ALBERTO METHOL FERRÉ
LOS ESTADOS CONTINENTALES Y EL
MERCOSUR
UNDÉCIMA
ENTREGA
Antología (3)
9. La gran depresión mundial de 1930 y las políticas que
aplicaron entonces los países industrializados desquiciaron esta forma de
crecimiento hacia afuera. El contragolpe de la crisis mundial se hizo sentir
con distintas modalidades en las diversas economías latinoamericanas; pero, en
muchas de ellas se estimuló un proceso de sustitución de importaciones que fue
transformándose en instrumento deliberado de la política económica y pasa a
constituir una característica básica del actual proceso de industrialización de
América Latina.
En esta etapa del desarrollo -la etapa del crecimiento hacia
adentro- se impone una mayor intervención de los gobiernos para estimular el
desarrollo interno de los países y fortalecer una clase empresarial
latinoamericana. Podemos considerar los resultados como positivos si recordamos
que desde 1950 hasta el año pasado (1968), se duplica el producto regional
bruto; el promedio anual de crecimiento industrial llega al 6% y en algunos
sectores más dinámicos, como la producción de acero y energía eléctrica, al
10%. En el sector agropecuario, a pesar de sus debilidades, el índice de la
producción muestra mayor crecimiento que en África, Asia y aún que en el
Mercado Común Europeo (4%), y supera a la elevada tasa de crecimiento
demográfico.
La sustitución de importaciones genera así impulsos dinámicos
que tienden a elevar el ingreso nacional y a promover un avance acelerado en el
proceso de transformaciones sociales. Sin embargo, la productividad y la
eficiencia general están por debajo de los niveles que potencialmente podrían
haberse esperado, porque la sustitución se realizó de manera indiscriminada,
con altas barreras aduaneras que protegían la producción interna y solo con
vistas a los mercados nacionales que se expandieron, no conectándose entre sí,
sino constituyendo verdaderos departamentos estancos. Como consecuencia, el
desequilibrio externo de las economías latinoamericanas tiende a acentuarse,
aumentando su vulnerabilidad a las fluctuaciones de los balances de pagos.
La debilidad de sus relaciones económicas con el resto del
mundo, tan bien definida como un fenómeno de estrangulamiento externo, obliga a
la América Latina de hoy a dar una nueva perspectiva al proceso de desarrollo
económico. Necesitamos consolidar y mejorar el ritmo de algunos indicadores
representativos de nuestro progreso económico y social derivado del esfuerzo
interno, en conjugación con recursos adicionales y privados externos.
Por ello, no puede hablarse de soluciones alternativas basadas
en el comercio exterior o en el financiamiento externo, ya que el continente
necesita de ambos enfoques a fin de poder impulsar su progreso en consonancia
con el aumento creciente de las aspiraciones sociales, políticas y económicas
de las grandes mayorías (NRI, 68).
10. El proceso de modernización económica y tecnológica. Este
concepto tiene a mi juicio dos dimensiones principales, íntimamente vinculadas
entre ellas: una, la de superar la debilidad de nuestras relaciones con el
resto del mundo a través de un proceso de aumento y diversificación de nuestras
exportaciones, y otra, la de superar el marco nacional de desarrollo a través
de un proceso de integración económica. Ambas dimensiones están profundamente
vinculadas al proceso de modernización de nuestras economías y al proceso de
desarrollo científico y tecnológico de la región (NRI, 69).
11. La coyuntura actual de los países en desarrollo es, en su
esencia, la misma que movió a Estados Unidos en su época a romper su
dependencia de Inglaterra y renunciar al papel de productor de materias primas
que esa dependencia le asignaba, buscando el robustecimiento de su industria en
la expansión de su mercado interno, inicialmente protegido por las altas
tarifas defensivas. Esa política “hacia adentro” termina por imponerse en la
Guerra Civil, que consagra los intereses industrialistas frente a la tesis del
libre comercio de los exportadores sureños de tabaco y algodón.
Si los países subdesarrollados, productores de materias primas,
quisieran en la actualidad expresar sus agravios frente al mundo industrializado,
nada mejor para ello que utilizar los conceptos expuestos por Alexander
Hamilton en 1791:
Los Estados Unidos no pueden intercambiar con
Europa en iguales términos; y la falta de reciprocidad puede rendirlos víctimas
de un sistema que pudiera inducirlos a confinarse a la agricultura y refrenar
la producción de manufacturas. Una constante y creciente necesidad, por su
parte, de mercaderías europeas, y en cambio, solo parcial y ocasional demanda
de las suyas, no podría menos que exponerlos a un estado de empobrecimiento
comparado con el de la opulencia a que sus ventajas políticas y naturales les
autorizan a aspirar... Si Europa no ha de tomar de nosotros el fruto de nuestro
suelo en términos compatibles con nuestro interés, el remedio natural es que reduzcamos,
lo antes posible, nuestras necesidades del suyo (NRI, 115).
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