PAULO
FREIRE
PEDAGOGÍA DEL OPRIMIDO
NONAGESIMOTERCERA ENTREGA
CAPÍTULO
4 (15)
Conquista (2)
La conquista creciente del
oprimido por el opresor aparece, así, como un rasgo característico de la acción
antidialógica. Es por esto por lo que, siendo la acción liberadora dialógica en
sí, el diálogo no puede ser un a posteriori
suyo, sino desarrollarse en forma paralela, sin embargo, dado que los
hombres estarán siempre liberándose, el diálogo (97) se transforma en un
elemento permanente de la acción liberadora. El deseo de conquista, y quizá más
que el deseo, la necesidad de la conquista, es un elemento que compaña a la
acción antidialógica en todos sus momentos.
Por medio de ella y para todos
los fines implícitos en la opresión, los opresores se esfuerzan por impedir a
los hombres el desarrollo de su condición de “admiradores” del mundo. Dado que
no pueden conseguirlo en su totalidad se impone la necesidad de mitificar el
mundo.
De ahí que los opresores
desarrollen una serie de recursos mediante los cuales proponen a la “admiración”
de las masas conquistadas y oprimidas un mundo falso. Un mundo de engaños que,
alienándolas más aun, las mantenga en un estado de pasividad frente a él. De
ahí que, en la acción de conquistas, no sea posible presentar el mundo como
problema, sino por el contrario, como algo dado, como algo estático al cual los
hombrees se deben ajustar.
La falsa “admiración” no puede
conducir a la verdadera praxis, ya que, mediante la conquista, lo que los
opresores intentan obtener es transformar a las masas en un mero espectador.
Masas conquistadas, masas espectadoras, pasivas, divididas, y por ello, masas
enajenadas.
Es necesario, pues, llegar hasta
ellas para mantenerlas alienadas a
través de la conquista. Este llegar a ellas, en la acción de la conquista, no
puede transformarse en un quedar con
ellas. Esta “aproximación”, que no puede llevarse a cabo a través de la
auténtica comunicación, se realiza a través de “comunicados”, de “depósitos”,
de aquellos mitos indispensables para el mantenimiento del statu quo.
Notas
(97) Esto no significa, de modo
alguno, tal como subrayamos en el capítulo anterior, que una vez instaurado el
poder revolucionario la revolución contradiga su carácter dialógico, por el hecho
de que el nuevo poder tenga el deber ético de reprimir, incluso, todo intento
de restauración del antiguo poder opresor. Lo que pasa, en este caso, es que
así como no fue posible el diálogo entre este poder opresor y los oprimidos, en
tanto clases antagónicas, en este caso tampoco lo es.
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