EL
HÉROE DE LAS MIL CARAS
Psicoanálisis
del mito
(Traducción
de Luisa Josefina Hernández)
CUADRAGESIMONOVENA
ENTREGA
PRIMERA PARTE / LA AVENTURA DEL HÉROE
CAPÍTULO II / LA INICIACIÓN
3 / LA MUJER COMO TENTACIÓN (1)
El matrimonio místico con
la reina diosa del mundo representa el dominio total de la vida por el héroe;
porque la mujer es la vida y el héroe es su conocedor y dueño. Las pruebas que
sufre el héroe, preliminares a sus últimas experiencias y hechos, son el símbolo
de esas crisis de realización por medio de las cuales su conciencia se
amplifica y se capacita para resistir la posesión completa de la madre
destructora, su inevitable desposada. De esa manera sabe que él y el padre son
uno solo: él ocupa el lugar del padre.
Así expresado, en los
términos más extremos, el problema puede parecer alejado de los asuntos de las
creaturas humanas normales. Sin embargo, cada fracaso para enfrentarse a una situación
vital debe ser referido, finalmente, a una restricción de la conciencia. Las
guerras y los arranques de cólera son los recursos de la ignorancia; los
arrepentimientos y las iluminaciones que llegan demasiado tarde. El contenido
del mito ubicuo del camino del héroe es el que ha de servir como modelo general
a los hombres y a las mujeres, en cualquier punto de la escalada en que se
encuentren. Por lo tanto, está formulado en los términos más amplios. La
función del individuo es descubrir su propia posición con referencia a esta
fórmula humana general y permitir que lo ayude a traspasar los muros, que lo
reprimen. ¿Quiénes son y dónde están sus ogros? Esas son las reflexiones de los
enigmas no resueltos de su propia humanidad. ¿Cuáles son sus ideales? Tales con
los síntomas de su aferrarse a la vida.
En la oficina del psicoanalista
moderno las etapas de la aventura del héroe salen a la luz de nuevo en los
sueños y alucinaciones del paciente. Desaparece una profundidad tras otra de
las ignorancias de sí mismo, con el analista representando el papel de
ayudante, del sacerdote iniciador. Y siempre, después de las primeras emociones
de la iniciación del camino, la aventura de convierte en una jornada de oscuridad,
horror, repugnancia y temores fantasmagóricos.
El eje de la curiosa
dificultad se encuentra en el hecho de que nuestros puntos de vida conscientes
de lo que la vida debería ser, pocas veces corresponden a lo que la vida
realmente es. Generalmente nos rehusamos a admitir dentro de nosotros mismos o
dentro de nuestros amigos la plenitud de esa fiebre incitante, protegida en sí
misma, maloliente, carnívora y lasciva que es la verdadera naturaleza de la
célula orgánica. Más bien tendemos a perfumar, a blanquear y a reinterpretar
imaginando mientras tanto que todas las moscas en el ungüento y todos los pelos
en la sopa son los errores de algún otro ser, bien desagradable.
Pero cuando
repentinamente se nos revela o se impone ante nuestra atención que cada una de
las cosas que pensamos o hacemos participar necesariamente del olor de la
carne, entonces no es poco común que se experimente un momento de repulsión: la
vida, los actos de la vida, los órganos de la vida, la mujer en particular como
el gran símbolo de la vida, se vuelven intolerables para la extremada pureza del
alma. “¡Oh, que esta sólida, demasiado sólida carne pudiera derretirse,
deshacerse y disolverse en rocío! ¡O que no hubiese fijado el Eterno su ley contra
el suicidio! ¡Oh, Dios! ¡Dios!” Así exclama el gran heraldo de se momento,
Hamlet. Y agrega: “¡Qué fastidiosas, rancias, vanas e inútiles me parecen las
prácticas todas de este mundo! ¡Vergüenza de ello! ¡Ah! ¡Vergüenza! Es un
jardín de malas hierbas sin escardar, que crece para semilla, productos de
naturaleza grosera y amargura lo ocupan únicamente… ¡Que se haya llegado a
esto!” (38
Notas
(38) Hamlet, I, ii. Traducción de Luis Astrana Marín.
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