DON JUAN, EL ZORRO
FRANCISCO ESPÍNOLA
SEPTUAGÉSIMA ENTREGA
Apéndice III
Comentarios del autor (2)
(Los tres textos que
siguen corresponden a originales manuscritos del autor y fueron hallados en un
sobre en el que figura, manuscrita por el autor, asimismo, esta leyenda: “Algo
de lo que se dijo en el SODRE con motivo de la lectura de “Don Juan”).
Primer comentario. (2)
A estos aspectos
estilísticos, sería bueno referirse con alguna detención. Y también explicar
porqué, manejando técnicas complejas y riesgosas por delicadas, con frecuencia
estallan contravenciones en que no caería un aprendiz. Dentro de un instante
ustedes han de encontrarse, entre otras inadecuaciones, con la descripción
excesivamente desproporcionada de un mueble: el escritorio de la Comisaría.
Y advertirán qué cantidad
de usos y costumbres y peculiaridades del desaparecido mundo de los gauchos se
lanzan, sin embargo, sobre la conciencia del lector mediante tan poca
escritura. Tal es la desproporción, que enseguida se percibe que ha sido
deliberada. El lector, así en el grado de su conocimiento del oficio narrativo,
entra también desde ese punto de su apreciación en el incesante juego externo
de la chanza. Y así, burla burlando, va siendo sometido a las presiones de mi
intención profunda, y esa sí, de veras; la de que se conozca, comprenda y ame a
sus lejanos hermanos, cuando como en el retrato del reciente ejemplo, si el
lector es eficiente y es puro y yo consigo ser un buen escritor, la novela
desaparezca, deje de existirle en su corazón para dar sitio y la vida que yo
pueda infundir, en mis páginas, a las que ya no existen.
Ahora, dos palabras para
ubicar el tema.
Don Juan, el Zorro, que
quiere muchísimo a la Mulita por lo inocente, por lo dulce, por lo buena que
es, por todo lo que la diferencia de lo que la rodea, se entera que ella ha
sido castigada a lazo por el propietario de la pulpería “La Blanqueada”,
el Peludo, su tío y tutor -es huérfana de padre y madre, la Mulita. El Zorro se
las amaña para sacar una noche al Peludo a enseñarlo a enlazar y lo hace
arrastrar por un tremendo toro. Se parte el lazo. Queda el Peludo bajo la luna.
Y es hallado por la Nutria, la Lechuza, el Dormilón y otras gentes así, que por
salir de un velorio, andaban levantados a deshora. En la escena de la
Comisaría, un Charaboncito trae la denuncia del desmán y que es de Don Juan el
trozo de lazo encontrado a la cintura del moribundo. Entraremos pues, de
inmediato, en relación con uno de los personajes más importantes de la obra:
con el Comisario Tigre. Para la lejana escena final (1) de la novela en que él
mata a la Mulita, como el Mal aniquila al Bien, a mí me convendría que,
previamente, diera el Comisario Tigre idea de algo distinto de los otros
personajes y le impusiera aspecto infernal. Con un buen sol a plomo y uno de
esos uniformes militares de gala de otros tiempos, de los poblados de galones y
charreteras y entorchados, brillaría adecuadamente para mis fines; como si
viviese dentro de una llamarada. ¿Pero es posible el uniforme de gala para las
circunstancias especiales y, todavía, en medio del campo? Había que crear una
razón. Y para ello es que, desde el principio de la obra, y durante todo su
transcurso, al uniforme de servicio del Tigre le sucedió lo que ustedes casi
enseguida van a saber.
Notas
(1) Final en relación con
lo que ya estaba escrito e iba a ser trasmitido por el SODRE, en lectura del propio
autor, pero no final de la novela. (N. de E.)
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