JULIO
HERRERA Y REISSIG
EPÍLOGO
WAGNERIANO A LA “POLÍTICA DE FUSIÓN”
Con
surtidos de psicología sobre el Imperio de Zapicán
Todos estos peajeros, y
estos Reyes, y estos mercaderes; todos estos guardianes de países y de tiendas,
todos son mis enemigos. Abomino todo sacrificio al dios vulgo o al dios éxito.
Me repugna lo trivial. Odio la hipocresía y el servilismo como los mayores
crímenes. He de decir la Verdad aunque me aplaste el Universo.
NIETZSCHE: Así
hablaba Zaratustra.
QUINTA ENTREGA
(…) Me sonrío, con un
desdén anacreóntico, cuando leo continuamente que el porvenir del país estriba
en la conservación de los partidos de antaño; que es hacer obra de progreso
encender más y más los viejos antagonismos, afilar como quien dice las garras
de la fiera hidrófoba, de piel blanca o colorada, que cada uno de los uruguayos
lleva en la jaula del cerebro.
¿Y quiénes aconsejan
esto? Literatos, estudiantes, doctores… A propósito, me permito transcribir algunos
párrafos de mi futura catilinaria, de la parte en que me refiero a la falta en
los uruguayos de abstracción y generalización.
(…) “Podríase decir, en
suma, que el uruguayo resuelve abstracciones y generalizaciones prestadas, de
un modo casi automático, impresas en el cilindro europeo que da giros en su
mente y el cual constituye, por llamarlo así, la partitura de la civilización
intelectual que lo distingue del hombre bárbaro. Hacer estas operaciones, casi
inconscientemente, sin que se esfuerce el espíritu, sin que tales operaciones
se efectúen en la realidad, es propio de un estado de semisueño en que se
emiten ideas sin darse cuenta de lo que se dice. Esta a es a todas luces la
razón del charlatanismo oficial de nuestros oradores y de los articulistas cuotidianos,
y constituye a la par la psicología de los literatos y de los que dragonean de
científicos, quienes en su mayor parte no sabrían explicar las ideas
abstractivas y generalidades, comprendidas en sus elucubraciones, dándonos el
sentido íntimo de los conceptos que ellos emplean.
A eso se debe el
laberinto de erudición de oropel, de ciencia falsificada, de juglareos de lógica,
de pedantería de frases y de lugares comunes, tomados a la filosofía, y al
pensamiento de los pontífices y falseados y retorcidos por los literatos,
gracias a su encantadora ignorancia de esos asuntos que ellos manosean con un
fin de adorno, de vanidad primitiva. Cito, como un ejemplo de esta afirmación,
el caso de escritores que aseveran en nombre de la Psico-fisiología, por
razones de Verdad, que deben subsistir los partidos tradicionales, como un
respeto conservador a lo que se hereda, a lo que se halla organizado de
antemano en los cerebros de la multitud. No puede exigirse ridiculez más
monstruosa, contradicción más flagrante, blasfemia más inconsciente de los
Principios Científicos.
Con efecto lo es
asegurar, en nombre de la ciencia, que el progreso es imposible, que no deben
existir cambios emocionales, modificaciones de los aparatos nerviosos, nuevas
ideas que substituyan a las rancias de un pasado de feudalismo, de guerra y de
barbarie histórica. Opinar, por razones de psico-fisiología, que se conserven
las tendencias desenfrenadas del instinto, la impulsividad salvaje de los
caudillos, las estratificaciones del odio tradicional, la costra atávica, que
subsiste triunfalmente con el nombre de Partidos, es lo mismo que decir: ¡no
haya progreso, vivamos en el pasado; la ciencia da la razón da lo regresivo; lo
nuevo es un absurdo, representa una violación del orden fatal, de lo que
automáticamente se halla ordenado; la evolución es conservadora; sus fases son
las relaciones de continuidad; no se debe corregir a la naturaleza ¡viva el statu quo; la acción refleja es el modo
más adelantado del pensamiento, la psico-fisiología combate las propagandas que
buscan rumbos de porvenir!... Ríe, ríe, ríe…!
Ahora voy a decirle por
qué las ideas que expreso tan francamente caerán como pájaros de presa en el
corral comunero de la patriotería resonante, porque lejos de señorear en el
espíritu anestesiado de nuestra intelectualidad, chocarán al vulgo de tus
correligionarios obcecados y al de tus rígidos contrincantes, porque serán
miradas con ingenua antipatía por los pedagogos emblemáticos de nuestras aulas,
y por los bolonios solemnes que zampoñean
en los Clubes políticos.
Uno de los caracteres
emocionales de este pueblo, el que más lo acerca a la metrópoli y a los
charrúas, es el horror a variar.
Cerca de cien páginas he dedicado en mi citada obra al examen de esta inconveniencia
psicológica, probando cuán perjudicial es a los uruguayos su aversión a las
cosas nuevas (1).
Notas
(1) De los ochocientos
mil bimanos inferiores del país, no hay doscientos que no se pongan verdes ante
una cosa nueva, que perturba sus sedimentos psíquicos. Hasta cuando parece que
admiran odian sórdidamente. Yo lo he podido observar.
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