ANÓNIMO
INGLÉS DEL SIGLO XIV
LA
NUBE DEL NO-SABER
Franciscus hanc editionem fecit
DUODÉCIMA ENTREGA
4 / De la simplicidad de la
contemplación; que no se ha de adquirir por el conocimiento o la imaginación
Acabo
de describir un poco de lo que supone la actividad contemplativa. Ahora quiero
estudiarla con más detenimiento, tal como yo la entiendo a fin de que puedas
proceder en ella con seguridad y sin errores. Esta actividad no lleva tiempo
aun cuando algunas personas crean lo contrario. En realidad es lo más breve que
puedes imaginar; tan breve como un átomo, que a decir de los filósofos es la
división más pequeña del tiempo. El átomo es un momento tan breve e integral
que la mente apenas si puede concebirlo. No obstante, es de suma importancia,
pues de esta medida mínima del tiempo se ha escrito: “Habréis de responder del
todo el tiempo que os he dado”. Y esto es totalmente exacto, pues tu principal
facultad espiritual, la voluntad, sólo necesita esta breve fracción de un
momento para dirigirse hacia el objeto de su deseo.
Si
por la gracia fueras restablecido a la integridad que el hombre poseía antes de
pecar, serías dueño total de estos impulsos. Ninguno de ellos se extraviaría,
sino que volaría al único bien, meta de todo deseo, Dios mismo. Pues Dios nos
creó a su imagen y semejanza, haciéndonos iguales a él, y en la Encarnación se
vació de su divinidad, haciéndose hombre como nosotros. Es Dios, y sólo Él,
quien puede satisfacer plenamente el hambre y el ansia de nuestro espíritu,
que, transformado por su gracia redentora, es capaz de abrazarlo por el amor.
Él, a quien ni hombres ni ángeles pueden captar por el conocimiento, puede ser
abrazado por el amor. El intelecto de los hombres y de los ángeles es demasiado
pequeño para comprender a Dios tal cual es en sí mismo.
Intenta
comprender este punto. Las criaturas racionales, como los hombres y los
ángeles, poseen dos facultades principales: la facultad de conocer y la
facultad de amar.
Nadie
puede comprender totalmente a Dios increado con su entendimiento; pero cada
uno, de maneras diferentes, puede captarlo plenamente por el amor. Tal es el
incesante milagro del amor: una persona que ama, a través de su amor, puede
abrazar a Dios, cuyo ser llena y trasciende la creación entera. Y esta
maravillosa obra del amor dura para siempre, pues aquel a quien amamos es
eterno. Cualquiera que tenga la gracia de apreciar la verdad de lo que estoy
diciendo, que se tome a pecho mis palabras, pues experimentar este amor es la
alegría de la vida eterna y perderlo es el tormento eterno.
Quien,
con la ayuda de la gracia de Dios, se da cuenta de los movimientos constantes
de la voluntad y aprende a dirigirlos hacia Dios, nunca dejará de gustar algo
del gozo del cielo, incluso en esta vida. Y en el futuro, ciertamente lo
saboreará plenamente. ¿Ves ahora por qué te incito a esta obra espiritual? Si
el hombre no hubiera pecado, te habrías aficionado a ella espontáneamente, pues
el hombre fue creado para amar y todo lo demás fue creado para hacer posible el
amor. A pesar de todo, el hombre quedará sanado por la obra del amor
contemplativo. Al fallar en esta obra se hunde más a fondo en el pecado y se
aleja más de Dios. Pero, perseverando en ella, surge gradualmente del pecado y
se adentra en la intimidad divina.
Por
tanto, está atento al tiempo y a la manera de emplearlo. Nada hay más precioso.
Esto es evidente si te das cuenta que en un breve momento se puede ganar o
perder el cielo. Dios, dueño del tiempo, nunca da el futuro. Sólo da el presente,
momento a momento, pues esta es la ley del orden creado. Y Dios no se
contradice a sí mismo en su creación. El tiempo es para el hombre, no el hombre
para el tiempo. Dios, el Señor de la naturaleza, nunca anticipará las
decisiones del hombre que se suceden una tras otra en el tiempo. El hombre no
tendrá excusa posible en el juicio final diciendo a Dios: “Me abrumaste con el
futuro cuando yo sólo era capaz de vivir en el presente”. Veo que ahora estás
desanimado y te dices a ti mismo: “¿Qué he de hacer? Si todo lo que dice es
verdad, ¿cómo justificaré mi pecado? Tengo 24 años y hasta este momento si me
he dado cuenta del tiempo. Y lo que es peor, no podría repasar el pasado aunque
quisiera, pues según lo que me acaba de enseñar, esa tarea es imposible por
naturaleza, incluso con la ayuda de la gracia ordinaria. Sé muy bien, además,
que en el futuro probablemente no estaré más atento al momento presente de lo
que he estado en el pasado. Estoy completamente desanimado. Ayúdame por el amor
de Jesús”.
Bien
has dicho “por el amor de Jesús”. Pues sólo en su amor encontrarás ayuda. En el
amor se comparten todas las cosas, y si amas a Jesús, todo lo suyo es tuyo.
Como Dios, es el creador y dispensador del tiempo; como hombre, aprovechó el
tiempo de una manera consciente; como Dios y hombre es el justo juez de los
hombres y de su uso del tiempo. Únete, pues, a Jesús, en fe y en amor de manera
que perteneciéndole puedas compartir todo lo que tiene y entrar en la amistad
de los que le aman. Esta es la comunión de los santos del cielo y de la tierra,
que por la gracia de Jesús emplean todo su tiempo en amar. Fíjate bien, aquí
está tu fuerza. Comprende lo que digo y anímate. Pero recuerda, te prevengo de
una cosa por encima de todo. Nadie puede exigir la verdadera amistad con Jesús,
su madre, los ángeles y los santos, a menos que haga todo lo que está en su
mano con la gracia de Dios para aprovechar el tiempo. Ha de poner su parte, por
pequeña que sea, para fortalecer la amistad, de la misma manera que ésta le
fortalece a él.
No
debe, pues, descuidar esta obra de contemplación. Procura también apreciar sus
maravillosos efectos en tu propio espíritu. Cuando es genuina, es un simple y
espontáneo deseo que salta de repente hacia Dios como la chispa del fuego. Es
asombroso ver cuántos bellos deseos surgen del espíritu de una persona que está
acostumbrada a esta actividad. Y sin embargo, quizá sólo una de ellas se vea completamente
libre de apego a una cosa creada. O puede suceder también que tan pronto un
hombre se haya vuelto hacia Dios, llevado de su fragilidad humana, se encuentre
distraído por el recuerdo de alguna cosa creada o de algún cuidado diario. Pero
no importa. Nada malo ha ocurrido: esta persona volverá pronto a su recogimiento
profundo.
Pasamos
ahora a la diferencia entre la obra contemplativa y sus falsificaciones tales
como los ensueños, las fantasías o los razonamientos sutiles. Estos se originan
en un espíritu presuntuoso, curioso o romántico, mientras que el puto impulso
de amor nace de un corazón sincero y humilde. El orgullo, la curiosidad y las
fantasías o ensueños han de ser controlados con firmeza si es que la obra
contemplativa se ha de alumbrar auténticamente en la intimidad del corazón.
Probablemente, algunos dirán sobre esta obra y supondrán que pueden llevarla a
efecto, mediante ingeniosos esfuerzos. Probablemente forzarán su mente e imaginación
de un modo no natural y sólo para producir un falso trabajo que no es ni humano
ni divino. La verdad es que esta persona está peligrosamente engañada. Y temo
que, a no ser que Dios intervenga con un milagro que la lleve a abandonar tales
prácticas y a buscar humildemente una orientación segura, caerá en aberraciones
mentales o en cualquier otro mal espiritual del demonio engañador. Corre, pues,
el riesgo de perder cuerpo y alma para siempre. Por amor de Dios, pon todo tu
empeño en esta obra y no fuerces nunca tu mente ni imaginación, ya que por este
camino no llegarás a ninguna parte. Deja estas facultades en paz.
No
creas que porque he hablado de la oscuridad y de una nube pienso en las nubes
que ves en un cielo encapotado o en la oscuridad de tu casa cuando tu candil se
apaga. Si así fuera, con un poco de fantasía podrías imaginar el cielo de
verano que rompe a través de las nubes o en una luz clara que ilumina el oscuro
invierno. No es esto lo que estoy pensando; olvídate, pues, de tal despropósito.
Cuando hablo de oscuridad, entiendo la falta o ausencia de conocimiento. Si
eres incapaz de entender algo o si lo has olvidado, ¿no estás acaso en la
oscuridad con respecto a esta cosa? No la puedes ver con los ojos de tu mente.
Pues bien, en el mismo sentido, yo no le dicho “nube”, sino “nube del no-saber”.
Pues es una oscuridad del no-saber que está entre ti y tu Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario