LOS
CANTOS DE MALDOROR
CIENTOTRIGESIMOSEXTA ENTREGA
(Barral Editores / Barcelona 1970)
CANTO SEXTO
1 (1)
Vosotros, cuya
envidiable serenidad no puede hacer más que embelleceros el aspecto, no creáis
que todo es cuestión de seguir lanzando, en estrofas de catorce o quince
líneas, como haría un alumno de cuarto curso, exclamaciones que se tacharán de
inoportunas, cloqueos sonoros de gallinas cochinchina, tan grotescos como sea
posible imaginar, por poco trabajo que uno se tome; pero es preferible probar
con hechos las proposiciones que adelanto. ¿Pretendéis acaso que con haber
injuriado, como en broma, al hombre, al Creador, y a mí mismo, en mis
justificables hipérboles, mi misión está cumplida? No; la parte fundamental de
mi trabajo no deja por eso de subsistir como labor a realizar. De ahora en
adelante, los hilos de la novela moverán a tres personajes precitados, con lo
que les comunicarán una fuerza menos abstracta. La vitalidad se expandirá
magníficamente a través del torrente de sus aparatos circulatorios, y notaréis
cómo os asombrará encontrar, allí donde en un comienzo sólo creísteis descubrir
vagas entidades correspondientes al ámbito de la especulación pura, por un
lado, el organismo corporal con sus ramificaciones de nervios y sus membranas
mucosas, y por el otro, el principio espiritual que rige las funciones
fisiológicas de la carne. Son seres dotados de una vida pujante, que, con los
brazos cruzados y conteniendo la respiración, posarán prosaicamente (aunque
tengo la seguridad de que el efecto resultará muy poético) ante vuestro rostro,
ubicados sólo a unos pasos de vosotros, de modo que los rayos solares cayendo
primero sobre las tejas de los techos y los sombreretes de las chimeneas, irán
después a reflejarse ostensiblemente sobre sus cabellos terrestres y
materiales. Pero ya no serán anatemas, que detentan la especialidad de provocar
risa, ni personajes ficticios, que hubiera sido mejor que permanecieran en el
cerebro del autor; ni pesadillas ubicadas muy por encima de la existencia
cotidiana. Observad que eso mismo hace que mi poesía sea más bella. Palparéis
con vuestras manos ramas ascendentes de la aorta y cápsula suprarrenales, y,
además, sentimientos.
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