LECCIONES
DE VIDA
ELISABETH
KÜBLER-ROSS Y DAVID KESSLER
NOVENA ENTREGA
1
/ LA LECCIÓN DE LA AUTENTICIDAD (7)
EKR
Hace unos años, en la
Facultad de Medicina de la Universidad de Chicago, tuve la suerte de ser
elegida profesora favorita. Se trata de unos de los mayores honores que los
profesores pueden recibir, pues a todos nos gusta que los alumnos nos valoren.
Cuando anunciaron que yo había ganado el premio todo el mundo fue muy amable
conmigo, como era habitual. Pero nada me comentó nada del premio y percibí que
había algo detrás de sus sonrisas, algo que no explicaban. Al final del día
recibí en mi despacho un espléndido ramo de flores de parte de uno de mis
colegas, un psiquiatra infantil. La tarjeta decía: “Me muero de envidia, pero
aun así, te felicito.” A partir de aquel momento supe que podía confiar en
aquel hombre. Lo quise por ser tan real, tan auténtico. Siempre sabría a qué
atenerme con él y me sentía segura a su lado, pues mostraba su verdadero ser.
Ser quienes somos de un
modo perfecto incluye ser sinceros sobre nuestros aspectos oscuros, sobre
nuestras imperfecciones. No sentimos cómodos cuando sabemos quién es la persona
con la que estamos, y resulta igualmente importante aprender la verdad sobre
nosotros mismos, sobre quiénes somos.
Un hombre me explicó la
historia de su abuela, que enfermó a punto de cumplir los ochenta años.
“Me costaba mucho
dejarla marchar -me contó-. Al final, reuní el valor suficiente para decirle
que no quería perderla. Sé que parece egoísta, pero es así como me sentía. “Querido
nieto -me dijo-, me siento completa y mi vida ha sido plena. Sé que ahora no me
ves llena de vida, pero te aseguro que he vivido mi viaje con mucha intensidad.
Somos como tartas: damos un pedazo a nuestros padres, otro a nuestra pareja,
otro a nuestros hijos y otro a nuestra profesión. Al final de la vida, algunas
personas no han guardado un trozo para ellas mismas y ni siquiera saben qué
clase de tarta son. Yo sí lo sé. Es algo que todos descubrimos por nosotros
mismos. Y puedo abandonar esta vida sabiendo quién soy.”
“Cuando oí las palabras
‘Sé quién soy’, pude separarme de ella. Gracias a aquellas palabras lo
conseguí. ¡Sonaba tan completo! Le dije que cuando me llegara el momento de
morir esperaba ser como ella y saber quién era yo. Ella se inclinó hacia
delante, como si fuera a contarme un secreto, y me dijo: “No tienes que esperar
a morirte para descubrir qué clase de tarta eres.’”
No hay comentarios:
Publicar un comentario