SOY
Y NO SOY: SAÚL IBARGOYEN
por
Francisco Trejo
(Crítica: revista
cultural de la Universidad Autónoma de Puebla / agosto-setiembre 2017)
TERCERA ENTREGA
¿Cómo
definirías el exilio con el lenguaje poético?
Es complejo definir
algo que se mueve, como la conocida teoría o principio de incertidumbre, Heisenberg.
Se genera todo un imaginario del exilio, que puede confundirse con el real.
México
está en deuda con los poetas exiliados o viceversa, ellos con México? ¿En qué
consiste esa deuda?
No creo que haya deuda
alguna, en cuanto los poetas exiliados de tantos países se integren, sí, a la
sociedad mexicana o a ciertos sectores de la misma manera productiva. Por su
parte, el país (hablamos en general) los acoge y, aun con tropiezos y
desencuentros se produce, en términos genéricos, una adaptación no conflictiva.
Eso sucede también con otros intelectuales.
¿En
qué público piensa Saúl Ibargoyen cuando escribe? ¿En el público mexicano o
uruguayo?
La escritura creativa no
permite (hablo sólo por mí) que el autor dirija su trabajo a “un público”, ni
siquiera a sí mismo. Uno escribe así, revisa, corrige, relee, hasta publica,
pero no sabrá nunca si hubo destinatarios prefijados, rostros de lectores de
capas medias, por ejemplo, salvo en casos de ciertas motivaciones con toques
especialmente subjetivos. Las palabras son botellas al mar con su mensaje en la
panza… Lo que sé es que en mis participaciones en foros, festivales, etc., en
América Latina y el Caribe, en general resulto bien recibido. Y conozco poco a
esos “públicos”. La poesía nos une, o sea, la palabra perenne.
¿Experimentaste
algún tipo de problemática con el uso del lenguaje durante tus primeros años de
exilio en México? Si es así, ¿cómo los resolviste?
Dificultades dentro de
un mismo idioma, que no desarticula, sino que se enriquece con distintas formas
del habla, con otros ritmos, y que a veces pasan a la escritura. Las maneras
que se dan en México son múltiples: eso en un inicio provocaba en mí complicaciones
de comunicación, como en otros exiliados. Aun dentro del exdefe se percibían
muchas diferencias, según las zonas de la gran ubre. Todo depende de las
franjas sociales que uno frecuenta. Y uno las resuelve en la mera práctica, en
las relaciones laborales, sociales, amicales, de pareja.
¿Cuál
es tu opinión acerca de la poesía comprometida? ¿Hay algo de este concepto en
tu obra?
Siempre hay un
compromiso previo, el del uso del idioma y su tránsito hacia el discurso
poético, que es un discurso de creatividad subjetiva y colectiva, es decir, un
discurso liberador, autónomo de los discursos del poder. Aun dentro de una
misma tradición, o de nuevas modalidades, ese discurso de liberación debe manifestarse.
El hecho de que en nuestra lengua se hayan abandonado casi del todo la rima y
las estructuras clásicas, bajo la resonancia de las vanguardias del siglo pasado
y movimientos posteriores, ha sido parte de esa liberación. Cuando se recurre a
esos procedimientos retóricos por parte de algunos autores, como también
sucede, aquellos pueden refrescarse con los nuevos aires de la Historia. El
otro compromiso está en lo ideológico y aun en lo político, y deriva del
anterior. El poeta puede comprometerse con la izquierda o la derecha o ser
neutral, lo que asimismo es compromiso.
Para
ti, ¿cuál es la utilidad de la poesía y cuál el valor moral del poeta?
Ayuda a percibir la
realidad desde otras perspectivas, porque las palabras vienen de la realidad,
de la acción social, de las operaciones de nuestra especie sobre el sistema
mundo. Si hasta en el discurso político, mediático, deportivo, religioso,
económico, etc., se dan con frecuencia asomos que podemos considerar como
poéticos. Después de todo, lo que entendemos por poesía viene desde la antigüedad
en función de la interrelación de la especie con las realidades físicas, que
fueron bautizadas. Por tanto, modificadas cultural y espiritualmente. No sé si
es útil, sé que resulta un producto inevitable de la cultura. Los valores
éticos importan más que los morales. Según decía Robert Graves: “El poeta es
dueño de su verdad, y esta no se renta ni se vende”. O algo así.
Toda
dictadura se ha planteado una reestructuración de valores dentro de la cultura.
¿Consideras que el papel del poeta exiliado es realizar una crítica y promover
la prevalencia de dichos valores que fueron puestos en riesgo?
Sí, el poeta exiliado
(y no sólo el poeta) tiende a cuestionar los valores impuestos por las
dictaduras. Se produce una reelaboración de esos valores, una especie incluso
de autocrítica o de percibir que el país de origen no era lo que habíamos
internalizado. Eso se da en la propia obra, pero asimismo en las actividades
políticas y culturales compartidas con muchos compatriotas de exilio. Es asunto
incluido en la lucha ideológica general. Aquí, en nuestra experiencia mexicana,
las mencionadas Jornadas de la Cultura Uruguaya de 1977 fueron el evento
colectivo mayor, y alcanzaron extraordinaria receptividad en cuanto a afirmar
valores democráticos y progresistas.
¿La
literatura del exilio manifiesta algún tipo de derrota?
Derrotas hay casi
siempre. ¿Cómo arribar a la palabra deseada? El ser humano está hecho
esencialmente de palabras. El verbo es carne. Inventó la poesía hace cuatro o
cinco mil años, bautizó el mundo, hasta ahora. Por tanto, en lo personal, me
agrego a ese fluir de modo natural. El verbo poético es sagrado porque la vida
misma lo es. Tal vez todo sea sagrado, aunque el sistema capitalista y las
formaciones autoritarias que vemos en la Historia no lo acepten así. Rebasa lo
personal, se expande aunque no se perciba. Pero según el estado del sistema
mundo, en esta coyuntura de crisis dentro de la crisis, ¿quién puede decir lo
que pasará? ¿Más derrame de conflictos, más hambrunas, más pobreza, más
concentración de riqueza, más matazones, más terrorismo de signo diverso,
guerra nuclear?
Si
partimos de que la poesía es un discurso encaminado hacia una verdad (una
verdad que en sí misma es un marcador de la existencia) del mundo y del hombre,
¿cuál es para ti esa verdad?
Habría que buscar
ejemplos. En esa literatura hacia la verdad, a veces durísima y descarnada,
siempre había una grieta de esperanza, por la obsesión de volver al país de
origen. La verdad suele doler, ella es lo existente que debe ser iluminado,
asimilado a la experiencia, para alcanzar tal vez verdades más altas. Por
ejemplo, escribir sobre la tortura bajo esos regímenes dictatoriales
significaba una denuncia pero asimismo un desahogo, una liberación y una
necesidad de justicia a corto o largo plazo. En Uruguay en ese tema se avanzó,
mas hay mucho que hacer todavía, asunto que ya debía haber sido resuelto por
los gobiernos progresistas. Pero es otro tema. Toda verdad debe ser compartida,
como el agua o los alimentos o la poesía o la justicia social. Esa verdad debe
basarse en un planeta Tierra que sea respetado como una partícula de vida
fecunda en medio de infinitos universos. Una verdad que nos ayude a develar el
sentido de nuestra presencia en el Cosmos, si es que ese sentido existe; una
verdad construida con miles de millones de verdades. Una verdad aislada tiende
a desaparecer.
La
poesía, como testimonio estético, ¿qué importancia tiene dentro de la historia
personal de un hombre? ¿Crees que su impacto tenga mayores alcances que rebasen
lo personal? En la historia latinoamericana, por ejemplo, ¿tu poesía, junto con
la de otros poetas del exilio, formará parte de un documento que deje
constancia de los acontecimientos sociales más impactantes del siglo XX?
Sí, así es. Pero no es
sólo tarea de los poetas. Difícilmente podemos decir hoy que “el poeta es boca
de su pueblo”. La mayoría no tiene mucha comunicación sensible (o ideológica)
con la sociedad de masas, por más que existan el internet, la página web, las
editoriales, etc. Las sociedades “posmodernas”, sobre todo las desarrolladas, o
como se las llame, están sometidas y -valga lo contradictorio- encerradas en la
globalización producida por la expansión del sistema capitalista salvaje. Es la
época de la mentira, de la desinformación, de las falsas verdades, de la doxa, de la posverdad. Muchos sistemas
de enseñanza prescinden del valor en sí de la poesía, pero también de la filosofía,
de la ciencia, de la Historia. Una forma de respuesta está en que los poetas
(los artistas en general), ubicados fuera del mercado cultural, generen sus
propios medios de producción y distribución. Existen muchos ejemplos en varios
países y el fruto de esa propuesta es estimulante.
¿Tiene
la poesía la facultad de reincorporar al individuo dentro de la historia? Es
decir, ¿puede la poesía recuperar el papel existencial del ser humano?
Ese rol puede ser
compartido con la filosofía y con la ciencia y la técnica al servicio de la
humanidad, y con las luchas sociales y la mera vida cotidiana. La poesía es
también acción espiritual transferida desde las limitaciones de la necesidad
hacia el reino de la libertad.
¿Es
correcto el concepto de “poeta exiliado”? ¿Te parece acertado o te suena más a
una etiqueta que puede llegar a incomodar?
Mejor que sea poeta,
nada más. La creatividad está por encima de las etiquetas. Volvemos a ratificar
que lo importante es el sitio desde el cual se escribe, un punto tan real como
imaginario, tan oscuro como evidente.
¿Si
te pidiera definir tu obra poética en unas cuantas palabras, ¿cómo lo harías?
Es un discurso
imperfecto-tradicional-lírico-épico-neosurrealista-místico-coloquial sustentado
por la aparente realidad de lo conocido.
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