24/10/18




JAMES GEORGE FRAZER

LA RAMA DORADA


Magia y religión


SEXTA ENTREGA


CAPÍTULO I (4)


EL REY DEL BOSQUE


III RECAPITULACIÓN


Quizás podamos entender ahora por qué los antiguos identificaron a Hipólito, el consorte de Artemisa, con Virbio, el que según Servio se agrega a Diana como Adonis a Venus o Atis a la Madre de los Dioses. Diana, como Artemisa, era una diosa de la fertilidad en general, y en particular de los alumbramientos. Como tal, del mismo modo que su contrafigura griega, necesita un asociado masculino, y este asociado fue Virbio, si Servio está en lo firme. En su carácter de fundador del bosque sagrado y primer rey de Nemi, Virbio es claramente el predecesor mítico o arquetipo de la dinastía de sacerdotes que servían a Diana bajo el título de reyes del bosque, y que, como él, estaban predestinados uno tras otro a un violento final. Es natural, por lo tanto, conjeturar que su relación con la diosa del bosque era del mismo orden que la del Virbio con ella. Resumiendo, el mortal rey del bosque tenía por reina a la misma Diana selvática. Si el árbol sagrado que guardaba a riesgo de perder la vida era la personificación de la diosa misma, el sacerdote no sólo lo adoraba como a su diosa, sino que lo abrazaba como a su mujer. No es demasiado descabellada esta hipótesis, por cuanto en tiempo de Plinio un noble romano trataba del mismo modo a una bellísima haya en otro bosque consagrado a Diana en las colinas albanas, abrazándola, besándola, tendiéndose bajo su sombra y haciendo libaciones de vino sobre su tronco. Evidentemente tomaba al árbol por la diosa. La costumbre de desposar físicamente a árboles como hombres o mujeres se practica todavía en la India y otras partes del Oriente. ¿Por qué no pudo suceder lo mismo en al antiguo Lacio?


Resumiendo cuanto antecede, podemos decir que el culto de Diana en su consagrado bosque de Nemi fue de gran importancia y de inmemorial antigüedad; que fue reverenciada como diosa de las selvas y de los animales salvajes y probablemente también del ganado doméstico y de los frutos de la tierra que se creyó bendecía a los humanos con descendencia y que ayudaba a las madres en sus partos; que su fuego sagrado, atendido por castas vírgenes, ardía perpetuamente en un templo redondo situado dentro del recinto; que asociada a ella, había una ninfa, Egeria, en la que descargaba Diana una de sus funciones propias, la de socorrer a las parturientas, y a la que popularmente se creía desposada con un antiguo rey romano en el bosque sagrado; que, además, la misma Diana del bosque tenía un compañero masculino llamado Virbio, que fuera para ella lo que Adonis para Venus o Atis para Cibeles; finalmente, que al mítico Virbio se le representaba en tiempo histórico por un linaje de sacerdotes conocidos como reyes del bosque, que perecían siempre por la espada de sus sucesores y cuyas vidas estaban en cierto modo ligadas a un árbol especial de la floresta, puesto que ellas permanecían libres de ataques mientras este árbol no sufriera daño.


Es cierto que estas conslusiones no se bastan a sí mismas para explicar la peculiar ley de sucesión al sacerdocio, pero quizá ensanchando el campo de esta investigación nos veamos inducidos a pensar que contienen en germen la solución del problema, por lo que haremos ahora una revisión más amplia, que ha ser larga y laboriosa, pero que tendrá en cierto modo el encanto e interés de un viaje de descubrimiento, en el que visitaremos países extraños con gentes extrañas y costumbres más extrañas aun. El viento silba en las jarcias; icemos las velas y abandonemos por algún tiempo las costas de Italia.

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