17/7/14


ALBERTO METHOL FERRÉ

LOS ESTADOS CONTINENTALES Y EL MERCOSUR

UNDÉCIMA ENTREGA

Antología (3)


9. La gran depresión mundial de 1930 y las políticas que aplicaron entonces los países industrializados desquiciaron esta forma de crecimiento hacia afuera. El contragolpe de la crisis mundial se hizo sentir con distintas modalidades en las diversas economías latinoamericanas; pero, en muchas de ellas se estimuló un proceso de sustitución de importaciones que fue transformándose en instrumento deliberado de la política económica y pasa a constituir una característica básica del actual proceso de industrialización de América Latina.

En esta etapa del desarrollo -la etapa del crecimiento hacia adentro- se impone una mayor intervención de los gobiernos para estimular el desarrollo interno de los países y fortalecer una clase empresarial latinoamericana. Podemos considerar los resultados como positivos si recordamos que desde 1950 hasta el año pasado (1968), se duplica el producto regional bruto; el promedio anual de crecimiento industrial llega al 6% y en algunos sectores más dinámicos, como la producción de acero y energía eléctrica, al 10%. En el sector agropecuario, a pesar de sus debilidades, el índice de la producción muestra mayor crecimiento que en África, Asia y aún que en el Mercado Común Europeo (4%), y supera a la elevada tasa de crecimiento demográfico.

La sustitución de importaciones genera así impulsos dinámicos que tienden a elevar el ingreso nacional y a promover un avance acelerado en el proceso de transformaciones sociales. Sin embargo, la productividad y la eficiencia general están por debajo de los niveles que potencialmente podrían haberse esperado, porque la sustitución se realizó de manera indiscriminada, con altas barreras aduaneras que protegían la producción interna y solo con vistas a los mercados nacionales que se expandieron, no conectándose entre sí, sino constituyendo verdaderos departamentos estancos. Como consecuencia, el desequilibrio externo de las economías latinoamericanas tiende a acentuarse, aumentando su vulnerabilidad a las fluctuaciones de los balances de pagos.

La debilidad de sus relaciones económicas con el resto del mundo, tan bien definida como un fenómeno de estrangulamiento externo, obliga a la América Latina de hoy a dar una nueva perspectiva al proceso de desarrollo económico. Necesitamos consolidar y mejorar el ritmo de algunos indicadores representativos de nuestro progreso económico y social derivado del esfuerzo interno, en conjugación con recursos adicionales y privados externos.

Por ello, no puede hablarse de soluciones alternativas basadas en el comercio exterior o en el financiamiento externo, ya que el continente necesita de ambos enfoques a fin de poder impulsar su progreso en consonancia con el aumento creciente de las aspiraciones sociales, políticas y económicas de las grandes mayorías (NRI, 68).

10. El proceso de modernización económica y tecnológica. Este concepto tiene a mi juicio dos dimensiones principales, íntimamente vinculadas entre ellas: una, la de superar la debilidad de nuestras relaciones con el resto del mundo a través de un proceso de aumento y diversificación de nuestras exportaciones, y otra, la de superar el marco nacional de desarrollo a través de un proceso de integración económica. Ambas dimensiones están profundamente vinculadas al proceso de modernización de nuestras economías y al proceso de desarrollo científico y tecnológico de la región (NRI, 69).

11. La coyuntura actual de los países en desarrollo es, en su esencia, la misma que movió a Estados Unidos en su época a romper su dependencia de Inglaterra y renunciar al papel de productor de materias primas que esa dependencia le asignaba, buscando el robustecimiento de su industria en la expansión de su mercado interno, inicialmente protegido por las altas tarifas defensivas. Esa política “hacia adentro” termina por imponerse en la Guerra Civil, que consagra los intereses industrialistas frente a la tesis del libre comercio de los exportadores sureños de tabaco y algodón.

Si los países subdesarrollados, productores de materias primas, quisieran en la actualidad expresar sus agravios frente al mundo industrializado, nada mejor para ello que utilizar los conceptos expuestos por Alexander Hamilton en 1791:

Los Estados Unidos no pueden intercambiar con Europa en iguales términos; y la falta de reciprocidad puede rendirlos víctimas de un sistema que pudiera inducirlos a confinarse a la agricultura y refrenar la producción de manufacturas. Una constante y creciente necesidad, por su parte, de mercaderías europeas, y en cambio, solo parcial y ocasional demanda de las suyas, no podría menos que exponerlos a un estado de empobrecimiento comparado con el de la opulencia a que sus ventajas políticas y naturales les autorizan a aspirar... Si Europa no ha de tomar de nosotros el fruto de nuestro suelo en términos compatibles con nuestro interés, el remedio natural es que reduzcamos, lo antes posible, nuestras necesidades del suyo (NRI, 115).

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