SANDINO NÚÑEZ
HUMANIDAD 2.0: EL
CAPITALISMO ALCANZA SU CONCEPTO
TERCERA ENTREGA
I (3)
Si la definición de
ideología se asociaba habitualmente con la frase marxiana de “no lo saben pero
lo hacen”, hoy habría que completar esa frase: “no lo saben pero lo
hacen, porque lo saben hacer (y por eso lo siguen
haciendo)”. O el cristiano “(Perdónalos Señor) no saben lo que hacen”,
en no saben lo que hacen, pero saben hacerlo. Ahora el problema no
es el misterio de qué es o qué significa o qué sentido tiene eso que hacemos (y
que no sabemos, negativamente), sino la certeza (positiva) del
propio saber-hacer (neutro), el saber técnico de nuestras prácticas
sensorio-motrices expresable como un campo de conocimiento operacional
objetivado (tecnología). La neutralidad de la técnica se ha vuelto directamente
positiva —y ahí se consagra plenamente la abstracción tecnológica. El saber
hacer técnico ahora se maneja y se potencia como un saber
saber hacer tecnológico: la neutralidad de la interfaz y de las
acomodaciones enactivas ya no se abstrae en la construcción de un mundo
objetivo sino que se objetiva y se prolonga ella misma, explícitamente, como un
sistema de conocimiento práctico directamente accesible al propio usuario en la
forma de un prospecto, de un mapa o de una consola operacional. Un par de
ejemplos extremos (aunque bastante evidentes) pueden resultar útiles.
1. Do it by
yourself. La convocatoria neoliberal (o pos-neoliberal, para el caso
importa poco) a las fuerzas productivas y al trabajo en términos de adaptación
al nuevo ambiente o máquina o sistema o juego de un mercado global,
reintroduciendo en la matriz tecno-económica, ya como operadores o agentes o
distribuidores de economía, a aquellos que han quedado del lado malo de la
máquina y a aquellos que podían llegar a vivirse y a pensarse como alienados en
y por la máquina, fue verdaderamente simple e inspirada. Cantidades fabulosas
de dinero provenientes de organismos multilaterales y de organizaciones
internacionales de asistencia destinadas a fomentar a las micro y a las
pequeñas empresas, a estimular el espíritu de emprendimiento, a cruzar ese espíritu
en clusters de minorías o identidades descontentas
(emprendimientos para madres solteras, para afrodescendientes, para mujeres
solas, para comunidades altersexuales), que se sintetizan siempre en el comando
o la consola técnica de la economía como conocimiento objetivo de las reglas
del juego del mercado. Todo reforzado y apoyado en un incesante sermón
de autoayuda protestante (que se estribilla en la educación, en la publicidad,
en los medios, en los Estados), lleno de “se puede”, de operadores o agentes
circulando por el sistema (operadores proactivos o reactivos,
según sean buenos o malos), siempre provistos de una consola
práctico-operacional que permite una especie de bricolaje adaptativo de
autosuperación o de autoconstrucción (de reactivos a proactivos, y de
proactivos a más proactivos), de resiliencia y de superación de las
dificultades, de aprendizaje de los errores y reconocimiento de las
oportunidades, de desempeño, rendimiento, plan, proyecto, viabilidad,
ejecución, previsión, riesgo, márgenes de error. El sueño de no tener dueños o
patrones, de manejar técnicamente mis propios recursos y mis propios
instrumentos de producción, de ser en suma el gestor de mí mismo,
de administrar mi tiempo y mi beneficio, se parecía a la libertad y a la felicidad
en un mundo que había extendido a escala global y a la vez microscópica el
ambiente agonístico del mercado, el intercambio y los negocios. Todos y cada
uno de los cuerpos provistos del objeto mágico: la consola tecnológica desde la
cual el cuerpo real puede manejar, mejorar y corregir su desempeño y su
rendimiento. La desproletarización y la lumpenización técnica de
la fuerza de trabajo fue brutal en todos los niveles. El trabajo y el capital
ya no eran fuerzas contradictorias (desde una perspectiva técnica, ya lo hemos
observado, nunca lo han sido): ahora podían trabajar cooperativamente para
conducir al todo al bienestar y a la excelencia. Aunque después de la explosión
todo quede exactamente en su viejo lugar (el viejo patrón que explota mi cuerpo
como fuerza de trabajo es ahora un cliente al que le vendo mis servicios), lo
que ha ocurrido es una diseminación masiva y global de la economía que es al
mismo tiempo una concentración narcisista y microscópica del cuerpo que
trabaja, produce o comunica, ensimismado en la verdad técnica definitiva de su
propio saber-hacer y saber-funcionar. El capitalismo podía ser un momento
histórico positivo, pero la lógica del capital es plenamente neutra. El cuerpo
deja entonces de ser una fuerza y una potencia (negativa), e incluso deja de
ser un objeto (positivo), para pasar a plantearse plenamente
como fórmula (neutra), como algoritmos y operaciones. Como un mapa de
acupuntura que releva los puntos que pueden tocarse, estimularse o inhibirse
para lograr el resultado necesitado o deseado. Eso es lo que hemos
llamado consola operacional: el comando desde el cual manejar
remotamente las operaciones de todo el sistema. Una consola neurológica: todo
el ser humano (lo que siente, lo que hace, lo que cree, lo que piensa) puede
ser descrito y manejado como un sistema de interacciones
electroquímicas complejas que ocurren en el cerebro. Una consola genética: todo
el ser (su estructura, su desarrollo, sus propensiones, sus aptitudes, sus
competencias) puede ser descrito y manejado como un sistema que
surge de la combinación de unas pocas proteínas. Una consola energética o una
consola conductual: todo el ser se describe y se maneja como un sistema de
circulación de energías de distinta procedencia, intensidad y complejidad (hábitos
alimenticios o sexuales, socialización, comunicación, etcétera). El cuerpo como
operador positivo de economía ha sepultado al clásico malestar negativo del
sujeto alienado, porque la tecnología es la consola o el control mágico que nos
ha sido obsequiado como un espacio virtual o transicional neutro
en el que las actividades y prácticas del cuerpo se perfeccionan, verifican y
son devueltas al propio cuerpo, permanentemente, en la forma del placer inerte,
sordo y elemental de la pericia y la destreza.
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