GUILLERMO
ENRIQUE HUDSON
LA
TIERRA PURPÚREA
QUINCUAGESIMOPRIMERA ENTREGA
XIV
/ LAS MUCHACHAS DEL YÍ (3)
“-¿Te parece que va a
llover?
“-Sí, creo que sí…, uno
de estos días. -¡Pero no hay nubes!
“-No, no hay nubes hoy,
pero las hubo anteayer!
“-¿Tienes nidos en tus
ramas?
“-¡Sí, tengo uno! Lo
hizo un pajarillo amarillo y hay cinco huevitos moteados adentro.
“-¡-Mira dónde está
sentada Alma a nuestra sombra! ¿Sabes tú por qué está llorando?
“-Sí; es porque no
tiene a nadie con quien jugar. Nieblita, que vive al lado del río, no ha
querido jugar con ella, porque Alma no tiene un vestido bonito que ponerse.
“-Entonces debiera ir a
pedirle a la zorra que le dé uno. La zorra siempre tiene muchas cosas bonitas
en su cueva.
“Alma había escuchado
cada palabras de la conversación. Entonces se acordó que había una zorra que
vivía no muy lejos, en la falda del cerro, pues la había visto muchas veces
tomando el sol con todos sus chicuelos mientras estos jugaban a su rededor, y
se entretenían tirándole la cola. Así que se levantó Alma y se fue corriendo
hasta que encontró la cueva, y asomando la cabeza, gritó: ‘-Vete, Alma, a
conversar con Nieblita, que yo estoy muy ocupada preparándoles la comida a mis
hijos y no tengo tiempo para hablar contigo.
“Entonces Alma exclamó:
‘-Ay, zorra, Nieblita no quiere jugar conmigo porque no tengo cosas bonitas que
ponerme. ¿No podría usted darme un bonito vestido, un par de zapatos, medias y
también un collar de cuentas?
“Al poco rato salió la
zorra de su cueva trayendo un gran bulto envuelto en un pañuelo colorado, y le
dijo a Alma: ‘-Aquí están las cosas, Alma, y espero que te queden bien. Pero
has de saber, hija, que no deberías venir a esta hora del día, porque estoy
sumamente ocupada preparando la comida -un peludo asado, un par de tinamúes
estofados con arroz, y una tortilla de huevos de pava… quiero decir huevos de
chorlo, pues nunca pruebo los huevos de pava’.
“Alma le pidió que la
excusara por toda la molestia que le había dado.
“-¡Oh, no importa,
hija! Y, ¿cómo está tu abuelita? -Muy bien, gracias -dijo Alma-, pero tiene una
fuerte jaqueca.
“-¡Vaya! -dijo la
zorra-. ¡Cómo lo siento! Dile que se pegue dos hojas de lampazo, recién
cortadas, una en cada sien, y que también beba una infusión de centinodia -no muy fuerte-, y que por nada salga al sol. Me
gustaría mucho ir a verla; pero tú sabes, niña, que no me gustan todos esos
perros que andan siempre rondando por la casa. Y ahora, Alma, vete a tu casa, y
pruébate la ropa, y cuando pases por aquí otra vez, puedes devolverme el
pañuelo, porque siempre lo uso para vendarme la cabeza cuando tengo dolor de muelas.
“Alma agradeció mucho a
la zorra y corrió a su casa lo más de prisa que pudo, y cuando abrió el atado,
encontró un lindísimo vestido blanco bordado con flores moradas, un par de
zapatos colorados, medias de seda y también un collar de grandes cuentas de
oro. Todo le sentó a la perfección, y al día siguiente, cuando se extendía la
neblina sobre el Yí, se puso su lindo vestido nuevo y se fue al río. Luego
llegó Nieblita volando, y cuando vio a Alma, fue donde ella, la besó y la tomó
de la mano. Jugaron y conversaron juntas toda la mañana, recogiendo flores y
corriendo carrera sobre la orilla del río; por último, Nieblita le dijo ‘adiós’
y voló, pues toda la neblina estaba flotando río abajo. Pero desde entonces en
adelante Alma encontró a su amiguita todos los días al borde del Yí, y era muy
feliz, porque ahora tenía a alguien con quien jugar y hablar”.
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