CORIÚN AHARONIAN
(1940 / 2017)
UN
MAESTRO RIGUROSO
por Adriana
Santos Melgarejo
(El País / 2013)
En una tarde fría el sol se cuela por
las persianas e ilumina los cientos de libros de una vastísima biblioteca
personal que se encuentra en el mismo espacio donde Coriún Aharonián ha dictado
clases de composición y análisis a muchos de los músicos más conocidos de
Uruguay. Actualmente Aharonián es Director del Centro Nacional de Documentación
Musical Lauro Ayestarán y fue integrante de la Comisión del Patrimonio Cultural
de la Nación. Es autor de obras de cámara, orquestales y piezas de música
electroacústica. Ha disertado en diversos congresos nacionales e
internacionales y es autor de artículos,
ensayos y libros cuya temática ha girado en torno al análisis y la crítica sobre la educación musical,
la música académica y la popular, principalmente en el contexto
latinoamericano. Fue docente de la Escuela Universitaria de Música entre los
años 1989 y 1992. Es fundador del Núcleo de Música Nueva y director del sello Ayuí-Tacuabé.
Es autor de los siguientes libros: Héctor
Tosar, compositor uruguayo (1991), Conversaciones
sobre música, cultura e identidad (1992), Introducción a la música (2002), Músicas populares del Uruguay (2007), Educación, arte, música (2004, compilador) y Carlos Vega: Estudios para Los orígenes del tango argentino (2007,
compilador).
El producto de una vida
¿Cuáles
son los principales aportes de Lauro Ayestarán a la música uruguaya?
Creo que el aporte fundamental es al
autoconocimiento de los uruguayos; Ayestarán lo tenía como un objetivo.
Conocerse era muy importante para el proceso cultural subsiguiente. Por otra
parte, comunicó, para quienes querían darse por enterados, la importancia del
rigor en los estudios culturales, del rigor en la aproximación a las cosas del
pueblo, del respeto enorme a toda expresión cultural, fuera la que fuera, y a
todos los ciudadanos, entendidos como portadores de hechos culturales. Él
trabajó en todas las áreas de la música, las abordó con igual respeto y
las trató con el mismo nivel de importancia. Por tanto, el rigor era como un
objeto en sí mismo y se aplicaba de acuerdo a la materia que estuviera
trabajando. No fue sólo en la música, porque también hizo magníficos estudios
literarios, e hizo trabajos en ámbitos de la cultura más amplios -cultura en el
sentido antropológico y en el sentido de cultura culta. Es increíble la cantidad
de aportes que hizo en los poquísimos años que vivió.
¿Cuáles
eran sus métodos?
Su labor estaba acompañada por un
rastreo metódico y sistemático de fuentes, de referencias bibliográficas, de
referencias en los lugares más inesperados, de darle mucha importancia a
la documentación escrita, pero sin subestimar la tradición oral, aún para los
hechos de la cultura culta. Tuvo una capacidad analítica muy grande, no sólo en
el sentido del análisis musical, sino en el del análisis conceptual, y en
relación con el todo. Es decir, un hecho musical aislado formaba parte de un
todo en el que lo político y lo social eran parte fundamental. Era parte de su
metodología el hecho de entender una melodía compuesta por un señor en 1830 en
función del contexto -sociohistórico, sociocultural, sociopolítico. Era
admirable su capacidad para buscar, escarbar y encontrar documentos relacionados
con hechos de la música culta. Y en lo específico de la investigación
de las culturas tradicionales populares -en lo que en aquel momento se entendía
sistemáticamente como el campo del folclore- su exigencia, su rigor metodológico
llegaba a detalles increíbles, de un completísimo registro de datos. La grabación
de una canción o de una pieza instrumental se hacía junto con la información que
él obtenía con paciencia y también con astucia metodológica.
¿Se
adscribía a una metodología conocida o se lo podría catalogar como un autodidacta?
Era algo en elaboración, compuesto,
dialéctico, que surgía de sus lecturas sistemáticas de filosofía, antropología
y metodología de las ciencias del hombre. Partía de criterios metodológicos
establecidos, y especialmente los de los colegas que tomaba como referentes,
pero los discutía en relación con la realidad propia. Iba reinventando
los principios metodológicos y los iba corrigiendo. Tan es así que
sus completísimas fichas estaban cuestionadas por él mismo. Por ejemplo, al
importante dato de la edad del informante de un hecho folclórico, él le
agregaba no sólo la fecha y el lugar de nacimiento sino además los lugares
donde habían estado viviendo y los músicos que hubiera conocido y que hubieran
podido influir en su modo de hacer. Obviamente aquello que ese músico estaba
ofreciendo no era mera casualidad sino el producto de su vida.
Todas
las teorías de folclore
La
práctica de la lectura sistemática tal vez fuera algo habitual en la generación
del Centenario, ¿cree que había algo más en Ayestarán?
Ayestarán leía muchísimo y se mantenía
muy al día. Por otra parte, él se consideraba discípulo de Carlos Vega, con
quien mantenía una relación muy estrecha. Es fascinante el nivel de discusión
que mantuvieron vía postal; espero que podamos editar en algún momento esa
correspondencia, conjuntamente con las instituciones argentinas que guardan el
archivo de Vega. La discusión entre ellos es muy interesante pero en
algunos puntos Ayestarán va bastante más adelante que Vega. Por ejemplo, su concepto de
folclore es más avanzado que el de Vega, y abre más puertas a la música popular
viva que el propio inventor del concepto de mesomúsica
(el término propuesto por Vega para designar y estudiar sistemáticamente la
música popular). Ayestarán llega a la conclusión de que, una vez
delimitado el campo del folclore como el de las supervivencias,
buena parte de lo que él había grabado como
folclore era susceptible de ser clasificado como mesomúsica. La definición de lo
folclórico hecha por Ayestarán es más completa que la de muchos de los colegas
de su edad o un poco mayores -como Vega. Hay en esa etapa generacional
personas que tienen muy buena lectura de textos pero que tienen una visión
ingenua de la aplicación de esos contenidos en la práctica real. Ayestarán
recoge lo mejor de su generación y de la generación anterior, pero crea
muchísimo, en buena parte gracias a ese rigor del que hablábamos.
¿En
qué teoría se basaba?
En todas las teorías de folclore
existentes, de Thoms en adelante. Maneja una cantidad de información, pero
reelabora las teorías y las reinterpreta. Si uno compara sus definiciones y sus
formas de manejar la temática y el análisis de las situaciones con las de otros
folclorólogos de su generación, como los destacadísimos argentinos Isabel Aretz,
Bruno Jacovella, Augusto Raúl Cortázar, ve que la visión de Ayestarán es mucho más
respetuosa del ser humano. Está mucho más allá de esa concepción de hombre folclórico
como una especie de cucaracha humana, como un ser querible por lo simple y por
lo ingenuo, que está en las aldehuelas más allá de las
montañas. Ayestarán plantea insistentemente que todos somos portadores de
folclore, es decir, portadores de cultura tradicional. Está marcando la visión
metodológica con un cambio de enfoque, no está estudiando una cucaracha clavada
con un alfiler.
Se
podría decir que sus colegas se adscribían más a una visión decimonónica…
Ellos están en su momento histórico.
Isabel Aretz fue una personalidad brillante. Cortázar era un tipo muy
respetado. También Jacovella tuvo una trayectoria muy atendible. Entre las
características que permiten a Ayestarán una visión más avanzada, está su
relación con otras áreas del conocimiento. Por ejemplo, él se mantiene informado
y al tanto respecto a toda la creación musical culta, y está en condiciones de discutir
la originalidad o no originalidad, la validez o el valor negativo de un señor
del año 1890 o de 1934 o de 1960. Con errores o no, está en condiciones de
hacerlo, mientras que su propio maestro Vega no está en condiciones de hacer el
mismo análisis de su contemporaneidad. Vale la pena ver las cartas que Juan
Carlos Paz le escribe a Ayestarán en agradecimiento por sus notas críticas que,
dice, son las mejores que se han escrito hasta ese momento sobre su
música. Entonces, la visión que está teniendo sobre el hecho folclórico está
relacionada con esa visión mucho más completa del oficio de hacer música. Él
puede estar escuchando a Gardel con el oído de un músico total, con una visión
total del hecho musical, cosa que no era habitual. Puede escuchar a
Yupanqui y dialogar con él, se entiendan o no se entiendan. Esto es un aspecto
increíble de la personalidad de Ayestarán, algo que todavía no
hemos entendido suficientemente en el Uruguay.
Trabajar muy en serio
¿Quiénes
fueron sus alumnos?
Ayestarán trabajó mucho para tratar de
que su trabajo no parara con él. Tuvo una actitud muy generosa, fue un docente
empedernido y en parte tuvo suerte. Algunos de sus discípulos tuvieron trayectorias
notables, otros fueron desapareciendo y otros quedaron muy agradecidos pero no
se animaron a asumir las responsabilidades o el modelo que Ayestarán estaba
imponiendo en referencia a su trayectoria. Entre los discípulos que dejaron
aportes musicológicos valiosos y con reconocimiento público puedo
mencionar a Susana Salgado, que lamentablemente después se fue a EE.UU. y se quedó
allá. Antes de su partida, había publicado su Breve historia de la música culta en el Uruguay y su tesis sobre
Luis Cluzeau-Mortet. Posteriormente, colaboró con prestigiosos
diccionarios de la música. Otro de sus discípulos fue Walter
Guido, que se fue a Venezuela. Fue una personalidad muy respetada como
musicólogo. También hizo aportes a diccionarios, y entre otras cosas publicó un
Cancionero rioplatense (1880-1925) con
Clara Rey. Otros muchos canalizaron lo aprendido en sus actividades no
necesariamente musicológicas. Figuras de actividad muy diversa como Sara
Herrera, como David Yudchak, como Hugo García Robles, agradecen una y mil veces
lo recibido del maestro. Ayestarán sabía que le quedaba poca vida, porque había
tenido ya varios infartos; pero él confiaba
en que le quedaban cinco o diez años de vida. No imaginó que le quedaban sólo
pocos meses. En esa última etapa había formado, con una gran nobleza y una gran
generosidad, lo que él llamaba un equipo de trabajo, en el que a sus asistentes
nos regalaba
una especie de pie de igualdad. Y el equipo de trabajo lo formó con su esposa Flor
de María Rodríguez Romero para la parte coreológica; conmigo, y con Carlos Camino,
que era un muchacho muy activo, muy averiguador de cosas, y muy
entusiasta. Además, Ayestarán tuvo una labor docente muy interesante en Buenos
Aires en su cátedra de la Universidad Católica donde, entre otros varios, tuvo
como discípulos a Pola Suárez Urtubey, Raquel Arana y Raquel Casinelli de
Arias. Estableció un nivel básico de excelencia, comunicó mucho y muy eso de
que para ser musicólogo había que trabajar muy en serio. Con mayor o menor
suerte hubo varias cosas que fueron resultado de ese trabajo. Ginastera, que
era el decano de la Facultad de Artes y Ciencias Musicales, había llamado a
Ayestarán y había evitado llamar a Carlos Vega. Ayestarán trató de que el cargo fuera para su maestro y no hubo caso.
Hubo una correspondencia en la que Ayestarán dialoga con Vega sobre
eso. Vega le dice que tome el cargo; Ayestarán lo toma pero cuando se
enferma seriamente y el médico le prohíbe que viaje, pide que Vega quede a
cargo de la materia. Y Vega muere seis meses antes que Ayestarán. Esos alumnos
de la Universidad Católica de Buenos Aires tuvieron la suerte de tener
a Ayestarán y a Vega de profesores.
La
obligación de discutir
¿Cómo influyó en
Ud. la formación con Lauro Ayestarán?
Fundamentalmente
en comunicarme sentido de responsabilidad y de autoexigencia y de amor
al prójimo -eso es también una cosa central en el pensamiento de Ayestarán. É lcuando
está hablando de las supervivencias culturales habla de la memoria augusta
del pueblo; es un concepto muy lindo, quiere decir muchas cosas. Y a
uno lo obliga a estar a esa altura. No es fácil ubicarse en eso. Él
me comunicó esa rigurosidad metodológica. Era implacable en el cuidado de todos
los detalles. Ya hice referencia a lo riguroso de su trabajo de campo (por
ejemplo, la utilización del diapasón al comienzo de las grabaciones como
referencia ante cualquier problema técnico que hiciera que después la grabación
no estuviera a la velocidad exacta a la que había sido realizada). También
está el rigor en cómo oír, interpretar y analizar aquello que uno ha
recogido, aquello que uno ha grabado, tratándose de música tradicional popular.
Dentro de esa cosa forma de prepararme para el trabajo, me daba una grabación
de campo y me pedía que hiciera la pautación de música y de letra. Y entonces,
cuando yo iba con el resultado, él sacaba de la carpeta correspondiente su
pautación, y la comparaba exigiéndome que discutiera los puntos
de desencuentro. Era impresionante como principio metodológico. La
obligación del maestro y del alumno era discutir; era un concepto maravilloso
de metodología pedagógica. Incluso hay una anécdota, para mí emocionante, que
me contaba su viuda: la víspera de su muerte habíamos tenido una discusión
acalorada sobre una pautación mía. Habíamos discrepado sobre si una cosa era un
cambio de compás o era un calderón. Ahora no puedo recordar quién sostenía qué,
tanto da. Él tenía un bloquecito en la mesa
de luz en el que hacía anotaciones, y esa noche había escrito:
"Coriún no tiene razón". Fue el mejor regalo que me hizo la viuda en
el momento de la muerte de él. Hacía horas que habíamos estado discutiendo,
pero no estaba discutiendo conmigo sino con
él, porque había seguido pensando; yo había servido para esa discusión
consigo mismo. Quisiera saber cuántos musicólogos se animan. Otro ejemplo: él
estaba muy obsesionado por cuál era el criterio de afinación delos tamboriles
afromontevideanos. Mucho después de su muerte yo llegué a laconclusión de que lo que se estaba afinando no
eran alturas, que es una visión muy lógica en la musicología, sino que
se afinaban tensiones. No hay una quinta, una cuarta, una tercera de
relación interválica. Incluso un tambor más grande puede tener una afinación a
veces más aguda que el otro. Ayestarán no tuvo tiempo de llegar a esta conclusión
-o de rebatirla. Estaba obsesionado por tratar de encontrar cuál era la relación
de afinación. Entonces tomaba la grabación, escribía las posibles notas y las sometía
al juicio de auxiliares como Lamarque Pons, o yo. Estaba discutiendo consigo mismo
a través de una opinión que consideraba autorizada.
Combatir
las bobadas habituales
¿Ayestarán ayudó a
crear una identidad musical uruguaya?
Sí,
porque las identidades se generan espontáneamente, por sí mismas, en los agrupamientos
de seres humanos, pero también se construyen. Surgen por el propio proceso
de vida, pero también se construyen en diálogo con, entre
otras cosas, el poder (el poder político o el poder económico o el poder
de los medios de comunicación). Se produce una construcción identitaria en toda
América Latina una vez que se establecen los estados-nación; hay
una necesidad de que haya una definición identitaria de lo que queda dentro de
cada frontera política. Los intelectuales, en distintos momentos históricos de
América Latina, colaboran activamente, sin cuestionarlo, en el trabajo de
ir construyendo o ayudando a construir identidades. A veces con buen criterio y
otras veces con criterio discutible. En el Uruguay hubo etapas diversas que
tienen que ver con distintos momentos históricos. Hay un criollismo que surge a
fines del siglo XIX como afirmación frente a la avalancha de inmigrantes
extranjeros. Los intereses del poder querían acallar a la chusma rebelde
criolla por una inyección de sangre europea fresca. Fue algo muy complejo, que
Vega y Ayestarán analizan muy bien. Esa etapa criollista está trabajando en pos
de la creación de un modelo identitario que unifique un territorio. Después el
territorio uruguayo queda, como sigue estando ahora, a la merced de los medios
de comunicación. En los 50 la música popular era muy prisionera de los modelos
impuestos por la submetrópoli Buenos Aires y, como sigue estándolo, por la industria
cultural de Buenos Aires. La labor de Ayestarán, sobre todo en la década del 50,
es fundamental para generar una idea concreta, con hechos musicales reales, de cuáles
son algunos de los caracteres identitarios particulares de quienes habitamos el
territorio del Uruguay. Con una visión muy completa, Ayestarán se las arregla
para hacer una visión desde la frontera con el Brasil hasta el Río de la Plata,
entendiendo que todo eso es parte de la
personalidad del Uruguay, y además desafía las construcciones arbitrarias
de identidad nacional. Insiste en que el folclore se ríe de las fronteras, concepto
que habría que rescatar (especialmente frente al reciente campo burocrático del
"patrimonio inmaterial"). En este tipo de conceptos habría que
insistir aún hoy porque son muy avanzados y
muy importantes, incluso para combatir muchas bobadas habituales.
En los 50, el aporte sistemático de Ayestarán, hecho con criterio militante, de campaña mediática, de conferencias y clases en
el IPA y aquí y allá, hace que tomen conciencia de eso los jóvenes músicos
populares de la época. Y eso incide en la formación de una generación de
músicos populares y de músicos cultos que tomarán conciencia de la existencia
de un sistema de rasgos identitarios. Esa generación es resultado del trabajo
de Lauro Ayestarán. Se inicia de alguna manera con Amalia de la Vega, y sigue
con Aníbal Sampayo, con Osiris Rodríguez Castillos, con Anselmo Grau, con
Los Carreteros. E inmediatamente viene la generación de Viglietti, Los
Olimareños (con Rubén Lena, con Víctor
Lima), Zitarrosa, que ya tiene esa conciencia de estar construyendo algo
propio. Hubo distintos enfoques, con más o menos rigor. Anselmo Grau se
enorgullecía de haber sido alumno de Ayestarán, de haber ido a sus clases. Amalia
de la Vega recibía materiales de Ayestarán que ella cantaba en versiones
propias en la radio y grababa en discos -por ejemplo, "Memorias a
Artigas". Y eso se hacía material público a través de estos protagonistas
nacientes, frente a los modelos impuestos por Buenos Aires. Y no era planteado
con un criterio de combate chovinistatonto.
¿Se podría hacer un
paralelismo con la tarea de Kódaly en Hungría en cuanto a sutrayectoria como
recolector de música, como pedagogo, como crítico musical?
Quizá
más con Bártok. Kódaly es una versión más liviana, y además se mete en el terreno
de la educación pública en el que impone modelos con intención de homogeneización
a través de un método de enseñanza. Ayestarán, creo, no estaría muy de acuerdo
con el criterio de homogeneización. Era muy respetuoso de las diferencias. Él
discrepaba con los métodos de enseñanza de la época, e incluso le oí unas
rabietas enormes sobre lo burros que eran tales y tales representantes de las
autoridadese ducativas. Pienso que iba por el lado de esa labor de ayudar a la
toma de conciencia, que es de lo que fue protagonista sobre todo Bártok -al
principio conjuntamente con Kódaly, es cierto.
Claro, pero Bártok
era compositor.
Sí,
Ayestarán no se metió en lo creativo. No fue compositor y no pretendió serlo,
pero tuvo su formación en ese terreno; por eso puede discutir la problemática
compositiva. Por ejemplo, son impresionantes los comentarios que hace cuando el
jurado que él integra le concede el primer premio al Divertimento de Tosar, que fue presentado al concurso
latinoamericano del SODRE en el año 1957. Evidentemente Ayestarán
tuvo buenos maestros, pero también tuvo una excepcional
capacidad de autoformación, que mantuvo hasta el final de sus días.
Ayudado también quizás por haber tenido buenos maestros en su pasaje por
el secundario jesuita, como el historiador argentino Guillermo Furlong.
Probablemente -no lo puedo asegurar- varias pautas de rigor en el trabajo las recibió
en esa etapa adolescente.
¿Cuál es la
situación del archivo que está en la biblioteca del Congreso de
Washington?
El
archivo que está en Washington es un archivo mayormente de partituras, una colección
valiosísima que salió del país porque todos los sucesivos gobiernos desde la muerte
de Ayestarán se desinteresaron en hacerse cargo de nada. La llevó un mercader estadounidense
que se lo vendió a la Biblioteca del Congreso en Washington, donde -una vez
puesta en orden por Susana Salgado- se ha convertido en una de las
colecciones especiales de la Biblioteca. Desde el punto de vista puramente
técnico es un muy buen destino porque está muy cuidado. El catálogo completo
está on-line y se puede consultar. Lo perdimos nosotros como país, pero se
salvó de haberse destruido totalmente. Con la colaboración del Archivo General
de la Nación, el CDM (Centro Nacional de Documentación Musical
Lauro Ayestarán) está recuperando parcialmente esta pérdida, a través de copias
digitales.
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