EL
REPORTAJE MÁS DIFÍCIL Y MÁS HERMOSO QUE NOS REGALÓ DANIEL VIGLIETTI (1939 /
2017)
ATAHUALPA
YUPANQUI: “HAY GENTE QUE PARECIERA QUE NAVEGA BIEN Y RESULTA QUE ESTÁ NADANDO
EN UNA PALANGANA…”
(Brecha. Uruguay,
noviembre del 2003. Publicado originalmente el 10 de enero de 1986.)
Este
es el reportaje más hermoso y más difícil para mí. Quizá porque lo hermoso
cuesta trabajo. Le digo esto sintiendo que he aprendido mucho de usted. Somos
muchos los que hemos aprendido de usted en tanto poeta, músico, en fin,
creador. Este es el segundo reportaje que le hago. El primero recorrió un poco
su biografía y fue conocido por argentinos y uruguayos en mi programa radial Tímpano. Hoy andaremos otros caminos.
Por ejemplo, este pequeño apartamento que usted alquila en el barrio Montparnasse,
no sé, algo ha cambiado...
Yo ya no podía caminar.
Este cuarto estaba lleno de libros. Me gasté medio concierto en valijas. Me
compré siete de esos baúles de hojalata, que son livianos, porque aproveché que
hay un argentino que se va con su familia y alquilaron un cupo de metros
cúbicos para mandar por barco. Es gente modesta que no podía hacerse cargo de
15 metros cúbicos. Pensaban comprar tres y empezaron a buscar voluntarios y por
ahí alguien dijo: "Vea, yo no pienso dejar Francia pero me gustaría mandar
tal cosa", y entonces le vendieron un metro, y así...
Era
como repartir un regreso...
Como repartir el
regreso. Y me dicen: "¿Y usted no tiene nada que mandar?". Y yo:
"Uh, tendría tanto, pero no puedo...".
¿Usted
estaba pensando en el regreso?
Yo pensaba mandar
libros, porque ya pasaban de 600, y me dije, ¿qué hago? Cuando me toque irme
empiezo a regalar libros, cosa que me gusta regalar, pero después quisiera
consultarlos o que mi familia los lea, hay niños que algún día van a empezar a
mirar esas cosas...
Usted
decía "ellos vuelven", por esos amigos... Usted vuelve, usted va...
¿Cómo es eso?
Yo voy y vengo, yo voy
y vengo. Ahora yo pensaba, "me voy a aligerar".
No
es lo mismo ir y venir en épocas tan trágicas como las que vivió Argentina hace
unos años, que ir y venir ahora...
Claro. Yo pensaba qué
puedo hacer, cuando me toque volverme a mi tierra, ¿qué hago? Yo regalo los
libros, con mucho gusto, pero hay algunos que les tengo amor, que los he leído
tanto que están ya gastaditos. Hace 18 años que estoy acá, que vivo en París, y
voy y vengo, y me lo paso leyendo, y me arriman libros los amigos.
Me
comentaba que los amigos que ya no tiene en la vida, los tiene en el libro, en
el corazón...
Asturias... Neruda...
Vallejo... ¿Usted conoció a esos tres amigos?
A
Vallejo no alcancé a conocerlo. Lo leí muy tiernamente, cuando el asunto de
España. Pero él ya había muerto.
A Asturias y a Neruda,
sí los conoció.
Sí,
con Asturias hemos andado juntos mucho tiempo, muchísimo tiempo. Y con Neruda,
aquí en París. La última vez que lo vi fue cuando era embajador acá. Pero
después he vivido en su casa en Chile, nos hemos encontrado en Budapest, en
México, en Bruselas, en fin, en el mundo nos hemos encontrado. El Pablo de
siempre, el buscador de hombres y de almas. En estos 18 años, en los períodos
en que estaba en Europa, ¿cómo organizó la nostalgia, si es que la nostalgia se
organiza...?
No creo que se organice
mucho. Yo no tengo mucha nostalgia por una razón muy sencilla. Pienso que el nostalgioso
puede ser un arquitecto, un médico, un zapatero, porque son gente que no tiene
un medio inmediato -la aspirina espiritual- para curar la nostalgia, para curar
ese mal.
¿Y
usted siente que lo tiene?
Yo siento que lo tengo
por un invalorable asunto que se llama la música. Yo a veces pienso en mi
tierra continuamente, ¿no? Uno vive en función de su tierra. "El hombre es
tierra que anda", decía la voz indígena. El hombre es tierra animada.
Siento eso como una verdad que no me la desmienten así nomás, venga el tiempo
que venga. Vale decir, yo tengo nostalgia de Tucumán, adonde fui a pasar una
vez quince días y me quedé trece años. Al decir Tucumán digo Jujuy, Salta,
Bolivia. Haciendo viajes a caballo, cincuenta días, ida y vuelta. Sin salir en
los diarios, sin batir récords de ninguna naturaleza. Salía por amor al caballo
y a la noche y a la luna y a la tierra y a los hombres. A buscar canciones que
yo sabía que las iba a encontrar. Y si no las encontraba, las inventaba. Por
algo llegué a mil doscientas canciones...
¿Mil
doscientas canciones?
Mil doscientas y pico,
sí... Bueno. Yo tengo nostalgia de Tucumán, entonces antes de salir a la calle,
en la tarde, aquí, tomo mi guitarra y de repente me toco o me canto cuatro
zambas, dos vidalas, hago arpegios, los canto, los toco, los lloro, los rezo.
En ese amasijo, voy buscando mis propias conformidades a mis inconformidades
interiores. Y cuando salgo a la calle, a caminar, a tomar café con un amigo, a
escuchar un concierto, al Barrio Latino, cuando salgo no hay un tipo más
tucumano que yo. Entonces, chau nostalgia...
¿Y
si oye un tango?
El tango nunca me da
nostalgia. Me produce una emoción particular por los amigos que tengo, la
amistad con cantores de todo tipo y nivel: el inteligente, el sensible, el
culto, el buen cantor, el regular, el gran amigo, el otro, el chantita que
canta bonito pero es chantita... los he conocido, he andado, he orillado la
vida, lo que la vida arrima y saca y quita y ofrece y niega a los seres humanos.
Incluso a mí. A todos, ¿no? Perfecto, jamás. No lo seremos nunca. No hay pa'
qué... no hay pa' qué...
¿Una
búsqueda permanente, sin solución?
Lo importante es saber
que uno tiene que buscarse y encontrarse. Ese tipo de conciencia puede ayudar.
Entre
los que se buscaban, ¿muchos se han perdido en el camino?
Sí, algunos sí se han
perdido. Lo peor y lo triste es que a veces desorientan a otros. Cuando
alcanzan cierto prestigio, no le diré político, sino una cierta consideración
en la juventud, en un sector determinado, y de repente se los ve en un
renunciamiento evidente, entonces uno dice: "caramba, parezco mucho y soy
poco...".
Se
han hablado mares de tinta sobre la responsabilidad del escritor, del
intelectual; también tiene que plantearse la del cantor, ¿verdad?
Fundamentalmente.
No
es cosa fácil.
No es cosa fácil.
Hay
algunas reglas básicas a manejar?
No creo que haya
reglas. Creo que es una cuestión de orden moral. Hay un determinismo, algo
determina en los seres humanos ciertos asuntos. Por ejemplo, yo siempre tengo
como referencia la cosa de la tierra porque es lo que más me ha conmovido desde
que empecé a amar esto a los nueve o diez años y estaba más cerca del refrán,
de la sentencia del abuelo, de los tíos, del paisano, de los amigos de mi
padre. De los seres anónimos que la pampa tiene... muchísimos... alguna gente
invalorable.
En
la conexión de ese pasado y esa búsqueda con las nuevas generaciones, ¿qué
piensa de la situación de los jóvenes en nuestras comarcas?
Los jóvenes,
generalmente, hacen ostentación de una cosa saludable que es un anhelo de
superarse ellos, superando entendimientos. Ahora, ¿cuál es el camino, cuál es
la estrellita, la lucecita que se le puede encender a los jóvenes, para que
parezca ejemplar y saludable, digna de mención y de aplauso y de estímulo? Uno
no tiene por qué ser juez para decir "esto va y esto no va". Yo, por
lo pronto, no tengo condiciones para juzgar, no tengo por qué andar juzgando la
actitud de los muchachos. Pero a veces noto que van como detrás de una banda.
No le hablo musicalmente sino en la vida, en la formación, en el hogar, en el
lenguaje, en la lectura, en la meditación, en el conocimiento de la vecindad.
Como decían antiguamente los tucumanos en el lenguaje popular: "Hay gente
que pareciera que navega bien y resulta que está nadando en una
palangana...".
En
las referencias a su obra siempre alude a su amor a la tierra y a los hombres
en esa tierra. Pero yo creo que también hay que rescatar una alegría que usted
tiene adentro. Se la percibe a través de una parte de su cancionero, pero se le
ve cuando se habla con usted. Es un hombre que recurre continuamente al humor,
al refranero popular...
Yo creo mucho en el
refranero popular.
¿Y
en la alegría?
Claro. Forma parte. Las
definiciones sencillas. Una manera de cierto modo burlesca, una ironía. No sé
si una triste o alegre manera de tomarse el pelo a sí mismo, de tomarle el pelo
a la vida. ¿Será tan grave la vida, tan severa? ¿O somos nosotros que nos
hacemos los importantes?
Que
la agravamos...
Como decía Neruda: hay
gentes que no son ni intelectuales ni inteligentes. Entonces, ¿cómo los
podríamos calificar? Como inteligentuales..., decía Pablo (risas). Me rodean
los inteligentuales -decía- y estoy buscando simplemente el que da la mano y no
sabe qué decir y dice "pero vea qué cosa, ¿no?". Bueno, con eso dijo
todo ya, no diga más. Es como decir "qué lindo lo que estoy sintiendo...
un hombre darle la mano a otro hombre...".
Como
usted me dijo alguna vez, es gente que maneja un puñado de palabras y expresa
tanto...
Admirable gente, que se
maneja con trescientas ideas y treinta palabras diarias...
¿Y
cómo es su relación con la palabra?
No creo mucho en la
palabra. Es un arma tan linda, tan hermosa, y la han gastado tanto que más vale
pensar en aquel antepasado que decía: "Nosotros hablamos poco porque las
verdades no abundan". Creo más en ese refrán que en todos los discursos.
Pienso
que para los lectores de BRECHA, y en particular los lectores jóvenes, sería
lindo que usted nos contara cómo compone, como hace una canción, usted que ha
hecho tantas en estos cincuenta y cinco, casi sesenta años de trabajo.
La cuestión es no
apurarse. O sale de golpe. Yo nunca me siento, nunca me preparo para escribir
una canción. Va saliendo, la cosa va saliendo así, porque se me ocurrió. Porque
se me ocurre un tema, o a lo mejor buscando una frase para una copla, buscando
una línea, un verso, una idea para una copla determinada, para cerrar una copla
o un estribillo. Resulta que eso ya me da la idea para otro tipo de canción que
no tiene nada que ver con el caballo del que quería hablar, o con el arroyo o
el pajonal que quería citar. Es otro asunto.
La
primera chispita, ¿le viene por el lado de la palabra o por el lado de la
música?
Yo creo que viene por
el lado de la palabra. Después la música a mí me resulta más fácil.
El
asunto, primero.
El asunto. ¿Qué hablo?
¿Qué digo? A mí me ha ocurrido, por ejemplo, conmoverme profundamente haciendo
viajes, viajando de Buenos Aires a San Juan, o ir a Mendoza y de allí correrse
a San Juan por un callejón largo y desolado que es un desierto. Y hacerme
cuatro canciones, memorizadas, letra y música. Cuando llegué a San Juan ya
tenía cuatro canciones recontracantadas. Cada tres leguas cambiaba de canción.
Inventadas así. Tal vez no se puede mucho explicar. Si yo tengo que andar
explicando mi poema estoy traicionando algo que no tiene explicación. Así
salió. No lo analice. No se pueden analizar esas cosas. A mí me gusta que cada
canción sea una pequeña historia, una historia que dura tres o cinco minutos,
nunca más.
"Poema
para un dulce nombre", así tituló una canción suya referida a nuestro
Uruguay, donde usted vivió y conoció a mucha gente.
Alguna vez me
invitaron, allí donde nació José Artigas, a una casa quinta donde estaba
pasando unos días don Carlos Quijano. Pasamos una larga tarde. A Julio Castro
lo conocí en el semanario Marcha. Era amigo de mis amigos. Por ejemplo, de
Peloduro, Julio Suárez, otro inolvidable...
Fue
como una segunda patria para usted...
Fue, fue. Me lo conozco
bastante. Viví, medio continuo, dos años. Refugiado; porque no podía trabajar
en Argentina para nada. No me dejaban cruzar tampoco, no tenía documentos. Era
la época de Perón.
¿Cómo
es Uruguay?
Y, para mí,
extraordinario. Todo lo que se parecía a lo paisano yo no tenía que buscarlo
mucho. Me hacía acordar un poco a mi familia. Yo no precisaba ir a una estancia
a ver boleadoras, rebenques; ni potros, ni actitudes. Con observar a mi familia
ya estaba, ya estaban todos los paisanos. Eso me ocurría con el Uruguay.
Encontrar, por ejemplo, el lenguaje marinero en los paisanos del Interior...
que no estaban muy cerca del mar... "¿Qué tal, cómo te va, fulano?"
"Y ahí andamos, boyando, hermano, boyando...". Eso lo he escuchado a
los paisanitos...
Traje
este disco suyo y quiero pedirle que se lo dedique a mi hija Trilce y que,
siempre quise preguntárselo, me cuente dónde escuchó "Duerme
negrito", dónde lo recopiló.
En el río Magdalena.
Cerca de un pueblo donde nació un tal García Márquez. Se lo escuché a una mujer
que lavaba los platos en una parrilla. Ella lo cantaba. Cerca de la frontera
con Venezuela. En el río Magdalena, "largo proyecto de mar", como
dice Nicolás Guillén.
Se
lo escuché en el teatro Solís, siendo niño, supongo que antes de que usted lo
grabara. ¿Le gusta grabar?
Es diferente que cantar
en público...
Es
como tocar en la casa...
Sí, depende del motor
que lo anime a cantar. Hay gente que le gusta grabar como para lucirse, graba
mejor que lo que canta en público. Y se le nota cómo presume, hasta en su
manera de cantar, sobre todo si tiene buena voz. Eso que no le gustaba a Carlos
Vega. Él decía siempre: "Qué lindo cantan estos jóvenes, qué lástima que
cantan para el disco y no para la tradición". Cuando ponen todo el
material, toda la tecnología al servicio de su vanidad, de "lo lindo que
cantan o tocan"...
Es
como maquillar el canto...
Y se olvidan del
misterio...
Entonces,
cuando usted graba, ¿canta igual que frente al público?
Sí, sí. No hay que
tirarse a menos.
¿Cómo?
Cómo le diré. No
presumir. Prescindir de todo lujo. Por ejemplo, como diciendo, "yo podría
hacer estos mordentes más rápidos o con más agilidad; podría ganar en brillo,
pero pierdo en lo otro, me quedo solo, se me escapa el abuelo....".
Al
final de este encuentro, antes de su partida a Argentina, no diremos que el
abuelo se nos escapa. Diremos que este payador perseguido que tiene tantos
hermanos que no los puede contar, sigue pudiéndolos cantar, porque en creadores
de su dimensión, el hombre es tierra que canta.
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