ALBERTO METHOL FERRÉ
LOS ESTADOS CONTINENTALES Y EL
MERCOSUR
NOVENA
ENTREGA
Nota preliminar
Parece fundamental iniciar este trabajo con una visión
totalizadora de América Latina en la historia. Una perspectiva abarcadora,
formulada con sencillez, claridad y hondura, anticipativa, que nos ponga
directamente en la médula de la problemática contemporánea. Que permita el
enlace entre las dos oleadas integracionistas de los años sesenta y noventa. En
tal sentido, Felipe Herrera es el mejor puente.
Felipe Herrera tiene un pensamiento histórico y sistemático,
pero nunca se expuso en una sola obra orgánica. Por el contrario, su
pensamiento está disperso en muchas conferencias, y la mayor parte de sus
libros son recopilación de artículos y conferencias. Esto nos obliga a formular
esta antología para resumir y presentar directamente lo más esencial de su
enfoque. No pretende ser una antología exhaustiva, pero sí suficiente, de la
visión de Felipe Herrera, que nos sirva como marco de referencia a nuestro
análisis, encauzado a la comprensión de las lógicas históricas contemporáneas
de América Latina.
Desde el ángulo de las experiencias de la integración, Felipe
Herrera tuvo su papel en dos instancias decisivas. Primero, fue parte del
gobierno del general Carlos Ibáñez cuando se intentó la formación, en los
principios de los años cincuenta, del Nuevo ABC, alianza de Argentina, Brasil y
Chile, entonces bajo los gobiernos de Juan Perón, Getulio Vargas y Carlos
Ibáñez. Esta alianza se proponía la creación de una complementación económica y
unión aduanera entre los tres países, que fracasó pero es el antecedente
necesario del Mercosur. Luego, en los años sesenta, fue el primer presidente
del bid hasta 1973, y uno de los principales protagonistas de la oleada
integrativa de los sesenta. Felipe Herrera participó activamente en los dos
momentos históricos más preparatorios de esta década. Tiene pues justos títulos
para ser nuestro punto de partida.
Las obras de Felipe Herrera que tomamos como referencia son Nacionalismo
Latinoamericano;[1]Nacionalismo,
regionalismo, internacionalismo;[2]y Experiencias
y reflexiones.[3]Cada
cita de Herrera será acompañada de la sigla del libro a que corresponde con su
número de página. Respectivamente, (NL, número de pág.), (NRI, número de pág.)
y (ER, número de pág.).[4]
Antología (1)
1. Una gran nación deshecha. No es entidad ficticia la nación
latinoamericana. Subyacente en la raíz de nuestros Estados Modernos, persiste
como una fuerza vital y realidad profunda. Sobre su secular material indígena,
diverso en sus formas y maneras pero similar en esencia, lleva el sello de tres
siglos de dominación ibera. Experiencia, instituciones, cultura e influencias
afines la formaron desde México al Estrecho de Magallanes. Así, unida en
espíritu y en su fuerza, se levantó para su independencia.
Si América Latina quiere recobrar el tiempo perdido para no
quedar definitivamente rezagada en la historia, ha de acelerar el ritmo de su
integración económica y para ello hacer frente a la necesidad de su integración
política. Muchas condiciones y circunstancias de su realidad geográfica,
histórica y humana favorecen a uno y otro intento. A ella, como unidad, le toca
recobrar el impulso de un proceso de desarrollo frustrado, más que iniciar uno
nuevo. América Latina no es un conjunto de naciones: es una nación deshecha
(ER, 152).
2. La América invertebrada. Al disgregarse los imperios
coloniales de España y Portugal en tierras americanas, los países
latinoamericanos accedieron a su independencia política, pero la estructura
económica de la colonia se proyectó hacia bien entrado el siglo xix sobre una
base eminentemente agraria. El proceso de independencia política se efectúa en
Hispanoamérica, desgraciadamente, bajo el signo de los particularismos
geográficos y provincianos, perdiéndose los vínculos de la cohesión que antes
suministraba la relación con la metrópoli (NRI, 66).
3. La Independencia. Producida la independencia y la libertad de
comercio, la dificultad de las comunicaciones creaba en este caso barreras
infranqueables para la reconversión de la economía que hasta entonces se había
movilizado en gran parte a través de la metrópoli. Las nuevas actividades
económicas tuvieron que circunscribirse a los términos provinciales de las
economías de consumo, o girar alrededor de cuatro o cinco núcleos de mayor
actividad económica. Un autor peruano[5]explica
este rompimiento en los siguientes términos:
Estos distintos
reinos, según la política española, estaban unidos con el núcleo principal la
Corona; pero no tuvieron estrechos vínculos entre sí. Podría decirse que el
Imperio Colonial español tenía una forma estelar pero no una forma circular o
de cadena. Este hecho habría tenido una importancia enorme en la historia de
Hispanoamérica. La independencia rompió los radios que en ese sistema estelar
unían a aquellas unidades con el centro, o sea la Corona, y naturalmente las
unidades quedaron absolutamente separadas y libres.
Al trastorno económico se había sumado, por tanto, el problema
del poder. Los ejércitos enrolados para las batallas de la libertad no podían
fácilmente licenciarse. Los antiguos terratenientes especulaban con la vuelta
al pasado; los nuevos criollos querían adquirir tierras. La inexperta
administración local resultaba incapaz de subsanar los nuevos problemas. No
podían esperar los primeros caudillos ocasión más propicia. Lugartenientes de
los libertadores, aún persistían en ellos alientos de heroísmos para guiar sus
tropas y destellos de gloria para seducir a los pueblos. Cada cual labró un
Estado en el territorio que podían dominar sus armas. Y así continuó la
disgregación y continuarían apareciendo los filibusteros del poder (NRI, 154).
4. Las fuerzas negativas de la geografía, la pobreza, el caudillismo,
la estrecha dependencia colonial precedente y el aislamiento en que ella nos
mantuvo entre nosotros, impidieron que el ideal de los Libertadores se hiciera
realidad, y que la independencia política fuera a la vez el nacimiento y
consolidación de una gran asociación de pueblos, porque -al revés que en otras
jóvenes nacionalidades en otros escenarios- las fuerzas de la dispersión
pudieron más que las de cohesión.
Esas fuerzas centrífugas se vieron reforzadas luego por la
perennización del feudalismo en nuestras estructuras socioeconómicas, por la
exacerbación de los conflictos entre nuestros países y por la
internacionalización fragmentada de nuestras economías. Como lo señalara
Alberdi -quien como otros grandes latinoamericanos recogiera, avanzado el siglo
xix, el mensaje de la generación de los emancipadores- dos grandes
circunstancias limitaron entonces, e impidieron, la posibilidad de hacer la
América Latina unida: la falta de estabilidad política y la ausencia de
factores e intereses económicos maduros que sustentaran el impulso potencial
emanado de la identidad histórico-cultural de nuestros pueblos. Hoy, cuando el
mundo se organiza en torno a grandes bloques político-económicos, la
premonición de Alberdi está cumpliéndose. Los factores económicos ya no operan
como fuerzas de separación sino al contrario, como estímulo a la cohesión (NRI,
94).
Notas
[1]Felipe Herrera, Nacionalismo
Latinoamericano, Santiago de Chile, editorial Universitaria, 1968.
[2]Felipe Herrera, Nacionalismo,
regionalismo, internacionalismo, Buenos Aires, Intal, 1970.
[3]Felipe Herrera, Experiencias
y reflexiones, Santiago de Chile, bid, 1988.
[4]Para mayor información,
puede consultarse Felipe Herrera, idealista y realizador de
Luciano Tomassini, México, FCE, 1997.
[5]Eduardo Arcila Farías: El
Siglo Ilustrado de América. Reformas económicas del siglo xviii. Caracas,
1961.
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