24/10/18




ANTONIN ARTAUD

EL TEATRO Y SU DOBLE

Traducción de Enrique Alonso y Francisco Abelenda


SEXAGESIMOQUINTA ENTREGA


9


CARTAS SOBRE LA CRUELDAD


TERCERA CARTA

París, 16 de noviembre de 1932
A M. R. de R.


Querido amigo:


Debo confesarle que no comprendo ni admito las objeciones hechas a mi título. Pues creo que la creación y la vida misma sólo se definen por una especie de rigor, y por lo tanto de crueldad fundamental, que lleva las cosas a su final ineluctable, a cualquier precio.


El esfuerzo es una crueldad, la existencia por el esfuerzo es una crueldad. Abandonando su reposo y distendiéndose hasta alcanzar el ser, Brahma sufre, con un sufrimiento que tal vez produce armónicos de alegría, pero que en el extremo último de la curva sólo pueden expresarse mediante una espantosa trituración.


En el ardor de la vida, en el apetito de la vida, en el irracional impulso de vida, hay una especie de maldad inicial: el deseo de Eros es crueldad en cuanto se alimenta de contingencias; la muerte es crueldad, la resurrección es crueldad, la transfiguración es crueldad, ya que en un mundo circular y cerrado no hay lugar para la verdadera muerte, ya que toda ascensión es un desgarramiento, y el espacio cerrado se alimenta de vidas, y toda vida más fuerte se abre paso a través de las otras, consumiéndolas así en una matanza que es una transfiguración y un bien. En la manifestación del mundo y metafísicamente hablando, el mal es la ley permanente, y el bien es un esfuerzo, y por ende una crueldad que se suma a la otra.


No comprender esto, es no comprender las ideas metafísicas. Y no se me diga después que mi título parece limitado. Pues la crueldad endurece las cosas, moldea los planos del mundo creado. El bien está siempre en la cara exterior, pero la cara interior es el mal. Mal que eventualmente será reducido, pero sólo en el instante supremo, cuando todo aquello que fue forma se encuentre a punto de retornar al caos.

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