14/8/18


JULIO CÉSAR CASTRO (JUCECA)

LA VUELTA DE DON VERÍDICO


CUADRAGESIMOSÉPTIMA ENTREGA


DOS CRIOLLOS


“Pero como no hay desgracia
que no acabe alguna vez…”
(del Martín Fierro)


Hombre que supo ser asunto serio pal mate, Cloruro Virola, el entreverau con Anzueluda Virola, mujer más desabrida que fumar contra el viento.


Cloruro la conoció una tarde, cuando él salía de la peluquería del negro Termostato Corujo, el día que el negro estrenaba sillón giratorio.


Pa festejar el estreno, el negro se había mandau al buche sus buenas cañas y hacía girar el sillón por gusto, pa divertirse, de novelero nomás.


Después, en lugar de afeitar pasando la navaja por la cara del cliente se quedaba quietito con la navaja a la altura de la cabeza del otro y le hacía dar vuelta el sillón. Buen pulso el negro. En toda la tarde bajó nada más que dos orejas. Que después los clientes vinieron a reclamar las orejas pal injerto, él se las dio cambiadas, y los pobres quedaron escuchando cualquier cosa porque estrañaban.


A Cloruro lo afeitó en siete vueltas de sillón, sin un tajito, pero después no le podía parar el sillón que había agarrau una velocidá infinita. Cloruro a los gritos prendido al sillón y apenas si se veía pasar frente al espejo y el negro a las risas y aquello que no paraba y los gritos del otro “Pareló… pareló negro del diablo, pareló que me reviento, carajo!”.


Como el negro se había tirado en el suelo a reírse, Cloruro se quiso bajar con el sillón a toda velocidá. Salió como si lo hubieran tirado a la pedrada, y embocó justo en la puerta. Quedó abrazau a la china que pasaba en ese momento, y como seguía dando vueltas se la llevó bailando como dos leguas.


Era mujer con compromiso. Dende hacía un tiempito vivía con Eructante Florete, hombre malo. Un día que la mujer compró escoba nueva él fue y le cortó el palo, pa que tuviera que barrer agachada. Después, al piso de tierra le pasó papel de lija pa que largara bastante polvillo. Como la mujer se pasaba el día agachada, él la usaba como mesita ratona pa ponerle arriba la tabaquera, el mate, la caldera y los fóforos. Si le caía algún amigo la usaba pa jugar a la baraja, y dos por tres le quemaban el lomo con los puchos. Era un hombre malo.


Al perro en lugar de tirarle güesos le tiraba fierros. “¡Ahí tiene un caracú y que le aproveche!”, le decía, y le tiraba una tuerca. Si el perro le saltaba arriba pa hacerle fiestas, él le sacaba el cuerpo pa que se diera contra el suelo. Pa que no moviera la cola cuando estaba contento, se la ató con un alambre a una pata de atrás. Cuando el animalito se alegraba y hacía fuerza pa mover la cola, se le reviraba la pata y ¡ñácate!, perro al suelo. Al final nunca movía la cola porque maldito si tenía de qué estar contento. Eructante era un hombre malo.


Cuando se enteró que Cloruro al salir de la peluquería le había llevau a la mujer bailando un par de leguas, salió a buscarlo.


Lo fue a buscar al boliche El Resorte. Taban la Duvija, Curitibo Merluso, el tape Olmedo, Oh Salve América Goyete, el pardo Santiago, Rosadito Verdoso, el Aperiá Chico y Furibundo Fu, tomando unos vinos y jugando a la payana.


Lo primero que hizo Eructante Florete al entrar, fue patearles las payanas. El hombre venía facón en mano, y golpeó con el fierro arriba del mostrador. El barcino se corrió pa la otra punta. Pa evitar un encontrón, que nunca falta cuando un pobre juega a la payana, naides le dijo nada.


El hombre se acodó a tomar una caña. Del techo venía bajando una arañita por su tela, feliz y contenta se dejaba caer, cuando Eructante le puso el pucho prendido por donde ella venía. Se ve que sintió el calor en la colita porque pegó una trepada por la tela que no se le veían las patas. Era un hombre malo.


Cuando Rosadito Verdoso le iba a reventar un cajón de higos en la frente, dentró al boliche Cloruro Virola, bien afeitadito y descuidado. El otro, facón en mano, le pegó el grito:


-¡Cloruro Virola! ¡Lo estaba esperando pa darle una afeitada en seco y sin cobrarle nada pa que sepa respetar las chinas con dueño. ¡Si es macho, desenvaine!


Cloruro echó mano a la cintura, y sacó mate y bombilla. Con una cosa en cada mano le hizo frente:


-¡Aquí estoy a su mandau, bombilla plata y oro con iniciales grabadas, y le diré que esa china baila como la mona!


A Eructante se le pusieron las vistas como soplete, ya le iba a llevar la carga cuando se metió en el medio la Duvija.


-¡Alto ahí! Una de dos; se baten a facón o se baten a mate y bombilla, porque así la cosa es muy dispareja y no es custión.


Como Cloruro no tenía facón, se batieron a mate amargo. Tres días con sus noches tomando mate sin aflojar, los cebadores se turnaban pa no acalambrarse. El Aperiá Chico no daba abasto pa calentar agua en un tanque, mientras el pardo Santiago iba talando un monte pa sacar leña pal fuego.


Tres días con sus noches, meta mate y dale que va. Terminaron la barrica de yerba, y los dos últimos mates taban tan lavados que se les veía el fondo.


El tape Olmedo hacía de juez, y dio el fallo:


-Esto ha sido clavau un empate.


Eructante y Cloruro eran dos criollos, y dos criollos tres días con sus noches tomando mate, al final terminaron como hermanos.


Cuando se despìdieron se pegaron un abrazo y no faltó algún lagrimón.


Ya en el adiós, Eructante le dijo al otro:


-A ver si mañana te das una vuelta por mi rancho, muchacho.


-Cómo no hermanito, te voy a caer temprano pa tomar unos mates.


-Bueno -dijo Eructante-, pero traéte la yerba y el tabaco, que yo pongo la mujer pa que cebe hasta que se acalambre.


Era un hombre bastante malo.

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