A LA BÚSQUEDA DE UNA IDENTIDAD EN LA OBRA DE JUAN CARLOS ONETTI
Traducción del francés: Hugo Giovanetti Viola
1ª edición: Editorial Proyección / Uruguay / 1993, en colaboración con la
Universidad de Poitiers.
1ª edición virtual: elMontevideano Laboratorio de Artes / 2020, con el
apoyo de la Universidad de Poitiers.
OCTOGESIMOCUARTA ENTREGA
SEGUNDA PARTE
LAS DOS CARAS DE LA TRANSGRESIÓN
CAPÍTULO SEGUNDO
EL SUEÑO
II. FUNCIONES DEL SUEÑO:
DE LA EXPRESIÓN DE LA CARENCIA A LA MANIFESTACIÓN DEL EXCESO (1)
Seres deseosos por
excelencia, los personajes de Juan Carlos Onetti se encierran en el sueño como
en una torre de marfil. Su alejamiento del mundo, consumado generalmente en
retiros herméticos (22) -piezas de hotel, apartamentos sórdidos o lugares de
todo tipo- significa, antes que nada, una negativa.
Es cierto que el deseo de
ruptura no agota en absoluto el sentido del sueño, pero traduce la actitud de
rechazo del soñador hacia el mundo exterior, así como un cuestionamiento más o
menos explícito del orden establecido. Ya desde las primeras publicaciones del
novelista uruguayo, el impulso imaginario nace esencialmente de una desengañada
comprobación de las insuficiencias de la vida cotidiana. A las carencias de la
vida profesional -como en La vida breve, donde sobre el personaje
principal pesa continuamente la amenaza de un despido- se agregan las carencias
afectivas que constituirán el telón de fondo de todas las ficciones onettianas.
Un malestar difuso, una oscura sensación de la inutilidad de la existencia,
perceptibles en obras como Esjberg, en la costa, La casa en la arena, y
sobre todo en Tierra de nadie y las grandes novelas posteriores,
contribuyen igualmente a crear o confirmar esa imagen repulsiva ofrecida por el
mundo exterior. A decir verdad, poco importa en la obra de Juan Carlos Onetti
la naturaleza exacta de las insuficiencias. Lo que en realidad cuenta es la sensación
de carencia -justificada u objetivamente poco fundada- que experimentan los
personajes.
De ese vacío surgirá el
sueño. Este mecanismo defensivo y compensatorio apunta antes que nada a
preservar al soñador de la crueldad de un mundo indiferente, pragmático y
mercantil. Sus múltiples potencialidades creadoras lo transformarán en el
instrumento privilegiado en la lucha contra el vacío. Conviene entonces
examinar con precisión la estrategia desarrollada por el imaginario para
oponerse a la delicuescencia de un mundo exterior que, desde los primeros
textos, será representado negativamente.
Su aspecto proteiforme
-diversificado, fragmentario, cambiante- inquieta a los héroes onettianos.
Eladio Linacero lo enfrentará con altanería, Jorge Malabia lo rechazará
rabiosamente y Aránzuru lo despreciará con dejadez. En las primeras páginas de El
pozo, cuando Linacero decide escribir sus memorias, especula sobre el
posible contenido de su relato. Pero no escribirá, finalmente, sobre “esas
miles de cosas” (23) con las cuales podría llenar fácilmente una cantidad de
libros: no privilegiará la pequeñez de la vida cotidiana, las anécdotas
efímeras de Gregorio, del “ruso que apareció muerto en el arroyo” o de “María
Rita y el verano en Colonia” (24). Su actitud es tajante: teóricamente, por lo
menos, la multiplicidad camaleónica y tramposa de los “sucesos” no tendrá
acceso a la escritura:
Pero ahora quiero hacer
algo distinto. Algo mejor que la historia de las cosas que me sucedieron. Me
gustaría escribir la historia de un alma, de ella sola, sin
los sucesos en que tuvo que mezclarse, queriendo o no. O los sueños (25).
Este pasaje -que no hemos
dudado en volver a citar- nos resulta de capital importancia, desde el momento
en que revela un sustrato ideológico subyacente en toda la obra de Juan Carlos
Onetti. Nuestro interés se centra especialmente en la dicotomía planteada entre
el plural y el singular. El rechazo del plural –“los sucesos, las cosas”-
implica el rechazo del mundo objetivo y sus fáciles atractivos. Lo singular,
por el contrario, estrechamente asociado -desde una perspectiva ingenuamente
idealista- a la trascendencia y la unidad del alma, indica el camino que debe
seguirse. Y aunque el plural reaparece representado por la vida de los “sueños”,
lo hará homogeneizado por la masiva espiritualidad que mana de la exaltada
actividad onírica. Como lo sugiere claramente el pasaje citado, el mundo
imaginario intentará sustituir la imagen de dispersión y fragmentación que
ofrece la realidad por una completa imagen de plenitud. Onetti no renunciará
nunca -pese a las variantes desarrolladas durante el curso de toda su obra- al
planteamiento de esta confrontación dialéctica entre la plenitud y el vacío.
Notas
(22) Cf. El pozo,
Tierra de nadie, Para una tumba sin nombre, La novia robada, El álbum, donde
abundan los lugares cerrados.
(23) El pozo, p.
9.
(24) Ibid., p. 9
(25) Ibíd., p. 9. (El
subrayado es nuestro.)
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