LA
INTIFADA PALESTINA Y SU POESÍA
Poemas
palestinos de resistencia
Taufiq
Zayyad
Mahmud
Darwish
Fadua
Tuqán
Samih
Al-Qasim
Salim
Yubrán
Prólogo, selección y notas de Alejandro Hamed Franco
Primera edición WEB: elMontevideano Laboratorio de
Artes, 2016 / Primera edición: Arandurâ Editorial, 2002.
VIGESIMOTERCERA ENTREGA
FADUA
TUQÁN (5)
El
comando y la tierra
(De
la agenda de Mazin*) / 15 de junio de 1967
I
Me siento a escribir…
Mas, ¿qué puedo escribir?
¿De qué vale decir
“patria mía,,,. “gente
mía”…, “pueblo mío”?
¿Protegeré a mi gente
con palabras?
¿Salvaré con palabras a
mi pueblo?
¿No es absolutamente
despreciable
sentarse a escribir
hoy?
Hoy, todas las palabras
son sal, no echan ramas
ni flores
esta noche.
II
En medio del sopor y de
la ausencia,
un divino candil le alumbró
los rincones del alma,
encendiendo en sus ojos
el ardor de dos brasas.
Cerró la agenda,
y Mazin, el doncel
valeroso,
se dispuso a llevar la
carga de su amor,
las inquietudes de su
tierra y su pueblo,
los restos de deseos
diseminados.
* * *
-Me voy, madre;
voy con mis camaradas,
donde debo.
Contento con mi suerte,
como roca que el cuello
me atenaza.
Arranco desde aquí,
y todo lo que tengo:
pulsos, amores, gustos
y servidumbres,
lo entrego por su causa,
en dote por la tierra.
No hay nada más querido
que tú, salvo la
tierra.
-(¡Hijo mío!)
(¡Corazón!)
-El alegre desfile,
madre, no llegó aun,
pero ha de llegar;
la gloria arrea sus
pasos.
-(¡Hijo mío!)
(¡Mi…!)
-No te apenes si caigo
antes que llegue.
Nuestro camino es
largo,
penosísimo,
y se pierde a lo lejos,
sin saber en qué punto
quedará.
Cruzamos, alumbrados
por sangrientas antorchas,
las infernales playas
de la noche,
para que la alegría
llegue tras nosotros.
Porque ha de llegar esa
alegría,
coger en la medida que
se da.
-(¡Hijo mío!)
(¡Corazón!)
(Bendíjole con dos
azoras del Corán.)
¡Vete!
(Pidió al Señor por
él.)
Mazin era su príncipe,
su mozo,
señor de los jinetes.
Mazin era su orgullo y
su grandeza,
su dádiva a la patria.
* * *
En la infinita tienda
de la noche,
al aire abierto,
la madre se levantó
para rezar.
Y alzó su rostro al
cielo,
desbordante de
estrellas
y de enigmas.
* * *
¡Oh, día en que a la
vida le entregó,
cual trocito de masa
perfumada,
con la fragancia de
toda la tierra!
¡Oh, día en que le puso
el pecho fértil,
abrazó su embriaguez,
y descubrió el sentido
de la vida
en la gota de leche!
¡Hijo mío!
¡Corazón…!
Por ese solo día,
por ese, te parí.
Por él te dio a mamar.
Por él te di mi sangre,
te di todos mis pulsos,
y todo lo que pueden
dar las madres.
¡Hijo mío!
¡Planta noble arrancada
de su tierra!
¡Vete!
No hay nada más querido
que tú,
salvo la tierra.
III
Tubás, tras de los
cerros:
Orejas que se tensan en
las sombras;
ojos a los que el sueño
abandonó.
El viento, tras los
bordes del silencio,
retumba por los cerros;
va jadeando en pos del
aliento perdido;
corre detrás del
círculo mortal.
¡Mil “holas” a la
muerte!...
Y la estrella caída se
abrasó,
atravesó los cerros
como un rayo de voz
enardecida;
sembrando por los
cerros un vivo resplandor.
En una tierra que nunca
derrotará la muerte,
que nunca podrá la muerte
derrotar.
(*)
Esta poesía se inspira en un hecho real, la heroica muerte del comando Mazin
Abu-Gazala en las colinas de Tubás, durante una batalla desencadenada a finales
de septiembre de 1967. En la agenda del guerrero, y escritas con fechas de 15
de junio de este mismo año, se encontraron unas cuantas frases, poco más o
menos las mismas que Fadua Tuqán incluye en la primera estrofa de este emotivo
poema. Seguidamente, el soldado había añadido, con gruesos trazos: “¡Que la
bala grite y calle la pluma!”.
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