SAN
JUAN DE LA CRUZ
NOCHE
OSCURA
TRIGESIMOQUINTA ENTREGA
LIBRO SEGUNDO
DE LA NOCHE OSCURA,
TRÁTASE DE LA MÁS ÍNTIMA PURGACIÓN, QUE ES LA SEGUNDA NOCHE (PASIVA) DEL
ESPÍRITU.
CAPÍTULO 7 (1)
Prosigue
en la misma materia de otras afliciones y aprietos de la voluntad
1 / Las afliciones de
la voluntad y aprietos son aquí también inmensos y de manera que algunas veces
traspasan al alma en la súbita memoria de los males en que se ve, con la
incertidumbre de su remedio.
Y añádese a esto la
memoria de las prosperidades pasadas; porque estos, ordinariamente, cuanto
entran en esta Noche, han tenido
muchos gustos en Dios y héchole muchos servicios; y esto les causa más dolor,
ver que están ajenos de aquel bien y que ya no pueden entrar en él. Esto dice
Job también (como lo experimentó) por aquellas palabras: Yo, aquel que solía ser opulento y rico, de repente estoy deshecho y
contrito; asióme la cerviz, quebrantóme, y púsome como señuelo suyo para herir
en mi; cercóme con sus lanzas, llagó todos mis lomos, no perdonó; derramó en la
tierra mis entrañas, rompióme como llaga sobre llaga, embistió en mí como
fuerte gigante; cosí saco sobre mi piel y cubrí con ceniza mi carne; mi rostro
se ha hinchado en llanto y cegádose mis ojos (16,13-17).
2 / Tantas y tan graves
son las penas de esta Noche, y tantas
autoridades hay en la Escritura que a este propósito se podrían alegar, que nos
faltaría tiempo y fuerzas escribiendo, porque sin duda todo lo que se puede
decir es menos. Por las autoridades ya dichas se podrá barruntar algo de ello.
Y, para ir concluyendo
con este verso y dando a entender más lo que obra en el alma esta Noche, diré lo que en ella siente
Jeremías, la cual, por ser tanta, lo dice y llora él por muchas palabras en
esta manera: Yo, varón, que veo mi
pobreza en la vara de su indignación; hame amenazado, y trájome a las
tinieblas, y no a la luz. ¡Tanto ha vuelto y convertido su mano sobre mí todo
el día! Hizo vieja mi piel y mi carne, desmenuzó mis huesos; en rededor de mí
hizo cerca, y cercóme de hiel y de trabajo; en tenebrosidades me colocó, como
muertos sempiternos. Cercó en rededor contra mí porque no salga; agravóme las
prisiones. Y también, cuando hubiera clamado y rogado, ha excluido mi oración.
Cerrado me ha mis salidas y vías con piedras cuadradas; desbaratóme mis pasos.
Oso acechador es hecho para mí, león en escondrijos. Mis pisadas entrastornó y
desmenuzóme, púsome desamparada, extendió su arco, y púsome a mí como señuelo a
su saeta. Arrojó a mis entrañas las hijas de su aljaba. Hecho soy para escarnio
de todo el pueblo, y para risa y mofa de ellos todo el día. Llenado me ha de
amarguras; embriagóme con absintio. Por número me quebrantó mis dientes;
apacentóme con ceniza. Arrojada está mi alma de la paz, olvidado estoy de los
bienes. Y dije: Frustrado y acabado está mi fin y pretensión y mi esperanza del
Señor. Acuérdate de mi pobreza y de mi exceso del absintio y de la hiel. Acordarme
he con memoria, y mi alma en mí se deshará en penas (Thren, 3-1-20).
3 / Todos estos llantos
hace Jeremías sobre este trabajo, en que pinta muy vivo las pasiones del alma
en esta purgación y Noche espiritual.
De donde gran compasión conviene tener al alma que Dios pone en esta
tempestuosa y horrenda Noche. Porque,
aunque le corre muy buena dicha (por los grandes bienes que de ella le han de
nacer) cuando, como dice Job, levantare
Dios en el alma de las tinieblas profundos bienes, y produzca en luz sombra de
muerte (12,22), de manera que, como dice David, venga a ser su luz como fueron sus tinieblas (Ps. 138,12); con todo
eso, con la inmensa pena con que anda penando y por la grande incertidumbre que
tiene de su remedio -pues cree (como aquí dice este profeta) que no ha de acabarse su mal,
pareciéndole, como también dice David, que la
colocó Dios en las oscuridades como los muertos del siglo, angustiándose por
esto en ella su espíritu y turbándose en ella su corazón (Ps. 142,3)-, es
de haberle gran dolor y lástima; porque se añade a esto -a causa de la soledad
y desamparo que en esta oscura Noche la
causa- no hallar consuelo ni arrimo en ninguna doctrina ni en maestro
espiritual. Porque, aunque por muchas vías le testifique las causas del
consuelo que puede tener por los bienes que hay en estas penas, no lo puede
creer; porque, como ella está tan embebida e inmersa en aquel sentimiento de
males en que ve tan claramente sus miserias, parécele que, como ellos no ven lo
que ella ve y siente, no la entendiendo dicen aquello, y, en vez de consuelo,
antes recibe nuevo dolor, pareciendo que no es aquel el remedio de su mal; y, a
la verdad, así es, porque hasta que el Señor acabe de purgarla de la manera que
Él lo quiere hacer, ningún medio ni remedio le sirve ni aprovecha para su
dolor; cuanto más que puede el alma tan poco en este puesto (como el que tienen
aprisionado en una oscura mazmorra atado de pies y manos) sin poderse mover ni
ver, ni sentir algún favor de arriba ni de abajo, hasta que aquí se humille y
ablande y purifique el espíritu, y se ponga tan sutil y sencillo y delgado que
pueda hacerse uno con del espíritu de Dios, según el grado que su misericordia
quisiere concederle de unión de amor, que conforme a esto es la purgación más o
menos fuerte y de más o menos tiempo.
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