PAULO
FREIRE
PEDAGOGÍA
DEL OPRIMIDO
UNDÉCIMA ENTREGA
CAPÍTULO 1 (3)
Uno
de los elementos básicos en la mediación opresores-oprimidos es la prescripción. Toda prescripción es la
imposición de la opción de una conciencia a otra. De ahí el sentido alienante
de las prescripciones que transforman a la conciencia receptora en lo que hemos
denominado como conciencia que “aloja” la conciencia opresora. Por esto, el
comportamiento de los oprimidos es un comportamiento prescrito. Se conforma en
base a pautas ajenas a ellos, las pautas de los opresores.
Los
oprimidos, que introyectando la “sombra” de los opresores siguen sus pautas,
temen a la libertad, en la medida en que esta, implicando la expulsión de la “sombra”,
exigiría que ellos llenarán el “vacío” dejado por la expulsión con “contenido”
diferente: el de su autonomía. El de su responsabilidad, sin la cual no serían
libres. La libertad, que es una conquista y no una donación, exige una búsqueda
permanente. Búsqueda que sólo existe en el acto responsable de quien la lleva a
cabo. Nadie tiene libertad para ser libre, sino que al no ser libre lucha por
conseguir su libertad. Esta tampoco es un punto ideal fuera de los hombres, al
cual, inclusive, se alienan. No es idea que se haga mito, sino condición
indispensable al movimiento de búsqueda en que se insertan los hombres como
seres inconclusos.
De
ahí la necesidad que se impone de superar la situación opresora. Esto implica
el reconocimiento crítico de la razón de
esta situación, a fin de lograr, a través de una acción transformadora que
incida sobre la realidad, la instauración de una situación diferente, que
posibilite la búsqueda del ser más.
Sin
embargo, en el momento en que se inicie la auténtica lucha para crear que
nacerá de la superación de la antigua, ya se está luchando por el ser más. Pero
como la situación opresora genera una totalidad deshumanizada y deshumanizante,
que alcanza a quienes oprimen y a quienes son oprimidos, no será tarea de los
primeros, que se encuentran deshumanizados por el sólo hecho de oprimir, sino
de los segundos, los oprimidos, generar de su ser menos la búsqueda del ser más
de todos.
Los
oprimidos, acomodados y adaptados, inmersos en el propio engranaje de la
estructura de dominación, temen a la libertad, en cuanto no se sienten capaces
de correr el riesgo de asumirla. La temen también en la medida en que luchar
por ella significa una amenaza, no sólo para aquellos que la usan para oprimir,
esgrimiéndose como sus “propietarios” exclusivos, sino para los compañeros
oprimidos, que se atemorizan ante mayores presiones.
Cuando
descubren en sí el anhelo por liberarse perciben también que este anhelo sólo
se hace concreto en la concreción de otros anhelos.
En
tanto marcados por su miedo a la libertad, se niegan a acudir a otros, a
escuchar el llamado que se les haga o se hayan hecho a sí mismos, prefiriendo
la gregarización a la convivencia auténtica, prefiriendo la adaptación en la
cual su falta de libertad los mantiene a la comunión creadora a que la libertad
conduce.
Sufren
una dualidad que se instala en la “interioridad” de su ser. Descubren que, al
no ser libres, no llegan a ser auténticamente. Quieren ser, mas temen ser. Son
ellos y al mismo tiempo son el otro yo introyectado en ellos como conciencia
opresora. Su lucha se da entre ser ellos mismos o ser duales. En expulsar o no
al opresor desde “dentro” de sí. Entre desalienarse o mantenerse alienados.
Entre seguir prescripciones o tener opciones. Entre ser espectadores o actores.
Entre actuar o tener la ilusión de que actúan en la acción de los opresores.
Entre decir la palabra o no tener voz, castrados en su poder de crea y recrear,
en su poder de transformar el mundo.
Este
es el trágico dilema de los oprimidos, dilema que su pedagogía debe enfrentar.
Por
esto, la liberación es un parto Es un parto doloroso. El hombre que nace de él
es un hombre nuevo, hombre que sólo es viable en y por la superación de la
contradicción opresores-oprimidos que, en última instancia, es la liberación de
todos.
La
superación de la contradicción es el parto que trae al mundo a este hombre
nuevo; ni opresor ni oprimido, sino un hombre liberándose.
Liberación
que no puede darse sin embargo en términos meramente idealistas. Se hace
indispensable que los oprimidos, en su lucha por la liberación, no conciban la
realidad concreta de la opresión como una especie de “mundo cerrado” (en el
cual se genera su miedo a la libertad)
del cual no pueden salir, sino como una situación que sólo los limita y que
ellos pueden transformar. Es fundamental entonces que, al reconocer el límite
que la realidad opresora les impone, tengan, en este reconocimiento, el motor
de su acción liberadora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario