30/10/17

LA PEQUEÑA CRÓNICA DE ANA MAGDALENA BACH



SEPTUAGESIMOSEGUNDA ENTREGA


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Cada miembro de la extensa familia de los Bach, ya viniese de Erfurt, de Arnstadt, de Eisenach o de cualquier otro punto de Sajonia, estaba seguro de ser bien acogido bajo el techo de Sebastián. Educó a su sobrino Bernardo, hijo de su hermano mayor, que le había educado a él, y ningún Bach le pidió inútilmente su ayuda. Su primo Juan Elías Bach, que era entonces Cantor en Schweinfurt, estudió durante algún tiempo en Leipzig y fue huésped querido en nuestra familia. Algún tiempo después de su marcha, nos envió, como prueba de agradecimiento, un barril de vino. Pero, al abrirlo, nos encontramos con que había desaparecido la tercera parte.


-Es verdaderamente lamentable -dijo Sebastián contemplando melancólicamente el barril medio vacío-; hay que llorar por cada gota que se pierda de este regalo de Dios.


El primo nos había prometido, para más adelante, el envío de otro barril; pero Sebastián calculó que, después de pagados los portes del barrilito medio vacío, le salía el litro de vino casi a cinco groschen (1).


-No -dijo, una vez hecho el cálculo-, cinco groschen por una medida es demasiado, no volveremos a recibir vino de Schweinfurt. Es un regalo demasiado caso. Escribiré a mi querido primo dándole las gracias por su bondad y su regalo, y le rogaré que no nos haga más envíos.


Por necesidad y por costumbre, heredada por todos los miembros de la familia Bach, era muy económico. Sólo recuerdo una ocasión en que malgastó cierta suma de groschen en una broma musical. Durante algún tiempo se encontró con un grupo de mendigos que se le acercaban con el mismo ruego, ascendiendo sus voces en un crescendo de súplicas en el que Sebastián pretendía discernir ciertos intervalos musicales. Hizo a menudo como si fuera a darles algo, aparentando luego que no llevaba dinero encima, con lo cual la gritería de los pobres se hacía penetrante. Les tendía entonces una pequeña limosna, calmando así un poco la plañidera queja.


-Pero -dijo Sebastián al contarnos el hecho-, quiero probar si una limosna mayor disminuiría progresivamente esas quejas hasta su extinción completa.


Cuando volvió a encontrar al “cuarteto de mendigos” -así llamaba a aquel grupo de vagabundos- les dio tan espléndida limosna que, con gran diversión suya, vio que el concierto disonante se fue apagando en la forma musical que había supuesto.


Notas



(1) Groschen: Moneda fraccionaria, equivalente a la décima parte del marco oro.

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