LO QUE EL ÉXITO DE ‘NO MIRES ARRIBA’ EXPLICA SOBRE
EL CINE ACTUAL
por Gregorio Belinchón
(EL PAÍS / 13-12-2021)
Una colección de
estrellas para todas las edades, la inclusión en la conversación en redes
sociales, mofa a Trump... Con esas armas, Netflix ha logrado que la sátira de
Adam McKay triunfe en Navidades
Una presidenta alter ego de Donald Trump, un mundo que
no hace caso a los científicos y un gurú de la tecnología que solo piensa en
sacar el mayor rédito de las desgracias. Con esos mimbres, No mires arriba, de Adam McKay, llegó a las
salas de cine hace dos semanas y a Netflix en Nochebuena: la plataforma la compró
a Paramount en abril de 2020, justo cuando su rodaje se había aplazado a
noviembre de ese año por el confinamiento mundial, y según sus datos, el pasado
martes ya lideraba su servicio en 94 países. De paso, la sátira se ha
convertido en materia de conversación en las redes: durante cuatro días
fue trending topic.
Todo ello, a pesar de la unanimidad
de las críticas negativas, y enganchado a un reparto que lideran Leonardo
DiCaprio y Jennifer Lawrence, pero que además contiene nombres populares para
diferentes generaciones de internautas: Meryl Streep, Cate Blanchett, Mark
Rylance, Tyler Perry (megaestrella en EE UU, no tan popular fuera de su país),
Timothée Chalamet, Ariana Grande y Kid Cudi. Con este listado se cubren las
edades de cualquier usuario de redes sociales y de los integrantes de las
familias que hayan visto el filme en la plataforma. Por cierto, Netflix asegura
que ya ha obtenido con ella 111 millones de horas vistas, aunque, como es
habitual, ni da más datos ni concreta las cifras de taquilla en su paso previo
por salas. En España, según el ICAA, el organismo que rige el cine dentro del
Ministerio de Cultura y Deporte, ha vendido desde su estreno 1.825 entradas,
que en recaudación suponen 12.641,04 euros.
La trama de No mires arriba comienza
cuando una doctoranda en Astronomía, Jennifer Lawrence, descubre un cometa de 9 kilómetros de
largo cuyo rumbo se dirige directamente hacia la Tierra. Junto con su profesor
y mentor (DiCaprio), avisan a la NASA, y la agencia espacial a su vez a la
presidenta de EE UU, asustada en esos momentos por una amenaza política mayor:
las elecciones de medio mandato que pueden cambiar las mayorías del Congreso y
del Senado de su país. Solo quedan seis meses para salvar el planeta, y no
parece que los gobernantes se percaten de la urgencia. Más allá del aspecto científico, que repasa Javier Salas en la sección
Materia de EL PAÍS, verosímil en lo de que un asteroide golpee la Tierra (McKay contó
con el asesoramiento de la astrónoma Amy Mainzer, especialista en
estos cuerpos celestes), mucho más dudoso en la manera en que se comunica el
descubrimiento y en cómo se reacciona ante él, el director advierte que su
objetivo es otro: la incapacidad política y social de escuchar verdades científicas,
extrapolable al calentamiento global.
McKay, que ya había realizado filmes
políticos previos con tonos cómicos como La gran apuesta (2015), sobre el estallido
de la burbuja inmobiliaria, y El vicio del poder (2018), la biografía de Dick Cheney, el
vicepresidente de George W. Bush, manejaba un puñado de ideas para escribir un
guion sobre el cambio climático, hasta que en enero de 2019 desistió. “¿Cómo
contar esta historia, la más grande en 66 millones de años, desde el impacto
del cometa Chicxulub, que exterminó a los dinosaurios, más que la peste negra o
que la erupción del Krakatoa?”, contaba durante la promoción en EE UU. Su
productor, David Sirota, periodista que asesoró a Bernie Sanders en la campaña
electoral de 2020, le insistió en cómo los medios de comunicación no reaccionan
ante la pasividad gubernamental sobre el calentamiento global. “Un meteorito
podría chocar contra la Tierra y nadie parecería entenderlo”, le dijo, y McKay
cambió de desastre mundial.
Curiosamente, McKay y Sirota son
demócratas convencidos, y a pesar de llenar de pistas No mires arriba sobre
su postura ideológica, muchos usuarios en redes no lo han entendido. Meryl Streep sufrió en 2017 el ataque de Donald Trump, que la calificó de
“actriz sobrevalorada”, y la respuesta de McKay fue caracterizarla como
presidenta con las maneras, el habla y hasta las gorras rojas trumpistas; en su
Casa Blanca cuelga un retrato de Richard Nixon. Tras varias pruebas de peinado,
Streep se quedó con el que ella sentía más cercano a las rubias republicanas. Y
el guion está trufado de frases con trasfondo ideológico: “¡Os quieren robar la
libertad!”, dicen los defensores de #NoMiresArriba, el hashtag que
impulsan los seguidores de la presidenta, un mensaje para desestimar el peligro
evidente. La declaración ha encontrado un eco especial en España, y más aún en
la Comunidad de Madrid, y se remacha con lo que escucha la astrónoma de boca de
su madre: “Tu padre y yo estamos a favor del empleo que creará el cometa”.
Los medios de comunicación tampoco
salen bien parados. El sector ya había sido objeto de escarnio por parte de
McKay en sus mejores años como cineasta, cuando colaboraba con Will Ferrel,
en El reportero: la leyenda de Ron Burgundy (2004) y su
continuación, Los amos de la noticia (2013). También las redes
sociales españolas han vibrado con el curioso e inesperado parecido de tono y
físico entre Brie Evantee —personaje que encarna Cate Blanchett— y la
periodista de Antena 3 Susanna Griso. Tanto, que Netflix España hizo una broma
de ello el pasado martes, día de los inocentes, en su cuenta de Twitter.
Tampoco el sector buenista sale
bien parado: su acción más llamativa consiste en un concierto que protagoniza
la cantante Riley Bina, que interpreta Ariana Grande. Con todo, muchos internautas
conservadores y negacionistas piensan que No mires arriba apoya
sus ideas, confirmación de que cada espectador ve lo que quiere ver, aseguraba
McKay, que insiste en que en la política actual estadounidense “ninguno de los
dos partidos tienen mucho de lo que estar orgulloso en los últimos 40 años”.
Es difícil saber si una película
como No mires arriba da beneficios a Netflix. Según sus
cifras, el presupuesto del filme llegó a los 75 millones de dólares (66,8
millones de euros), una cantidad que parece dudosa, ya que DiCaprio cobró 30
millones de dólares (unos 26,5 millones de euros) y Lawrence, a pesar de que su
nombre aparezca primero en los títulos de crédito, 25 millones de dólares (unos
22 millones de euros) ―habitualmente ambos ganan unos 20 millones de dólares,
17,65 millones de euros―. El sueldo medio de Meryl Streep se acerca a los 24
millones de dólares (más de 21 millones de euros), y aún faltan por sumar el
resto de los actores, el salario de McKay y la producción en sí: las cuentas no
salen. Solo otra película en salas puede estar a la altura de este reparto: Spider-Man:
No Way Home, que cuenta con Tom Holland, Andrew Garfield y Tobey
Maguire como los tres hombres araña, y con Zendaya, Jamie Foxx, Benedict
Cumberbatch, Alfred Molina, Marisa Tomei, Willem Dafoe y Jon Favreau
completando el cartel. La que es la película más taquillera en 2021 en todo el mundo (lleva ya más
de 1.000 millones de dólares) funciona comercialmente en una triple vertiente:
pertenece al mundo Vengadores/Marvel, es otra aventura del superhéroe arácnido
y según un estudio de la empresa PostTrak, el 43% de sus espectadores el
fin de semana de su estreno en EE UU mencionaban el reparto como el factor
principal para comprar entradas: la mitad de ellos citaron específicamente a
Zendaya, una estrella para las jóvenes generaciones.
Cuantos más, mejor
Así que aún importan las estrellas,
aunque no son factor determinante: el desastre en taquilla en EE UU de El
callejón de las almas perdidas, de Guillermo del Toro (con Bradley
Cooper, Cate Blanchett, Toni Collette, Willem Dafoe, Richard Jenkins, Rooney
Mara, Mary Steenburgen y David Strathairn) alcanza la categoría de épico, tras
recaudar desde su estreno el 17 de diciembre hasta el martes 28 ni seis
millones de dólares (ha costado diez veces más). Puede que en su contra vaya
que es un drama con notas de thriller para adultos, mientras
que la mayor parte de los espectadores en EE UU de Spider-Man no
llegan a los 34 años (según su distribuidora, Sony) y No mires arriba es
una sátira para toda la familia.
En Netflix sí creen en idea más
reparto, y han comprado por 465 millones de dólares las dos continuaciones
de Puñales por la espalda. O que el marketing cinematográfico
ha cambiado: Ariana Grande tiene más de 286 millones de seguidores en Instagram, una red alejada del
odio que destila Twitter y mucho más juvenil que Facebook.
Ya no importan tanto los anuncios en
televisión o las promociones en medios de comunicación tradicionales, sino lo
que los especialistas llaman “añadir nichos”: lograr historias con repartos de
todas las edades, en los que quepan también famosos que arrastren ante la
pantalla a espectadores heterogéneos. Como en España hace Telecinco, la
plataforma ha convertido No mires arriba (que no deja de ser
otro más de la decena larga de las películas apocalípticas que han estrenado en
los últimos dos años) en la película evento de las Navidades, y la acompaña de
piezas como el documental dividido en tres episodios Seriously
Funny, sobre Adam McKay, que se puede ver en el canal de Netflix Film Club de
YouTube.
Eso sí, No mires arriba se
ha llevado las críticas más negativas de este fin de año. Pete Bradshaw, en The Guardian, la asemeja más a
un sketch del programa Saturday Night Live, eso
sí, de 148 minutos, que a la enjundia que emana la serie Succession, de la que McKay es productor
ejecutivo. Y echa de menos otros títulos que en parte No mires arriba intenta
homenajear: Cortina de humo; Network, un mundo implacable o Teléfono
rojo, volamos hacia Moscú. Su final, en el que McKay apuesta por la
trascendencia, se hunde alejándose de otro filme apocalíptico comparable: Melancolía, de
Lars Von Trier. Manohla Dargis, en The New
York Times, recuerda la pasión del cine por destrozar la
Tierra en títulos como Meteoro, Deep Impact o Armageddon, antes
de subrayar que el ritmo in crescendo que imprime McKay no
ayuda a la mezcla de comedia y drama, y que hay poco que satirizar cuando la
realidad política mundial supera a la ficción. Escierto que productos
como Borat, la española El buen patrón o la
serie The Thick Of It funcionan mejor porque el espectador
duda si satirizan o reflejan una situacion. El agregador de
críticas Rotten Tomatoes le otorga un bajo 55% (tras
analizar 218 textos sobre el filme), aunque sus usuarios llegan al 77% de
aprobación.
Y finalmente, Carlos Boyero,
que en este diario apuntó que era una “película
fácilmente olvidable”, y de McKay escribió: “Es un director muy pretencioso,
convencido de que es listísimo. Pero yo no le pillo el punto”.
Gregorio Beinchón es redactor de la sección de Cultura, especializado
en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones.
Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones
cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la
Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.
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