MARCOS
DURAÑONA
LÍRICA
PARA PERDEDORES
(primera edición WEB elMontevideano Laboratorio de
Artes / 1017)
CUARTA ENTREGA
XXXI
.
Quebrándome
en el silencio
que
dejó la mierda de tu amor.
Tu
amor burgués
seco
como rezo de perro.
Tu
culpa enmascarada.
XXXII
Chorrea
la lágrima del divino
por
los montículos de tierra verde.
El
heraldo de Eros no vino hoy por mí
en
este baldío de troncos huecos.
El
cielo despejado de los
cadenazos
de lluvia
va
a dejar rocío en el desamparo.
XXXIII
El
gusto dulce de la derrota
me
peina el alma
y
cultiva en el desierto
un
venenoso azul
de
primavera.
Labios
fruncidos y anillos sueltos
y
una rica flor me parte el alma
hasta
que nos perdono.
XXXIV
Una
flor caída del desierto
atravesó
mi cielo.
XXXV
El
poema de la derrota
libera
la pluma en este acto de bondad.
El
sabor agrio del arpón sucio
y
la victoriosa derrota
que
se huele en mis dedos.
Parte
del poeta podrido prefiere perderse
y
el muerto de las sienes de oro
funda
la frenética flauta de la duna ardiente.
XXXVI
Mareado
me soporto contra el muro
y
vomito el bicho.
Una
flor caída de la luna
me
hace amar el desierto.
XXXVII
Un
cuervo blanco
cae
al suelo
su
sombra desaparece
y
también gime por última vez.
Después
el gato se relame y resopla
mientras
la sangre forma una eterna catarata
en
el ojo infantil del cuervo blanco.
XXXVIII
Cuando
las puertas de fuego del cielo se abran
vas
a ver llegar al jinete de plata
como
una polvareda del mundo de plástico.
Pero
cantando sobre los huesos.
XXXIX
La
serpiente que lleva puesta una corona
me
pide siseando que trague más tierra.
Se
derrumban los caminos y el toro de oro
me
pide que vuele
que
me despegue las alas con dolor
y
me caiga en el cielo.
Sin
pedirle perdón.
XL
El diablo y la sombra
Los
barrotes deberían deshacerse en átomos
para
que puedas gritar “Freiheit”.
Pero
nadie escucha cantar los huesos
que
hay bajo el concreto y el piso de aceite.
Sólo
yo los veo llorar
cuando
el fulgor de las mandolinas
desata
la belleza del silencio.
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