SENEL PAZ
EL LOBO, EL BOSQUE Y
EL HOMBRE NUEVO
Introducción y
anotaciones de Jonathan Dettman
PRIMERA ENTREGA
La historia en
contexto
El lobo, el bosque y
el hombre nuevo es el relato de una amistad inusual que se traba entre dos hombres en
la Cuba castrista, en 1979. David, el narrador, es un joven estudiante que vive
en La Habana gracias a una beca del gobierno. Está en su último año de estudios
universitarios. Es miembro de la Unión de Jóvenes Comunistas, lo cual significa
que participa activamente en la política socialista y apoya al gobierno
revolucionario. David es un tipo recto, la encarnación del hombre nuevo socialista,
que reconoce su deber a la Revolución; sólo gracias a ella ha podido educarse,
siendo hijo de campesinos pobres.
Las oportunidades que David tiene a pesar de sus orígenes ilustran uno
de los grandes logros de la Revolución: proporcionar educación, comida y
servicios médicos a todos los sectores de la sociedad. En la época
prerrevolucionaria, sólo aquellos cubanos con recursos económicos y que vivían
en áreas urbanas tenían acceso a la educación. En 1958 casi la mitad de los
niños cubanos no recibió educación alguna, y el 24 por ciento de los
adolescentes y adultos era analfabeto. Esta situación cambió en 1961, cuando el
gobierno revolucionario inició La Campaña de Alfabetización, una movilización
nacional para eliminar el analfabetismo. Los años 60 presenciaron la expansión
y reforma del sistema educativo; se aumentó el número de escuelas y se transformó
el currículo para enfatizar los campos que el gobierno consideraba más importantes
para el desarrollo económico del país: las ciencias, las matemáticas, la agricultura
y la ingeniería civil. La reducción del costo de comestibles, combinada con el
aumento de sueldos, resultó en la mejora inmediata del nivel de nutrición. El
sector de la salud, tras la huida de muchos médicos en los años después del
triunfo de la Revolución, se recuperó y Cuba llegó a ser un país reconocido por
el número y la calidad de sus médicos.
No es de extrañarse que David, el beneficiario directo de los logros de
la Revolución, se sienta obligado a apoyarla incondicionalmente. Cuando dice
que la Revolución lo “sacó del fango”, se está refiriendo a la situación
literal de su familia en los años prerrevolucionarios, que era de extrema
pobreza en una zona rural. Cuando se toman en cuenta estos orígenes humildes,
el hecho de que David recibe apoyo gubernamental para vivir y estudiar en La
Habana resulta casi milagroso.
Mientras David estudia en la ciudad, conoce a Diego, un hombre de
treinta años que parece ser su contrario. Diego no es del campo, sino de La
Habana. No pertenece a ninguna asociación de jóvenes comunistas y no comparte
el idealismo de David. Al contrario, los gustos e intereses de Diego pertenecen
más bien a la decadencia burguesa que la Revolución quiso eliminar. La
burguesía, según el marxismo, es la clase social que se enriquece explotando el
trabajo de los obreros. Un buen revolucionario está dedicado a la igualdad y
evita cualquier lujo burgués; Diego, sin embargo, disfruta de la literatura
elitista (y prohibida), la comida exótica y la porcelana china. También es
homosexual y representa, por lo tanto, otra faceta de la decadencia
prerrevolucionaria. En los primeros años de la Revolución, se tomaron medidas
represivas para eliminar a las prostitutas y los homosexuales que vivían de la industria
turística en La Habana. En 1962, en “la noche de las tres P”, prostitutas, proxenetas
y “pájaros” (palabra despectiva para homosexual) fueron detenidos, entre ellos
el famoso escritor Virgilio Piñera. Aunque ha evolucionado en los últimos años,
la sociedad cubana, como muchas sociedades, es fuertemente machista, y trata a
los homosexuales con un desprecio a veces abierto, a veces tácito.
Políticamente, el gobierno los maltrató en otras ocasiones, mandándolos, entre
1965 y 1967, a campos de trabajo llamados Unidades Militares de Ayuda a la
Producción (UMAP), e incluyéndolos en la “escoria”, los elementos indeseables
que el gobierno castrista quiso eliminar durante el éxodo masivo de Mariel, en
1980. En este incidente más de 125.000 disidentes salieron del país. El
gobierno cubano se aprovechó de la oportunidad para deportar junto con los
disidentes a enfermos mentales, presos comunes y homosexuales. Desde 1986 hasta
1995, los infectados de SIDA, muchos de ellos homosexuales, perdieron sus
derechos al trabajo y fueron obligados a vivir en sanatorios, de los cuales
sólo pudieron salir algún tiempo con un permiso especial.
Diego, además de homosexual, es practicante fiel de la religión, otro
aspecto de la sociedad cubana que fue reprimido por la Revolución. Hasta
principios de los años 90, tanto el catolicismo como la santería eran
incompatibles con el pensamiento marxista. Siendo creyente, disidente y
homosexual, Diego obviamente no goza de la posición políticamente privilegiada
del militante David, pero tiene otras cualidades importantes.
Diego es un hombre culto, gran conocedor de la cultura cubana
prerrevolucionaria, que tiene acceso a libros prohibidos. Es el portador del
saber cultural que se suprime en las escuelas gubernamentales por ser el legado
de lo que los marxistas consideran la decadencia burguesa. David se educó en
esas escuelas y, por lo tanto, sabe muy poco de la tradición artística de la
Cuba precastrista. Las aspiraciones literarias de David hacen que Diego, como
uno de los pocos iniciados en la cultura perdida, se convierta en su tutor
particular.
Uno de los principales dilemas a que David se tiene que enfrentar consiste
en las visiones contradictorias del arte. Diego se declara “lezamiano”, es
decir, admirador del poeta José Lezama Lima, una de las figuras literarias que
el gobierno revolucionario quisiera olvidar. Lezama era homosexual, de por sí
problemático para los revolucionarios, y toda su obra expone una visión
artística diametralmente opuesta a la del régimen castrista. En primer lugar,
tanto Lezama como Diego insisten en que el arte no tenga función política.
Lezama pensaba que la poesía consta de su propia realidad y que sólo obedece
sus propias leyes internas. La literatura, según Diego y su Maestro, no está al
servicio de nada que no sea la Imagen, que Lezama describía como la oculta
fuerza creativa que está detrás de la realidad. La única función de la literatura,
entonces, es realizarse y dejar que la Imagen se manifieste. Este concepto del
arte está muy alejado de las ideas marxistas acerca del papel del artista
comprometido. Un ejemplo de esta oposición es la novela Paradiso, cuya inclusión en el cuento es una señal de la visión
artística que Diego heredó de Lezama. Aunque Paradiso menciona las demostraciones estudiantiles contra Machado (en
las cuales Lezama participó), su objetivo no es denunciar ni apoyar un régimen político
determinado, sino desarrollar el sistema poético del autor, en que la poesía sustituye
una naturaleza ausente, que sólo se puede representar a través de la metáfora.
El marxismo, por otro lado, se basa en las teorías de Hegel, cuya dialéctica posita
una progresión histórica natural hacia el perfeccionamiento de la Idea. Lezama diría
que no se puede llegar a la perfección a través de una dialéctica o por ensayo
y error (trial and error), sino a través del acercamiento a la Imagen poética.
Además de estas diferencias filosóficas, la novela Paradiso contiene unas de las escenas eróticas homosexuales más
explícitas que se han publicado en español. Por ello, el gobierno revolucionario
detuvo su publicación y quitó los ejemplares de las librerías cubanas.
El lobo, el bosque y
el hombre nuevo tiene lugar en La Habana a finales de la década de los setenta, cuando
la cultura cubana apenas salía de su período más dogmático y represivo. En 1961
Fidel Castro pronunció un discurso, Palabras
a los intelectuales, en que expresó su deseo de que toda producción
artística concordara con la ideología revolucionaria. De ese discurso surgió la
famosa consigna “Dentro de la Revolución todo, fuera de la Revolución nada.” A
partir de esa idea la política cultural cubana se iba poniendo cada vez más
restrictiva y, en la primera mitad de los años setenta, la literatura en Cuba
llegó a su punto más bajo en términos de creatividad. Los años 1971-1976 se
denominan “el quinquenio gris” porque fueron cinco años de producción literaria
mediocre, que siguió al pie de la letra el compromiso ideológico comunista que
se imponía por encima de la cultura. Los escritores no tenían mucha libertad de
expresión y no podían preocuparse por cuestiones puramente estéticas, porque
era peligroso escribir en una vena apolítica. La literatura tenía que reflejar
y servir a la política. Los escritores que no se ofrecían a los fines
ideológicos del gobierno corrían el riesgo de encarcelamiento o de ostracismo, como
ocurrió en el famoso caso del poeta Heberto Padilla. En 1968 apareció un libro de
poesía por Padilla titulado Fuera del
juego. El libro, que contenía versos muy críticos del régimen de Castro,
fue motivo del arresto del poeta. Tras dos años de vigilancia, Padilla fue
obligado a recitar públicamente una retracción de sus opiniones. Este incidente
desilusionó a muchos de los intelectuales que habían apoyado a la Revolución.
Otro autor, Eduardo Heras León, fue obligado a trabajar cinco años en
una fábrica de acero tras la publicación, en 1970, de Los pasos en la hierba, libro de cuentos que describe la formación
de las milicias y que culmina en el conflicto armado que tuvo lugar en Playa
Girón. También conocida como la Bahía de Cochinos (Bay of Pigs), esta playa fue
el sitio de la invasión, en 1961, de exiliados cubanos entrenados y financiados
por el gobierno estadounidense. Los invasores querían suplantar a Castro, pero
la batalla terminó con la victoria contundente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.
Los pasos en la hierba, y un libro
anterior de Heras León, La guerra tuvo seis
nombres, pintaron a los combatientes revolucionarios como seres humanos susceptibles
al miedo y la incertidumbre en vez de los soldados heroicos que fueron según la
historia oficial del régimen. Esta representación humana fue considerada contrarrevolucionaria
y, aunque Heras León había sido compañero de armas del mismo Fidel Castro,
provocó su expulsión de la universidad y su reeducación en la fábrica.
El conflicto entre el arte y la ideología está presente en El lobo, el bosque y el hombre nuevo, y llega a ser uno de los
problemas más graves para Diego. Su insistencia en que el arte no se limite a
reafirmar la agenda política del sistema comunista y sus esfuerzos por montar
una exposición de arte religioso lo meten en dificultades, porque insiste en
defender las obras que el gobierno considera peligrosas o subversivas. La
narración trata de la dificultad que David y Diego tienen para mantener su
amistad en un ambiente cada vez más hostil. David tiene que enfrentarse con sus
propios prejuicios y preguntarse si hay lugar en su Revolución para los Diegos
de Cuba.
La publicación del cuento y, en 1993, la aparición de su adaptación
cinemática Fresa y chocolate, marcan
un hito en las letras cubanas. El éxito de la película indicó la disposición
del público cubano a reexaminar la represión de los homosexuales y, asimismo,
les dio a éstos mayor visibilidad de lo que antes tenían. Aunque la represión
nunca ha dejado de existir, ciertos clubes habaneros empezaron a permitir que
los homosexuales se exhibieran en público. El cuento y la película abrieron nuevos
caminos no sólo para el tema de la homosexualidad, sino también para otros temas,
como la corrupción, la escasez, el hambre y la miseria que se agraviarían en
los años noventa, cuando Cuba haría frente a quizás su momento económico más
difícil, la pérdida de los subsidios soviéticos y el subsiguiente “periodo
especial”.
Acerca del autor
Escritor y guionista, Senel Paz
nació en Las Villas, Cuba en 1950 a una familia extremadamente pobre. A falta
de hombres capaces de trabajar, su madre trabajaba de doméstica, ganando 15
pesos al mes, un sueldo que apenas les dejaba subsistir. Paz considera sus
primeros años una época triste. Al triunfar la revolución, su vida mejoró
sustancialmente, pues su madre obtuvo un trabajo mejor que les permitió salir de
su extrema pobreza. En una entrevista con Iraida López, Paz reconoció que, a pesar
de los avances económicos, “nunca dejamos de ser una familia muy humilde, al borde
de la tragedia.”
Paz, hasta cierto punto, encarna el “hombre nuevo socialista” pues se
educó bajo el sistema revolucionario. Fue la primera persona en su familia que
terminó la enseñanza primaria y, en 1973, obtuvo su licenciatura en periodismo
de La Universidad de La Habana. Paz atribuye el hecho de que sea escritor e
intelectual a la política cultural de la Revolución. En este sentido, el
personaje David refleja al autor, siendo “hijo de campesinos paupérrimos” que
estudia en La Habana gracias a una beca del gobierno. Por otro lado, Paz, como
Diego, experimentó algunos problemas con el sistema. Recién salido de la
universidad, el joven Paz defendió a su amigo y mentor, Eduardo Heras León,
cuando los escritos de éste fueron considerados contrarrevolucionarios. Heras
León fue mandado a reeducarse en una fábrica de acero, y Paz fue expulsado de
su organización juvenil y enviado a un lugar remoto de la isla a hacer
periodismo, a pesar de haberse graduado con distinción.
Entre las obras de Paz se destacan El
niño aquel, una colección de cuentos publicada en 1979 que obtuvo el Premio
David de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, la novela Un rey en el jardín y el cuento El lobo, el bosque y el hombre nuevo, que en 1990 ganó el Premio Juan
Rulfo de cuento. Actualmente trabaja como guionista de cine.
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