15/2/16

 SAN JUAN DE LA CRUZ

NOCHE OSCURA


TERCERA ENTREGA


CAPÍTULO 2


De algunas imperfecciones espirituales que tienen los principiantes acerca del hábito de la soberbia.


1 / Como estos principiantes se sienten tan fervorosos y diligentes en las cosas espirituales y ejercicios devotos, de esta prosperidad -aunque es verdad que las cosas sanas de suyo humillan- por su imperfección les nace muchas veces cierto ramo de soberbia oculta, de donde vienen alguna satisfacción de sus obras y de sí mismos. Y de aquí también les nace cierta gana algo vana (y a veces muy vana) de hablar cosas espirituales delante de otros, y aun a veces de enseñarlas más que de aprenderlas, y condenan en su corazón a otros cuando no les ven con la manera de devoción que ellos querrían, y aun a veces lo dicen de palabra, pareciéndose en esto al fariseo que se jactaba alabando a Dios sobre las obras que hacía, y despreciando al publicano (Lc. 18,11-12).


2 / A estos muchas veces les acrecienta el demonio el fervor y ganas de hacer estas y otras obras, porque les vaya creciendo la soberbia y presunción. Porque sabe muy bien el demonio que todas estas obras y virtudes que obra, no solamente no les valen nada, mas antes se le vuelven en vicio. Y a tanto mal suelen llegar algunos de estos, que no querrían que pareciese bueno otro sino ellos; y así, con la obra y la palabra, cuando se ofrece, les condenan y detraen, mirando la motica en el ojo de su hermano y no considerando la viga que está en el suyo; cuelan el mosquito ajeno y tráganse su camello (Mt. 7,3 y 23.24).


3 / A veces, también cuando sus maestros espirituales, como son confesores y prelados, no les aprueban su espíritu y modo de proceder (porque tienen gana que estimen y alaben sus cosas), juzgan que nos los entienden el espíritu o que ellos no son espirituales, pues no aprueban aquello y condescienden con ello. Y así, luego desean y procuran tratar con otro que cuadre con su gusto; porque ordinariamente desean tratar su espíritu con aquellos que entienden que han de alabar y estimar sus cosas, y huyen, como de la muerte, de aquellos que se las deshacen para ponerlos en camino seguro, y aun a veces toman ojeriza con ellos.


Presumiendo, suelen proponer mucho y hacen muy poco.


Tienen algunas veces gana de que los otros entiendan su espíritu y su devoción, y para esto a veces hacen muestras exteriores de movimientos, suspiros y otras ceremonias; y a veces, algunos arrobamientos -en público más que en secreto-, a los cuales les ayuda el demonio, y tienen complacencia en que entiendan aquello, y muchas veces es codicia.



4 / Muchos quieren preceder y privar con los confesores, y de aquí les nacen mil envidias y desquietudes. Tienen empacho de decir sus pecados desnudos, porque nos los tengan sus confesores en menos, y vanlos coloreando para que no parezcan tan malos, lo cual más es irse a excusar que a acusar. Y, a veces, buscan otro confesor para decir lo malo, porque el otro no piense que tienen nada malo, sino bueno; y así siempre gustan de decirle lo bueno, y a veces por términos que parezcan antes más de lo que es menos, con gana de que le parezca bueno, como quiera que fuera más humildad (como lo diremos) deshacerlo y tener gana que ni él ni nadie lo tuviesen en algo.

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