JAMES GEORGE FRAZER
LA RAMA DORADA
Magia y religión
VIGESIMOSEGUNDA
ENTREGA
CAPÍTULO III MAGIA (1)
SACERDOTALES (2)
SIMPATÉTICA *
2. MAGIA HOMEOPÁTICA O IMITATIVA (12)
Entre los indios Thompson de la Columna Británica, cuando los hombres se
dirigían al teatro de la guerra, sus mujeres bailaban a intervalos frecuentes;
estas danzas aseguraban el éxito de la expedición, según su creencia. Las
bailarinas esgrimían sus cuchillos, arrojaban hacia adelante palos largos de
aguzada punta o blandían repetidamente palos con ganchos hacia atrás y
adelante. Tirar los palos hacia adelante era simbólico de herir o rechazar al
enemigo y tirar de ellos hacia atrás simbolizaba sacar del peligro a sus
guerreros. El gancho del arpón se adaptaba perfectamente para servir como aparato
salvavidas. Las mujeres siempre dirigían las puntas de los arpones hacia el
país enemigo. Se pintaban las caras de rojo y cantaban mientras bailaban,
orando para que las armas defendiesen a sus maridos y los ayudasen a matar a
los enemigos. En las puntas de sus palos llevaban pegado plumón de águila.
Cuando terminaba el baile ocultaban las armas. Si una mujer cuyo marido estaba
en la guerra creía ver pelo o un trozo de cuero cabelludo en su arma cuando la
sacaba después, sabía que su marido había matado a un enemigo. Pero si lo que
creía ver era una mancha de sangre, sabía que su marido estaba herido o muerto.
Cuando los hombres de la tribu yuki de California estaban en expedición
guerrera, sus mujeres en casa no dormían; bailaban sin cesar, formando un
círculo, cantando y agitando ramitas con hojas. Decían que mientras pudiesen
bailar no se cansarían sus maridos. Cuando iban a la guerra los indios haida de
las islas de la Reina Carlota, las mujeres de la casa se levantaban muy temprano
por la mañana y fingían hacer la guerra atacando a sus hijitos y simulando
tomarlos esclavos. Así suponían que ayudaban a sus hombres a hacer lo mismo. Si
una mujer cometía adulterio estando el marido en la guerra, probablemente este
estaría muerto. Durante diez noches todas las mujeres se acostaban en sus casas
con la cabeza orientada hacia el punto de la brújula cuya dirección tomaron las
canoas de guerra al alejarse. Después cambiaban a la dirección opuesta,
suponiendo que los guerreros navegaban ya de regreso. En Masset, las mujeres
haida danzaban y entonaban cantos guerreros todo el tiempo que sus maridos
estaban en la guerra, y mantenían en cierto orden todas sus cosas alrededor.
Creían que una mujer podría causar la muerte de su marido si no observaba estas
costumbres. Si una partida de indios Caribes del Orinoco había marchado por el
sendero de la guerra, los amigos que quedaban en la aldea acostumbraban
calcular lo más aproximadamente posible el momento exacto en que los guerreros
ausentes avanzaban para atacar al enemigo: entonces cogían a dos muchachos, los
tendían desnudos sobre un banco y les daban la más severa azotaina, que los
jóvenes recibían sin una sola queja, soportando el dolor por habérseles
enseñado desde la niñez que de la constancia y entereza que mantuvieran en la
cruel prueba dependían el valor y el éxito de sus camaradas en la batalla, de
lo que se hallaban firmemente convencidos.
Entre los muchos usos beneficiosos que una ingenuidad equivocada ha
aplicado a la ley de la magia homeopática o imitativa está la de hacer que los
árboles y las plantas den sus frutos a su debido tiempo. En Turingia, cuando un
hombre siembra lino, lleva la simiente a sus espaldas en un saco largo que le
llega desde los hombros a las corvas y camina a grandes pasos, de tal modo que
el saco se bambolea de un lado a otro. Creen que esto será la causa de que el
lino, ya crecido, ondule a la brisa. En el interior de Sumatra, son las mujeres
las que siembran el arroz, y cuando lo hacen llevan el pelo suelto por la
espalda con objeto de que el arroz crezca espeso y de cañas largas. De igual
modo, en el antiguo México tenían un festival en honor de la diosa del maíz, “la
madre de la cabellera larga”, como la llamaban. Empezaban “cuando la planta
había llegado a su completo desarrollo y las fibras brotaban por la punta de la
mazorca verde indicando que el grano estaba ya completamente formado. Durante
esta fiesta las mujeres llevaban suelto su largo pelo, y lo sacudían y lo
agitaban en los bailes, acto principal del ceremonial que tenía por objeto que
el penacho del maíz creciese con la misma profusión y que el grano fuese
correspondientemente grande y lleno y así la gente conseguiría fruto en
abundancia”. En muchas partes de Europa, bailar o brincar son modos
homeopáticos apropiados para conseguir que los sembradores crezcan mucho. Así,
en el Franco-Condado dicen que se debe bailar en el Carnaval para hacer que el
cáñamo crezca muy alto.
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