¿QUÉ PENSAMOS SOBRE EL JARDÍN DE LAS DELICIAS?
por Camila Reveco
SEGUNDA ENTREGA
7 / Mariana Ferreyra
Economista con máster en Finanzas, argentina
“El jardín de las Delicias” nos enfrenta a la alienación humana cegada
por el goce del consumo. La escena central está plagada de tensión, alienación
y desasosiego. Un desborde del "ahora" que niega el transcurrir de la
vida misma, frente a la ausencia de niños y ancianos. Cegados por nuestro goce
individual nos amontonamos para consumir aquello que nos ofrece la inmediatez.
No hay deseo, ni placer. Luego, El Bosco nos predice el destino de esta
humanidad que es devorada por la hegemonía destructiva de sus propios
monstruos. Es sometida a sistemas de poder que nos consumen la vida y nos
excretan al estiércol junto a nuestras monedas de intercambio. Una humanidad
que siendo dominada por las apuestas de alto riesgo y la corrupción, nos lleva
a ceder nuestra propia existencia. La destrucción absoluta de los recursos
naturales... Un último árbol seco y apenado con troncos quebradizos me mira
interpelándome. Está muy saturado. Respondo a esa mirada y cierro el tríptico.
Siento la paz frente a esta bellísima tierra de minerales y vegetales. Me
pregunto si El Bosco nos está convocando a unir todas las paletas de colores de
la humanidad, para repintar un “Nuevo Comienzo”…
8 / Ricardo Fernández Ortega
Pintor mexicano
Es una de las obras más completas de la historia. Muy por encima de
íconos como la Mona Lisa y cualquier cuadro de Van Gogh. Fue un verdadero
oráculo que anticipó el surrealismo, el realismo mágico y, me atrevo a decir,
que gran parte de la filmografìa post apocalíptica abreva en esta gran pieza.
Es una bendición que su popularidad relativamente moderada permita apreciarlo
en el Museo del Pardo con cierta calma y sin conglomerados profanos. De su
autor solamente puedo decir: GENIO.
9 / Graciela Reveco Manzano
Escritora argentina radicada en Brasil
La pintura es un espejo oculto en la ventana cerrada, que luego su genio
abrirá al mundo. El espejo enrostra la soledad que dimensiona su “yo”, y la
soledad es la sedición sobre los interrogantes de la conciencia para visualizar
un contenido y llegar a la respuesta del misterio de la muerte como parte de la
vida, con la perspectiva del placer como principio del dolor. Dura probidad que
lo conduce a dividir en sectores la esencia que lo nutre desde que toma conciencia
de lo real; un grito de rebeldía sobre la noción del origen, desde la señal de
evolución como reflejo del relámpago (primer cuerpo, cerrado, alude a la cuna
global que será el sustento del recién nacido) hasta el encumbramiento del alma
en el paraíso que sostiene la carne con el hueso (cuerpo abierto, lateral
izquierdo) frente a las pasiones que fragmentarán su espíritu en delicioso
desenfreno y lujuria, con trazos minuciosos y exigiéndose al máximo (cuerpo
abierto, centro) y determinará finalmente la oscuridad que castiga la
indisciplina moral (cuerpo abierto, lateral derecho). El Bosco ilustra
magistralmente en esta obra la magnitud de sus demonios interiores, el
principio y el fin, el paraíso y el infierno, y en el centro de la razón, como
una retina implacable que observa y juzga, la piel en ejercicio, la humanidad
pura e imperfecta como símbolo del placer, múltiples figuras alegóricas en
movimiento constante cuya base son las Creencias, el artista su primer
subordinado y su obra la consecuencia, consciente de que regresará impuramente
virtuoso al origen de todas las cosas, pero con un legado de eternidad sobre la
tierra.
10 / Uri Negvi
Pintor uruguayo radicado en Argentina
El tríptico “El Jardín de las Delicias” es un fiel reflejo del
pensamiento de El Bosco, de su filosofía y del momento histórico en que vivía.
Yo encuentro en la temática de esta obra una gran influencia de Dante Alighieri
con su “Divina Comedia”. Habla del sufrimiento, de pecadores y de las consecuencias
divinas que caen sobre el humano por sus actos. Si bien la obra es conocida por
el nombre de “El Jardín de las Delicias”, este nombre pertenece solo al panel
central de la obra, siendo el primer panel “El Paraíso” y el tercero “El
Infierno”. Dejando como el de mayor tamaño y elaboración, el central, donde
vuelca la mayor fantasía, humor y crítica sobre la sociedad de esa época.
Puebla el paisaje con plantas exóticas, monstruos y objetos imposibles,
ubicando al humano como un gusano que anda en un mundo de misterios y
consecuencias. La diferencia de esta pintura con la de otros de su época, es
que el resto de los artistas procuraron pintar al hombre como lo ven por fuera
y El Bosco tuvo la osadía de pintar al hombre tal y como lo veía por dentro. Esta
obra tiene variadas interpretaciones pero yo me inclino a pensar que es una
carga consciente o inconsciente del yugo de la religión sobre el hombre.
11 / Rubén Reveco
Pintor argentino
Cuando entré
por primera vez al Museo del Prado iba en especial por "El Cristo de
Velázquez", que está de la entrada a mano izquierda. La vi en una pequeña
sala, no había nadie más que yo contemplándola... Pero en la sala contigua
(mucho más grande) había un hervidero de turistas y amantes del arte. Me asomé
curioso y en un extremo vi un grupo de cuarenta personas, más o menos,
amontonados ante una obra: era "El Jardín de las Delicias", de El
Bosco. La pintura de Velázquez representa la muerte de Cristo en la
cruz. Una obra minimalista, solitaria, silenciosa... La pintura del
holandés es el bullicio propio de la multitud. Muestra la vida del hombre en su
exceso, lujuria y temor ante lo irremediable. Tal vez El Bosco se inspiró en
Sodoma, esa ciudad del pecado que termina pagando por esa búsqueda incontenible
de placer. Si bien son pinturas muy diferentes las dos son obras de arte. Con
los años comprendí que el ser humano además de ser un ente irrepetible,
silencioso e introspectivo, es también un ser sociable y que depende de otros
humanos para realizarse como tal. El Jardín de las Delicias siempre ha estado
rodeado de admiradores porque en su conjunto nos identifica como especie.
Delata nuestra naturaleza humana con sus temores, miserias y sueños de
trascendencia que pueden terminar mal. Es una gran obra; es una obra
maravillosa.
12 / Graciela Reveco Manzano
El Jardín de las Delicias de El Bosco
Permanecer es el legado de la órbita universal
en la ventana cerrada
pincelada en los postigos del arte cognitivo
frente al espejo de la conciencia en ristre
tejido innumerable de líneas cerebrales
color postizo a la palabra encubierta del goce
cuna circular que derrama primero agua y carne blanca
luego sangre y agua desde la costilla ultrajada.
La inmensidad de la fuente en el líquido primigenio
primer reflejo de vida sin alma
más tarde ventana abierta y a la distancia los huesos vivos
solo cuerpos en movimiento
infinidad de puntos y ondulaciones de la mente al descubierto
glorifican sin laureles el umbral del yo en el universo
espejo de soledad en la vena urticaria
paraíso sentencioso de pasiones vitales
lujuria en los pies descalzos
ventura de la piel liberada al hartazgo
metáfora del ergo triangular del género
y la espada que mide su cópula
en cualquier época calendaria al juicio de las creencias
fe subliminal en territorio del poseso
gloria y pecado sobre el andamio que contendrá su ego
por la ignorancia que inquiere a su génesis
sobre el dolor y el placer de mácula insolada
que pretende liberar la sujeción de manos a su escalera en descenso
aunque sienta que volará su alma como un pájaro muerto
preguntas sin respuestas
enlazadas al orgasmo de impericias carnales
placer y dolor en el medio de los ojos inexactos
múltiples recovas que pretenden su máximo jardín de sueños
con su tiara de espinas sobre la cabeza
hasta ganar del sol la oscuridad impostergable
minúsculo punto de color que borra bajo la lluvia su quilate
y vagará en el misterio eterno
para diagramar la luz con el color del regreso
desde otra ventana que se abre
desde otro espejo en la mirada
desde otro círculo universal que finalmente lo ampare.
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