PAULO
FREIRE
PEDAGOGÍA DEL OPRIMIDO
NONAGESIMOSÉPTIMA ENTREGA
CAPÍTULO
4 (19)
Dividir para oprimir (3)
De ahí que a los opresores no les
interese esta forma de acción, sino la primera, en tanto esta última,
manteniendo la alienación, obstaculiza la emersión de las conciencias y su
participación crítica en la realidad entendida como una totalidad. Y, sin esta,
la unidad de los oprimidos en tanto clase es siempre difícil.
Este es otro concepto que molesta
a los opresores, aunque se consideren a sí mismos como, clase, si bien “no
opresora”, sino clase “productora”.
Así, al no poder negar sus
conflictos, aunque lo intenten, la existencia de las clases sociales, en
relación dialéctica las unas con las otras, hablan de la necesidad de
comprensión, de armonía, entre los que compran y aquellos a quienes se obliga a
vender su trabajo. (102) Armonía que en el fondo es imposible, dado el
antagonismo indisfrazable existente entre una clase y otra. (103)
Defienden la armonía de clases
como si estas fuesen conglomerados fortuitos de individuos que miran, curiosos,
una vitrina en una tarde de domingo.
Notas
(102) “Si los obreros no alcanzan
a ser, de alguna manera, propietarios de su trabajo -señala el obispo Franic
Split- todas las reformas de las estructuras serán ineficaces. Incluso, si los
obreros reciben a veces un sueldo más elevado en algún sistema económico no se
contentan con estos aumentos. Quieren ser propietarios y no vendedores de su
trabajo. Actualmente los trabajadores están cada vez más conscientes de que el
trabajo constituye una parte de la persona humana. La persona humana, sin
embargo, no puede ser vendida ni venderse. Toda compra o venta del trabajo es
una especie de esclavitud… La evolución de la sociedad humana progresa en este
sentido y, con seguridad, dentro de un sistema del cual se afirma que no es tan
sensible como nosotros frente a la dignidad de la persona humana; vale decir,
el marxismo.”
“15 obispos hablan en pro del
Tercer Mundo” CIDOC informa, México, Doc. 6735, pp. 1-11,
(103) A propósito de las clases
sociales y de la lucha entre ellas, de las que se acusa a Marx como si este
fuera una especie de “inventor” de ellas, es necesario ver la carta que escribe
a J. Weydemeyer, el 5 de marzo de 1852, en la cual declara que no le pertenece “el
mérito de haber descubierto la existencia de las clases en la sociedad moderna
ni la lucha entre ellas. Mucho antes que yo -comenta Marx-, algunos
historiadores burgueses ya habían expuesto el desarrollo histórico de esta
lucha de clases y algunos economistas burgueses, la anatomía de estas. Lo que
aporté -dice él- fue la demostración de que: 1) La existencia de las clases va
unida a determinadas fases históricas de desarrollo de la producción. 2) La lucha
de clases conduce a la dictadura del proletariado. 3) Esa misma dictadura no
es, por sí misma, más que el tránsito hacia la abolición de todas las clases,
hacia una sociedad sin clases”. (Marx-Engels, Obras escogidas, Editorial Progreso, Moscú, 1966, vol. II, p. 456.
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