IRMA
HOESLI
MOZART:
LAS CARTAS DE UN GENIO DE LA MÚSICA
Título del original en alemán: WOLGFANG AMADEOS MOZART
Traducción de Inge S. DE LUQUE
CUADRAGESIMOSEGUNDA ENTREGA
LAS
CARTAS DE MOZART COMO ESPEJO DE SU POSICIÓN FRENTE AL MUNDO (2)
REALISMO
(15)
AUTOPRESERVACIÓN (2)
Cuando su amigo Grimm
duda de que se abra camino en París, Mozart le contesta:
…¿por
qué?, veo aquí un montón de miserables chapuceros que adelantan; ¿cómo no
habría de poder hacerlo yo con mi talento? (1)
No desea quedarse donde
no se lo sabe valorar:
Los
señores vieneses (entre los que debe contarse principalmente al emperador) no
deben creer que yo estoy en el mundo sólo por Viena. A ningún monarca del mundo
sirvo con mayor placer que al emperador, pero no deseo mendigar ningún favor.
Creo ser lo suficientemente capaz como para hacer honor a cualquier corte. Si
Alemania, mi amada patria, de la que estoy orgulloso, como usted sabe, no
quiere recibirme, entonces, en nombre de Dios, tendrá que enriquecerse Francia
o Inglaterra con un alemán diestro más; y eso para vergüenza de la nación
alemana. (2)
De esta innata autovaloración
nace el convencimiento de Mozart de su obligación de preservar su talento. “Si
acaso había algo, llevaba en la sangre el ser clásico, el sentido del deber y
la responsabilidad del hombre productivo, mucho antes de saber algo de José
Haydus o de tropezar con un pensamiento de Kant.” (3)
Beethoven o poseía la
misma seguridad, por el contrario, siempre se rebajaba:
Adiós,
y no me escriba usted más, el grande hombre, por encima de mí, pues nunca he
sentido el poder o la debilidad humana tan intensamente como ahora. (4)
Loas,
etc., pero qué es todo eso al lado del gran maestro allá arriba, arriba,
arriba, con toda razón el más alto, cuando aquí abajo sólo se burlan de ello.
Los enanitos quieren ser los más altos!!??? (5) El verdadero artista no tiene orgullo. Desgraciadamente ve que el
arte no tiene fronteras. Percibe lejanamente qué distante está la meta, y
mientras otros quizá lo admiran, él se entristece por no haber llegado aun donde
su buen hado le ilumina como un sol lejano. (6)
Mozart siente a Dios en
su propio pecho y crea porque se siente superior y seguro de sí mismo.
Beethoven, en cambio, cuya meta estaba situada práctica y teóricamente en un
mundo ideal e inalcanzable, siempre tiene conciencia, humildemente, de lo
limitado de las posibilidades humanas. Al mundo finito le ofrece tozudamente la
frente, pero ante Dios se inclina con humildad.
La conciencia de la
propia capacidad creadora no conduce tampoco en Mozart a exagerada petulancia.
Se siente agradecido desde el fondo de su corazón limpio, y consciente de su
responsabilidad, sin trabas de conciencia, administra su talento. Su fe no es
continua humillación, pues para él “hay un camino que lleva allí, por el cual
el hombre marcha strebend bemüt *,
siempre adelante, acercándose al ideal, aunque nunca pueda llegar completamente
a la meta debida, a la insuficiencia de sus fuerzas”. (7) Ante lo intangible,
Mozart tiene un silencioso respeto y se contenta sin queja con las naturales
limitaciones terrenales.
Lo que sus cartas
contienen de religiosidad demuestra nuevamente la evasión hacia la fe por un
sentimiento de autopreservación en momentos difíciles. “Él es religioso, en
cuanto la religión se identifica con la armonía.” (8)
Notas
(1) A su padre, París,
31-VII-1778, I, 503.
(2) A su padre, Viena,
17-VIII-1782, II, 175.
(3) Becking, p. 167.
(4) Beethoven a Zmeskall, Viena, ¿-IV-1810, pág. 63.
(5) Beethoven a los hijos
de B. Schott, Viena, fin de junio o comienzo de agosto de 1824, pág. 207.
(6) Beethoven a Emilia M.
en H., Teplitz, 17-VII-1812, pág. 90.
* Strebend bemüht, “ambiciosamente
solícito”. (N. del T.)
(7) Becking, pág. 48.
(8) Busoni, Von del Einheit der Musik, 1922.
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