RAMANUJAN, EL HOMBRE QUE VIO EN SUEÑOS EL NÚMERO PI
(OpenMind / 22-12-2016)
El 16 de enero de 1913 una carta
reveló a un genio de las matemáticas. La misiva procedía de Madrás, una ciudad
—ahora conocida como Chennai— situada al sur de la India. El remitente era un
joven empleado del puerto de aduanas, de 26 años y un salario de 20 libras
anuales, que adjuntaba nueve hojas de fórmulas a primera vista incomprensibles.
“Estimado señor: No he recibido educación universitaria, pero he seguido los
cursos de la escuela ordinaria. He hecho un estudio detallado de las series
divergentes en general y los resultados a los que he llegado son calificados
como sorprendentes por los matemáticos locales”, comenzaba el escrito firmado
por S. Ramanujan. Un siglo más tarde, el legado de este genio indio
sigue influyendo en matemáticas, física o computación.
El reputado matemático
británico G. H. Hardy fue el estupefacto destinatario del
documento. Contenía 120 fórmulas entre
las que identificó una para saber cuántos números primos hay entre 1 y un
número determinado, y otras que permitían calcular a gran velocidad los
infinitos decimales del número pi. En algunos casos, Ramanujan había llegado sin saberlo a conclusiones ya alcanzadas
por matemáticos occidentales, como una de las fórmulas de Bauer para
los decimales de pi, pero muchas otras fórmulas eran completamente nuevas. Las
fórmulas venían solas, aisladas, sin demostraciones formales ni planteamientos.
Esta falta de metodología casi lleva a Hardy a tirar la carta a la basura.
“Deben de ser verdaderas porque, de no serlo, nadie habría tenido la
imaginación necesaria para inventarlas”, resolvió finalmente.
Esta afirmación dió origen al viaje
de Srinivasa Ramanujan (1887-1920) a Cambridge, a donde Hardy le invitó a
trasladarse para tratar de desentrañar el secreto de aquel genio autodidacta. Ramanujan llegó al Trinity College
esa misma primavera de 1913 en una época en la que el colonialismo todavía se
justificaba en base a la existencia de razas inferiores; una certeza que la extraordinaria capacidad del indio
convertía en sinsentido. Sin embargo, durante sus casi seis años en Gran
Bretaña, Ramanujan tuvo que soportar el racismo y el desprecio de la
sociedad inglesa.
Cautivado por el
número pi
Ramanujan es el icono de la intuición
matemática. Su caso es un espectacular ejemplo de cómo el lenguaje matemático
está inscrito en el cerebro de todos los seres humanos. De la misma manera que
Mozart visualizaba la música, este joven indio tenía la
capacidad de hacer brotar de su interior fórmulas matemáticas con las que
trataba de explicar el mundo. Procedente de una familia paupérrima,
Ramanujan formuló sus primeros teoremas a los 13 años. Y a los 23, ya era una
reconocida figura local en la comunidad matemática india, a pesar de que no
tenía formación universitaria. Había sido rechazado en la prueba de acceso en
dos ocasiones, por dejar sin respuesta todas aquellas cuestiones que no estaban
relacionadas con las matemáticas.
Sin embargo, este suceso no detuvo su
formación, que a partir de 1906 se volvió estrictamente autodidacta. En este
período, Ramanujan tenía una gran obsesión, que le perseguiría hasta el
final de sus días: el número pi. De su mano salieron cientos de
formas distintas de calcular valores aproximados de pi. Solo los dos cuadernos
que escribió antes de llegar a Cambridge acumulan 400 páginas de fórmulas y
teoremas. Gracias a los cimientos teóricos que Ramanujan colocó hace un siglo,
potentes ordenadores han calculado los 10 primeros billones de decimales del
número pi. Llegar más lejos se considera una prueba de fuego en el mundo de la
computación.
Muerte temprana
El método de Ramanujan, intuitivo y sin demostraciones
formales, chocó con la forma de trabajo científico que exigía que el
resultado fuera replicable, es decir, que otro matemático pudiera seguir el
planteamiento. El matemático solía afirmar que era la diosa protectora de su
familia, Namagiri, quien le mostraba en sueños las ecuaciones de sus fórmulas.
A pesar de las peculiaridades en su
forma de trabajar, sus resultados y el apoyo que tuvo siempre de Hardy le
llevaron a la Royal Society y a ser miembro
del claustro del Trinity College. Sin embargo, no
pudo disfrutar mucho de esos honores. Ramanujan, que tuvo durante toda su vida
una salud muy frágil, contrajo tuberculosis y fue confinado a un sanatorio en
1918. Un año después volvió a su tierra natal, donde murió en los siguientes
meses con solo 32 años. Esta muerte temprana le impidió
terminar las demostraciones completas de sus anotaciones. Su
legado, que ha sido recientemente retratado por Hollywood en el filme El hombre que conocía al infinito, va más allá de su
exotismo y supone un pilar de la teoría de números moderna.
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