GASTON
BACHELARD
LAUTRÉAMONT
(traducción de Angelina Martín del Campo)
CUADRAGESIMOQUINTA ENTREGA
V LAUTRÉAMONT: POETA DE
LOS MÚSCULOS Y DEL GRITO
II
En el umbral de la
fenomenología ducassiana, proponemos plantear el siguiente teorema de
psicología dinámica tan bien formulado por F. Roels: “En la inteligencia no hay
nada que no haya estado primero en los músculos”, Esa es una justa paráfrasis
de la vieja divisa de los filósofos sensualistas que no encontraban nada en la
inteligencia que no hubiera estado primero en los sentidos. De hecho, una gran
parte de la poesía ducassiana, depende de la miopsique caracterizada por Storch
(Cf. Wallon, Stades et troubles du développement psycho-moteur chez l’enfant,
París, 1925, p. 166). El lector, en dócil simpatía con Maldoror, siente
reavivarse casi fibra de esa miopsique. Una imaginería animalizada lo ayuda a alcanzar
ese curioso estado de análisis muscular. En efecto, parece que la vida animal
hace un coeficiente de los músculos y los órganos particulares, al punto que un
animal entero es a menudo el servidor de uno de sus órganos.
En Lautréamont, la
conciencia de tener un cuerpo no permanece en el estado de vaga conciencia,
conciencia adormecida en un agradable calor; por el contrario, se esclarece
violentamente cuando tiene la certeza de poseer un músculo, se proyecta en un
gesto animal largo tiempo olvidado por los hombres.
El tierno Charles-Louis
Philippe, al contemplar al niño en la cuna decía (La Mère et l’Enfant, p. 11): “sus pies se agitan de bella manera,
su aspecto es algo loco, se creería que cada dedo del pie es una cajita aparte”.
En las horas de fatiga, en el desligamiento muscular, es cuando tenemos con más
frecuencia tales impresiones animalizadas. Lautréamont, por el contrario,
descubre su fuerza en las horas más activas, en los gestos más ofensivos. Su
verdadera libertad, es la conciencia de las elecciones musculares.
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