ANTONIN ARTAUD
EL TEATRO Y SU DOBLE
Traducción
de Enrique Alonso y Francisco Abelenda
SEXAGESIMOQUINTA
ENTREGA
9
CARTAS SOBRE LA CRUELDAD
TERCERA CARTA
París, 16 de noviembre de 1932
A M. R. de R.
Querido amigo:
Debo confesarle que no
comprendo ni admito las objeciones hechas a mi título. Pues creo que la
creación y la vida misma sólo se definen por una especie de rigor, y por lo
tanto de crueldad fundamental, que lleva las cosas a su final ineluctable, a
cualquier precio.
El esfuerzo es una
crueldad, la existencia por el esfuerzo es una crueldad. Abandonando su reposo
y distendiéndose hasta alcanzar el ser, Brahma sufre, con un sufrimiento que
tal vez produce armónicos de alegría, pero que en el extremo último de la curva
sólo pueden expresarse mediante una espantosa trituración.
En el ardor de la vida,
en el apetito de la vida, en el irracional impulso de vida, hay una especie de
maldad inicial: el deseo de Eros es crueldad en cuanto se alimenta de
contingencias; la muerte es crueldad, la resurrección es crueldad, la
transfiguración es crueldad, ya que en un mundo circular y cerrado no hay lugar
para la verdadera muerte, ya que toda ascensión es un desgarramiento, y el
espacio cerrado se alimenta de vidas, y toda vida más fuerte se abre paso a
través de las otras, consumiéndolas así en una matanza que es una
transfiguración y un bien. En la manifestación del mundo y metafísicamente
hablando, el mal es la ley permanente, y el bien es un esfuerzo, y por ende una
crueldad que se suma a la otra.
No comprender esto, es no
comprender las ideas metafísicas. Y no se me diga después que mi título parece
limitado. Pues la crueldad endurece las cosas, moldea los planos del mundo
creado. El bien está siempre en la cara exterior, pero la cara interior es el
mal. Mal que eventualmente será reducido, pero sólo en el instante supremo,
cuando todo aquello que fue forma se encuentre a punto de retornar al caos.
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