CLARISSA PINKOLA
ESTÉS
MUJERES QUE CORREN
CON LOS LOBOS
CIENTOSEXAGESIMOSEGUNDA ENTREGA
CAPÍTULO 14
La selva
subterránea:
La iniciación en la
selva subterránea
La doncella manca
(22)
La sexta fase: El
reino de la Mujer Salvaje (4)
En muchas mujeres, la primera mitad de estas fases de la sabiduría
femenina, digamos hacia los cuarenta años más o menos, va claramente desde el
cuerpo real de las comprensiones infantiles instintivas a la sabiduría corporal
de la madre profunda. Pero, en la segunda mitad de las fases, el cuerpo se
convierte casi por entero en un dispositivo de percepción interior y las
mujeres adquieren una creciente sagacidad.
A medida que la mujer va transitando por todos estos ciclos, sus capas
de defensa, protección y densidad se vuelven cada vez más finas hasta que se
empieza a transparentar el alma. Podemos percibir y ver el movimiento del alma
dentro de la psique corporal de una manera asombrosa conforme nos vamos haciendo
mayores.
Por consiguiente, el siete es el número de la iniciación. En la
psicología arquetípica hay literalmente docenas de referencias al símbolo del
siete. Una referencia que me parece extremadamente valiosa para ayudar a las
mujeres a diferenciar las tareas que tienen por delante y a establecer su
situación actual en la selva subterránea corresponde a las facultades
atribuidas antiguamente a los siete sentidos. Se creía que dichos atributos
simbólicos pertenecían a todos los seres humanos y, al parecer, constituían una
iniciación en el conocimiento del alma por medio de las metáforas y de los
sistemas efectivos del cuerpo.
Por ejemplo, según las antiguas enseñanzas de los métodos de curación
nahuas, los sentidos representan aspectos del alma o del "sagrado cuerpo
interior" y se tienen que ejercitar y desarrollar. La tarea es demasiado
larga como para que se pueda describir aquí, pero se decía que los sentidos
eran siete y, por consiguiente, las áreas que se tenían que desarrollar también
eran siete: la animación, el tacto, el lenguaje, el gusto, la vista, el oído y
el olfato (33).
Se decía que cada sentido se encontraba bajo la influencia de una
energía de los cielos. Aplicando todos estos conocimientos a la actualidad,
diremos que, cuando las mujeres que trabajan en grupo hablan de estas cosas,
las pueden describir, explorar y examinar utilizando las siguientes metáforas
pertenecientes al mismo ritual, con el fin de escudriñar los misterios de los
sentidos: el fuego anima, la tierra produce una sensación táctil, el agua
otorga el habla, el aire concede el gusto, la bruma da la vista, las flores dan
el oído, el viento del sur da el olfato.
Por el pequeño vestigio del antiguo rito de iniciación que se conserva
en esta parte del cuento, especialmente la frase en la que se habla de los
"siete años", deduzco que las fases de la vida de la mujer y otras
cuestiones tales como los siete sentidos y otros ciclos y acontecimientos a los
que tradicionalmente se atribuía el número siete, eran objeto de especial
atención en la antigüedad y se incluían en la tarea de la iniciada. Un antiguo
fragmento de un relato que me intriga enormemente procede de Cratynana, una
anciana y querida cuentista suaba de nuestra numerosa familia, quien decía que
antiguamente las mujeres tenían por costumbre irse a pasar varios años a un
lugar de la montaña, de la misma manera que los hombres se pasaban mucho tiempo
ausentes, prestando servicio en lejanos países en el ejército del rey.
Por consiguiente, en la fase del aprendizaje de la doncella en la
espesura del bosque, se produce otro milagro. Las manos le empiezan a crecer
poco a poco, primero como las de una niña. Eso tal vez representa que al
principio su comprensión de todo lo ocurrido es imitativa, como lo es el
comportamiento de un niño de pecho. Cuando las manos le crecen como las de una
niña, la doncella adquiere una comprensión concreta pero no absoluta de todas
las cosas. Cuando al final se convierten en unas manos de mujer adulta, ya
posee una comprensión más práctica y profunda de lo no concreto, lo metafórico,
el sagrado camino por el que ha estado transitando.
Cuando adquirimos un profundo conocimiento instintivo de todas las cosas
que hemos venido aprendiendo a lo largo de la vida, recuperamos las manos de la
plena feminidad. A veces resulta divertido observarnos cuando entramos por
primera vez en una fase psíquica de nuestro proceso de individuación, imitando
torpemente la conducta que desearíamos dominar. Más adelante adquirimos nuestro
propio lenguaje espiritual y nuestras singulares formas personales.
A veces, en nuestras representaciones y sesiones de análisis, utilizo
otra versión literaria de este cuento. La joven reina va al pozo. Mientras se
inclina para sacar agua, su hijo cae al pozo. La joven reina se pone a gritar,
aparece un espíritu y le pregunta por qué no rescata al niño.
-¡Porque no tengo manos! -contesta ella
-Pruébalo -le dice el espíritu y, cuando la doncella introduce los
brazos en el agua para tomar a su hijo. las manos se le regeneran de inmediato
y el niño se salva.
Se trata de una poderosa metáfora de la idea de la salvación del Yo-hijo,
del Yo del alma, del peligro de perderse de nuevo en el inconciente, de olvidar
quiénes somos y cuál es nuestra tarea. En este momento de la vida es fácil
rechazar incluso a las personas más encantadoras, las ideas más atrayentes, la
música más sugestiva, especialmente cuando estas no alimentan la unión de la
mujer con lo salvaje. Para muchas mujeres, el hecho de no sentirse ya
arrastradas o esclavizadas por todas las ideas o las personas que llaman a su
puerta y de ser en cambio unas mujeres rebosantes de Destino, es decir
imbuidas de una profunda conciencia de su destino, constituye una
transformación auténticamente milagrosa. Con los ojos mirando de frente, las
palmas de las manos extendidas y el oído del yo instintivo intacto, la mujer
entra en la vida derrochando poder.
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