SAN
JUAN DE LA CRUZ
NOCHE
OSCURA
TERCERA ENTREGA
CAPÍTULO 2
De
algunas imperfecciones espirituales que tienen los principiantes acerca del
hábito de la soberbia.
1 / Como estos
principiantes se sienten tan fervorosos y diligentes en las cosas espirituales
y ejercicios devotos, de esta prosperidad -aunque es verdad que las cosas sanas
de suyo humillan- por su imperfección les nace muchas veces cierto ramo de soberbia oculta, de donde vienen alguna
satisfacción de sus obras y de sí mismos. Y de aquí también les nace cierta gana
algo vana (y a veces muy vana) de hablar cosas espirituales delante de otros, y
aun a veces de enseñarlas más que de aprenderlas, y condenan en su corazón a otros
cuando no les ven con la manera de devoción que ellos querrían, y aun a veces
lo dicen de palabra, pareciéndose en esto al fariseo que se jactaba alabando a
Dios sobre las obras que hacía, y despreciando al publicano (Lc. 18,11-12).
2 / A estos muchas
veces les acrecienta el demonio el fervor y ganas de hacer estas y otras obras,
porque les vaya creciendo la soberbia y presunción. Porque sabe muy bien el
demonio que todas estas obras y virtudes que obra, no solamente no les valen
nada, mas antes se le vuelven en vicio. Y a tanto mal suelen llegar algunos de
estos, que no querrían que pareciese bueno otro sino ellos; y así, con la obra
y la palabra, cuando se ofrece, les condenan y detraen, mirando la motica en el ojo de su hermano y no
considerando la viga que está en el
suyo; cuelan el mosquito ajeno y tráganse
su camello (Mt. 7,3 y 23.24).
3 / A veces, también
cuando sus maestros espirituales, como son confesores y prelados, no les
aprueban su espíritu y modo de proceder (porque tienen gana que estimen y alaben
sus cosas), juzgan que nos los entienden el espíritu o que ellos no son
espirituales, pues no aprueban aquello y condescienden con ello. Y así, luego
desean y procuran tratar con otro que cuadre con su gusto; porque
ordinariamente desean tratar su espíritu con aquellos que entienden que han de
alabar y estimar sus cosas, y huyen, como de la muerte, de aquellos que se las
deshacen para ponerlos en camino seguro, y aun a veces toman ojeriza con ellos.
Presumiendo, suelen
proponer mucho y hacen muy poco.
Tienen algunas veces
gana de que los otros entiendan su espíritu y su devoción, y para esto a veces
hacen muestras exteriores de movimientos, suspiros y otras ceremonias; y a
veces, algunos arrobamientos -en público más que en secreto-, a los cuales les
ayuda el demonio, y tienen complacencia en que entiendan aquello, y muchas
veces es codicia.
4 / Muchos quieren
preceder y privar con los confesores, y de aquí les nacen mil envidias y
desquietudes. Tienen empacho de decir sus pecados desnudos, porque nos los
tengan sus confesores en menos, y vanlos coloreando para que no parezcan tan
malos, lo cual más es irse a excusar que a acusar. Y, a veces, buscan otro
confesor para decir lo malo, porque el otro no piense que tienen nada malo,
sino bueno; y así siempre gustan de decirle lo bueno, y a veces por términos
que parezcan antes más de lo que es menos, con gana de que le parezca bueno,
como quiera que fuera más humildad (como lo diremos) deshacerlo y tener gana
que ni él ni nadie lo tuviesen en algo.
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