JAMES
GEORGE FRAZER
LA RAMA
DORADA
Magia y religión
SEXTA ENTREGA
CAPÍTULO
I (4)
EL
REY DEL BOSQUE
III
RECAPITULACIÓN
Quizás podamos entender ahora por qué los antiguos identificaron a
Hipólito, el consorte de Artemisa, con Virbio, el que según Servio se agrega a
Diana como Adonis a Venus o Atis a la Madre de los Dioses. Diana, como Artemisa,
era una diosa de la fertilidad en general, y en particular de los
alumbramientos. Como tal, del mismo modo que su contrafigura griega, necesita
un asociado masculino, y este asociado fue Virbio, si Servio está en lo firme.
En su carácter de fundador del bosque sagrado y primer rey de Nemi, Virbio es
claramente el predecesor mítico o arquetipo de la dinastía de sacerdotes que
servían a Diana bajo el título de reyes del bosque, y que, como él, estaban
predestinados uno tras otro a un violento final. Es natural, por lo tanto,
conjeturar que su relación con la diosa del bosque era del mismo orden que la
del Virbio con ella. Resumiendo, el mortal rey del bosque tenía por reina a la
misma Diana selvática. Si el árbol sagrado que guardaba a riesgo de perder la
vida era la personificación de la diosa misma, el sacerdote no sólo lo adoraba
como a su diosa, sino que lo abrazaba como a su mujer. No es demasiado
descabellada esta hipótesis, por cuanto en tiempo de Plinio un noble romano
trataba del mismo modo a una bellísima haya en otro bosque consagrado a Diana
en las colinas albanas, abrazándola, besándola, tendiéndose bajo su sombra y
haciendo libaciones de vino sobre su tronco. Evidentemente tomaba al árbol por
la diosa. La costumbre de desposar físicamente a árboles como hombres o mujeres
se practica todavía en la India y otras partes del Oriente. ¿Por qué no pudo suceder
lo mismo en al antiguo Lacio?
Resumiendo cuanto antecede, podemos decir que el culto de Diana en su
consagrado bosque de Nemi fue de gran importancia y de inmemorial antigüedad;
que fue reverenciada como diosa de las selvas y de los animales salvajes y
probablemente también del ganado doméstico y de los frutos de la tierra que se
creyó bendecía a los humanos con descendencia y que ayudaba a las madres en sus
partos; que su fuego sagrado, atendido por castas vírgenes, ardía perpetuamente
en un templo redondo situado dentro del recinto; que asociada a ella, había una
ninfa, Egeria, en la que descargaba Diana una de sus funciones propias, la de
socorrer a las parturientas, y a la que popularmente se creía desposada con un
antiguo rey romano en el bosque sagrado; que, además, la misma Diana del bosque
tenía un compañero masculino llamado Virbio, que fuera para ella lo que Adonis
para Venus o Atis para Cibeles; finalmente, que al mítico Virbio se le
representaba en tiempo histórico por un linaje de sacerdotes conocidos como
reyes del bosque, que perecían siempre por la espada de sus sucesores y cuyas
vidas estaban en cierto modo ligadas a un árbol especial de la floresta, puesto
que ellas permanecían libres de ataques mientras este árbol no sufriera daño.
Es cierto que estas conslusiones no se bastan a sí mismas para explicar la
peculiar ley de sucesión al sacerdocio, pero quizá ensanchando el campo de esta
investigación nos veamos inducidos a pensar que contienen en germen la solución
del problema, por lo que haremos ahora una revisión más amplia, que ha ser
larga y laboriosa, pero que tendrá en cierto modo el encanto e interés de un
viaje de descubrimiento, en el que visitaremos países extraños con gentes
extrañas y costumbres más extrañas aun. El viento silba en las jarcias; icemos
las velas y abandonemos por algún tiempo las costas de Italia.
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