible al propio usuario en la forma de un prospecto, de un mapa o de una consola operacional. Un par de ejemplos extremos (aunque bastante evidentes) pueden resultar útiles.



1. Do it by yourself. La convocatoria neoliberal (o pos-neoliberal, para el caso importa poco) a las fuerzas productivas y al trabajo en términos de adaptación al nuevo ambiente o máquina o sistema o juego de un mercado global, reintroduciendo en la matriz tecno-económica, ya como operadores o agentes o distribuidores de economía, a aquellos que han quedado del lado malo de la máquina y a aquellos que podían llegar a vivirse y a pensarse como alienados en y por la máquina, fue verdaderamente simple e inspirada. Cantidades fabulosas de dinero provenientes de organismos multilaterales y de organizaciones internacionales de asistencia destinadas a fomentar a las micro y a las pequeñas empresas, a estimular el espíritu de emprendimiento, a cruzar ese espíritu en clusters de minorías o identidades descontentas (emprendimientos para madres solteras, para afrodescendientes, para mujeres solas, para comunidades altersexuales), que se sintetizan siempre en el comando o la consola técnica de la economía como conocimiento objetivo de las reglas del juego del mercado. Todo reforzado y apoyado en un incesante sermón de autoayuda protestante (que se estribilla en la educación, en la publicidad, en los medios, en los Estados), lleno de “se puede”, de operadores o agentes circulando por el sistema (operadores proactivos o reactivos, según sean buenos o malos), siempre provistos de una consola práctico-operacional que permite una especie de bricolaje adaptativo de autosuperación o de autoconstrucción (de reactivos a proactivos, y de proactivos a más proactivos), de resiliencia y de superación de las dificultades, de aprendizaje de los errores y reconocimiento de las oportunidades, de desempeño, rendimiento, plan, proyecto, viabilidad, ejecución, previsión, riesgo, márgenes de error. El sueño de no tener dueños o patrones, de manejar técnicamente mis propios recursos y mis propios instrumentos de producción, de ser en suma el gestor de mí mismo, de administrar mi tiempo y mi beneficio, se parecía a la libertad y a la felicidad en un mundo que había extendido a escala global y a la vez microscópica el ambiente agonístico del mercado, el intercambio y los negocios. Todos y cada uno de los cuerpos provistos del objeto mágico: la consola tecnológica desde la cual el cuerpo real puede manejar, mejorar y corregir su desempeño y su rendimiento. La desproletarización y la lumpenización técnica de la fuerza de trabajo fue brutal en todos los niveles. El trabajo y el capital ya no eran fuerzas contradictorias (desde una perspectiva técnica, ya lo hemos observado, nunca lo han sido): ahora podían trabajar cooperativamente para conducir al todo al bienestar y a la excelencia. Aunque después de la explosión todo quede exactamente en su viejo lugar (el viejo patrón que explota mi cuerpo como fuerza de trabajo es ahora un cliente al que le vendo mis servicios), lo que ha ocurrido es una diseminación masiva y global de la economía que es al mismo tiempo una concentración narcisista y microscópica del cuerpo que trabaja, produce o comunica, ensimismado en la verdad técnica definitiva de su propio saber-hacer y saber-funcionar. El capitalismo podía ser un momento histórico positivo, pero la lógica del capital es plenamente neutra. El cuerpo deja entonces de ser una fuerza y una potencia (negativa), e incluso deja de ser un objeto (positivo), para pasar a plantearse plenamente como fórmula (neutra), como algoritmos y operaciones. Como un mapa de acupuntura que releva los puntos que pueden tocarse, estimularse o inhibirse para lograr el resultado necesitado o deseado. Eso es lo que hemos llamado consola operacional: el comando desde el cual manejar remotamente las operaciones de todo el sistema. Una consola neurológica: todo el ser humano (lo que siente, lo que hace, lo que cree, lo que piensa) puede ser descrito y manejado como un sistema de interacciones electroquímicas complejas que ocurren en el cerebro. Una consola genética: todo el ser (su estructura, su desarrollo, sus propensiones, sus aptitudes, sus competencias) puede ser descrito y manejado como un sistema que surge de la combinación de unas pocas proteínas. Una consola energética o una consola conductual: todo el ser se describe y se maneja como un sistema de circulación de energías de distinta procedencia, intensidad y complejidad (hábitos alimenticios o sexuales, socialización, comunicación, etcétera). El cuerpo como operador positivo de economía ha sepultado al clásico malestar negativo del sujeto alienado, porque la tecnología es la consola o el control mágico que nos ha sido obsequiado como un espacio virtual o transicional neutro en el que las actividades y prácticas del cuerpo se perfeccionan, verifican y son devueltas al propio cuerpo, permanentemente, en la forma del placer inerte, sordo y elemental de la pericia y la destreza.

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