25/9/17

WASHINGTON BENAVIDES (1930 - 2017)

EL BOCHA QUEDÓ ENCANTADO


Hugo Giovanetti Viola


Bocha: fue en el estudio de CX 30 donde piloteabas el legendario programa Canto popular, que un domingo a mediodía me confesaste con una angustia demasiado aljibosa:

-¿Vos sabés que cada vez que se me rompe la máquina de escribir me siento como la Venus de Milo?

Bueno, yo hace exactamente dos horas que estoy tratando de empezar esta paginita igual que si me hubieran amputado los brazos del alma.

Los orientales acabamos de perder a un maestro sin suplente y me es imposible redactar una obituaria protocolarmente correcta.

No te la merecés.

Y hacía falta, además, que llegara el momento de saberte abismado en la gran aventura (como le llamaba Jung a la finalización del tránsito tridimensional) para que yo empezara a quererte de verdad.
Y de esto me doy cuenta recién ahora, porque nunca pudimos entendernos del todo, más acá o más allá de un respeto fraterno y distanciado.

Pero no fim tudo dá certo.

Ahora estoy contemplando una reproducción del Cristo crucificado de Velázquez que me trajeron hace poco de España y se me ocurre que no hay ningún verdadero maestro que no termine rebrillando vencedoramente sobre la tan temida nada (metaforizada en este caso por la total ausencia de apoyatura narrativa que rodea a la luminosísima figura del poeta-profeta apenas vestido por el cetro espinoso y el perizoma de la pureza).

Y vos lo lograste, Bocha.

Me acuerdo que cuando se nos fue Alfredo utilizaste el insuperable koan de Guimaraês Rosa para afirmar que el flaco no había muerto sino que había quedado encantado.

Y en tu caso nadie puede negar de que el último medio siglo de nuestra cultura popular está irreversiblemente musicado por la dura dulzura de tu Fonte guerrera.

Una vez me contaste que trabajas todas las mañanas disparando hacia dos frentes: el del texto para ser cantado y el del poema desnudo.

Balzacianamente.

Y la tierra te fue respondiendo puntualmente a través de multiplicadísimas versiones que nos impregnan de una especie de avidez pajarina que el establishment almidonado tuvo que reconocer rechinando sonrisas de hipocresía reseca.

El amor incondicional a la poesía y a la música no aspira a ser velado en el Palacio de los Sueños Perdidos ni glorificado por la prensa mercenaria ni el academicismo narcisista.

Y para eso hay que ser herméticamente fiel a la luz de la cruz.

Está escrito que Entre las cosas hay una / De la que no se arrepiente / Nadie en la tierra. Esa cosa / Es haber sido valiente.

Y a la gran aventura se la enfrenta con güevos.


Vos lo lograste, Bocha.

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